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Pregunta: ¿Qué significan las vestiduras de piel que Dios le hizo a Adán y Eva (Génesis 3:21)?

Respuesta:
Después de que Adán y Eva pecaran en el Jardín del Edén, la pareja conoció las consecuencias de su desobediencia a Dios. El pecado traería finalmente la muerte a la humanidad, junto con la pérdida de la inocencia y un sentimiento de culpa. Al darse cuenta de que estaban en una condición caída, ahora desnudos y avergonzados (ver Génesis 2:25), trataron de esconderse del Señor y cubrir su vergüenza con ropas hechas de hojas de higuera (Génesis 3:7). Pero Dios no aceptó estas vestiduras fabricadas con su propio ingenio: "El Señor Dios hizo vestiduras de piel para Adán y su mujer, y los vistió" (Génesis 3:21, NBLA).

Dios le dijo a Adán que moriría a causa de su pecado (véase Génesis 2:17; 3:19). Físicamente, Adán murió 930 años después (Génesis 5:5). Pero también murió espiritualmente por la separación inmediata de Dios (Génesis 3:22-24). Antes de la caída, Adán y Eva caminaban y hablaban con Dios en el paraíso, pero ahora estaban desterrados de Su presencia. Y aunque Dios sí castigaría su pecado, también ofrecería gracia y compasión para ellos y toda la humanidad.

Las vestiduras de piel que Dios mismo hizo para Adán y Eva y les colocó para cubrir su vergüenza requirieron el derramamiento de sangre y eran simbólicas de la salvación que se nos ha dado en Jesucristo. Las vestiduras de piel de animal que Dios colocó sobre Adán y Eva muestran que el sacrificio de animales era necesario para cubrir la condición pecaminosa que deshonraba a la humanidad.

Arthur Pink comenta las vestiduras de piel que Dios hizo para Adán y Eva: "Fue el primer sermón evangélico, predicado por Dios mismo, no con palabras, sino con símbolos y acciones. Fue una exposición del camino por el que una criatura pecadora podía volver y acercarse a su santo Creador. . . . Era una bendita ilustración de la sustitución: el inocente muriendo en lugar del culpable" (Gleanings in Genesis, ch. 5, § IV, Moody, 1922, p. 44 − Solo disponible en inglés).

En el sistema de sacrificios judío, la expiación del pecado se lograba mediante el derramamiento de la sangre de un animal: "Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona" (Levítico 17:11). El autor de Hebreos explica además: "Sin derramamiento de sangre no se hace remisión" (Hebreos 9:22).

Tanto el primer derramamiento de sangre animal para confeccionar las vestiduras de piel de Adán y Eva como el sistema de sacrificios judío fueron prefiguraciones de la muerte de Jesucristo en la cruz. El Cordero de Dios entregó Su vida para pagar el precio de nuestro pecado (1 Juan 3:16; 4:9-10). Jesús hizo esto no solo para cubrir nuestros pecados, sino para quitarlos por completo. En Su gracia y misericordia, Él se deshace de la obra inadecuada de nuestras propias manos y nos reviste de Su justicia (2 Corintios 5:21). Por la fe en Jesucristo, estamos totalmente cubiertos (Romanos 3:21-31). Somos liberados de la culpa, la vergüenza y la desnudez. Jesús hace por nosotros lo que no podemos hacer por nosotros mismos.

Conscientes de nuestras carencias y pecaminosidad, muchos de nosotros, como Adán y Eva, intentamos revestirnos de buenas obras farisaicas. Vamos a la iglesia, cumplimos deberes religiosos y nos cubrimos con "hojas de higuera" de nuestra propia cosecha. Pero Dios dice que "todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento" (Isaías 64:6). Solo por la gracia de Dios somos salvos del pecado mediante la fe en Jesucristo, "y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9). Cuando el hijo pródigo volvió a casa, su padre, con gracia y perdón, dijo: "Sacad el mejor vestido, y vestidle" (Lucas 15:22). Al igual que nuestro Padre celestial, el padre de la parábola abrazó a su hijo arrepentido y le puso su mejor vestido: ¡qué misericordia, amor y compasión!

Con vestiduras de piel, Dios cubrió a Adán y Eva, expresando así Su gracia y perdón ante el pecado y el juicio. Este acto nos recuerda que la salvación es toda obra de Dios en Jesucristo. Somos redimidos de la caída gracias a la intervención misericordiosa de Dios. Podemos alzar la voz y cantar con todos los redimidos: "En gran manera me gozaré en el Señor, mi alma se regocijará en mi Dios. Porque Él me ha vestido de ropas de salvación, me ha envuelto en manto de justicia" (Isaías 61:10, NBLA).

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