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Pregunta: ¿Qué significa que los creyentes son trasladados al reino de Su amado Hijo (Colosenses 1:13)?

Respuesta:
Uno de los principales objetivos de la carta del apóstol Pablo a los colosenses era combatir la obra de los falsos maestros que invadían la Iglesia y atentaban contra la sencilla verdad del Evangelio. En su oración inicial, Pablo afirma que Dios Padre "nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo" (Colosenses 1:13).

El verbo traducido como "trasladado" en la versión Reina-Valera 1960 de Colosenses 1:13 se traduce alternativamente como "nos llevó a" (TLA). En el griego original, el término significa literalmente "trasladar algo de un lugar o ámbito a otro". Cuando Dios rescata a los cristianos "de la potestad de las tinieblas" mediante la obra salvadora de Jesucristo en la cruz, los empaca y los traslada, espiritualmente hablando, al "reino de su amado Hijo" (Colosenses 1:13).

Pablo compara la salvación con la adquisición de una nueva dirección en una nueva y reluciente propiedad. Esta imagen de la liberación recuerda el dramático rescate del Señor de Su pueblo de la esclavitud de Egipto (Éxodo 6:6; 12:27; Deuteronomio 13:5). Dios sacó a los israelitas de la oscura tierra de Egipto y los trasladó, finalmente, a la Tierra Prometida. Hoy, traslada a los creyentes al reino donde Su Hijo reina como Rey, sobre todo poder de las tinieblas (ver Hechos 26:17-18; Efesios 6:12).

Las imágenes de Pablo recuerdan también la visión esperanzada del Mesías que ofrece el profeta Isaías: "Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo que livianamente tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles. El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos" (Isaías 9:1-2; ver también Isaías 42:6-7; 58:10; Isaías 60:1-3). En el momento de la salvación, Dios nos arranca del dominio oscuro de Satanás y nos trasplanta a la luz brillante del reino de Jesucristo.

Que los creyentes sean trasladados al reino de Su amado Hijo significa que nuestra ciudadanía cambia cuando Jesús se convierte en nuestro Salvador. Antes de ser rescatados, caminamos en desobediencia y pecado, obedeciendo a nuestro comandante, el diablo (ver Efesios 2:1-3). Después de la salvación, nuestro pasaporte recibe el sello de "ciudadano del cielo", y nuestro Rey es ahora "el Señor Jesucristo" (ver Filipenses 3:20). Ya no somos "extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios" (Efesios 2:19). El apóstol Pedro declara: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 Pedro 2:9).

Gran parte de las enseñanzas de Cristo se centraron en Su reino (Mateo 4:17; 5:1-12; Lucas 12:32; Mateo 13:10-52). Los creyentes deben ser "trasladados" al reino de los cielos porque no podemos trasladarnos allí por nuestra propia voluntad. La Biblia dice que somos impotentes para salvarnos a nosotros mismos (Romanos 5:6-8; Efesios 1:7). Solo Dios, que "nos salvó, no por las acciones justas que nosotros habíamos hecho, sino por su misericordia. Nos lavó, quitando nuestros pecados, y nos dio un nuevo nacimiento y vida nueva por medio del Espíritu Santo. Él derramó su Espíritu sobre nosotros en abundancia por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Por su gracia él nos hizo justos a sus ojos y nos dio la seguridad de que vamos a heredar la vida eterna" (Tito 3:4-7, NTV; ver también Efesios 1:7; 2:4-9, 13).

Los creyentes son trasladados al reino del Hijo amado de Dios "por la gracia inmerecida del Señor Jesús" (Hechos 15:11; ver también Romanos 3:21-24). En Cristo, Dios nos da el billete dorado que nos trasladada de la muerte a la vida (Juan 5:24); de la exclusión a la aceptación (Colosenses 1:22); de la separación a la cercanía (2 Corintios 5:18-20); de la desesperación a la esperanza (1 Pedro 1:3); de las tinieblas a la luz (1 Juan 2:8); de la esclavitud a la libertad (Romanos 6:16-23; 8:2; Juan 8:32); de enemigos a amigos (Romanos 5:11); y de extranjeros a compatriotas (Hebreos 11:13-16).

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