Pregunta: ¿Qué significa que "todo lo que el hombre sembrare, eso también segará" (Gálatas 6:7)?
Respuesta:
En los primeros versículos de Gálatas 6, Pablo hace hincapié en que las personas son responsables de sus actos y deben ser amables cuando los demás fallan (Gálatas 6:1). Además de que la mansedumbre es una expresión de amor y un cumplimiento de la ley de Cristo (Gálatas 6:2), una respuesta amable a los demás es una forma de mantenernos alejados de los problemas, porque puede ayudarnos a evitar ser hipercríticos. Aunque el pasaje anima a los lectores a ser considerados con los demás, lo cierto es que todo lo que el hombre siembra, eso también recoge (Gálatas 6:7). Así pues, aunque debemos soportar las cargas de los demás (Gálatas 6:2), seguimos siendo responsables de llevar nuestra propia carga (Gálatas 6:5).
En Gálatas 6:7, Pablo recuerda a los lectores que "todo lo que el hombre sembrare, eso también segará". Dios es un Dios justo y ha instituido a lo largo de la experiencia humana el concepto de siembra y cosecha. Cuando un agricultor planta semillas y las cuida, suelen brotar y producir crecimiento. Del mismo modo, todo lo que una persona "plante" en su propio pensamiento y comportamiento dará después fruto, ya sea bueno o malo. Si una persona se centra en satisfacer los deseos de la carne, y eso es en lo que invierte, entonces esa persona cosechará fruto de esa inversión. Pablo describe este fruto en Gálatas 5:19-21, y la lista no es nada agradable. En cambio, si uno invierte en cosas espirituales, entonces el "fruto" de su vida será espiritual y sano (Gálatas 6:8). Pablo explica cómo el Espíritu Santo produce fruto en las personas y qué aspecto tiene (Gálatas 5:22-23).
Pablo introduce la verdad de que lo que un hombre siembra también lo recoge con una sombría advertencia: "No os engañéis; Dios no puede ser burlado" (Gálatas 6:7). Los lectores sabios prestarán atención a sus propias vidas y tomarán medidas para asegurarse de que viven de acuerdo con este principio. Que nadie piense que es la excepción a la regla. A la siembra le sigue la cosecha, y lo que siembras importa. Dios escudriña el corazón y conoce todas las circunstancias, y Su decreto de que la cosecha corresponderá a la siembra no se dejará de lado.
En otro pasaje, Pablo explica con más detalle el concepto de que todo lo que el hombre siembra, eso también recoge. En 1 Corintios 3:8 afirma que cada persona será recompensada según su propia obra. Ni el que planta ni el que riega son los factores más significativos de la ecuación, porque Dios es el causante del crecimiento (1 Corintios 3:7-8). Así pues, aunque plantemos y reguemos bien -centrándonos en las cosas relacionadas con nuestra nueva vida en Cristo-, sigue siendo Dios quien causa el crecimiento. Y aunque Dios recompensa al que trabaja, comprendemos que incluso nuestra oportunidad de trabajar es un don de Dios. En otras palabras, el principio de que todo lo que el hombre siembra también lo recoge enseña tanto la justicia como la misericordia de Dios.
Podemos aplicar el principio de cosechar lo que sembramos al tema de la salvación. Si no conocemos a Jesucristo como nuestro Salvador, entonces seguimos muertos en nuestro pecado, o separados de tener una relación correcta con Dios (ver Efesios 2:1-5). Si estamos en ese estado, entonces incluso nuestras acciones justas son como trapos sucios en comparación con la norma de justicia de Dios (Isaías 64:6). Si estamos en esa condición, entonces la verdad de que todo lo que el hombre siembra eso también recoge (Gálatas 6:7) es en realidad aterradora, porque estamos sembrando según el pecado y la muerte, y el fruto lo reflejará. Por otro lado, si en Su misericordia Dios nos ha dado vida juntamente con Cristo por la gracia mediante la fe (Efesios 2:8-10), entonces tenemos la oportunidad de sembrar según la novedad de la vida. Por Su gracia, ahora podemos invertir en cosas que tienen valor eterno y ver frutos que también tienen valor eterno. El hecho de que todo lo que un hombre siembra también lo recoge no solo tiene que ver con la justicia, sino con la magnífica misericordia de Dios. Dios no nos ha dado lo que merecíamos; en Su asombrosa gracia, Dios nos ha dado lo que no merecíamos: la oportunidad de sembrar la semilla de la justicia para que podamos ver el fruto de Su justicia en nuestras vidas.