Respuesta:
El espíritu es la parte inmaterial de los seres humanos que tiene la capacidad de relacionarse con Dios. Fuera de Cristo, una persona está espiritualmente muerta y no puede tener relación con Dios (Efesios 2:1–6; Romanos 8:5–8) Pero cuando una persona pone su confianza en Jesucristo para la remisión de pecados, el Espíritu Santo entra en ella y le otorga vida espiritual. La vida espiritual se refiere a la vida vivida en y con Dios desde la salvación a través de la eternidad. La vida espiritual comienza cuando nacemos de nuevo.
Antes de que una persona tenga vida espiritual, es esclava del pecado (Juan 8:34) y está espiritualmente muerta (Colosenses 2:13). Debido a la desobediencia de Adán en el Jardín de Edén, cada persona está maldita con una naturaleza pecaminosa, separación de Dios y una predisposición a vivir contrario a la voluntad de Dios. Jesús es el único camino para recibir el perdón de los pecados y para obtener vida espiritual (Juan 14:6; Hechos 4:12). Él pagó la penalidad por los pecados de todos los que creerían en Él (Hechos 16:31; Juan 3:16), y venció a la muerte al resucitar de los muertos. Todos los que ponen su confianza en Él para esta salvación se vuelven espiritualmente vivos. El apóstol Pablo les dice a los creyentes: “porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis." (Romanos 8:13). Vivir de acuerdo a la carne produce muerte, pero vivir por el Espíritu trae vida.
Cuando ponemos nuestra fe en la muerte y resurrección de Jesucristo, pasamos de la muerte a la vida. Somos regenerados; nuestros pecados son perdonados, y renacemos espiritualmente. Ya no somos esclavos del pecado (Romanos 6:18). Podemos vivir para Dios. Tenemos vida espiritual. En el momento de la salvación, el Espíritu Santo entra en el creyente y “el Espíritu es el que da vida" (Juan 6:63). Después de que una persona es salvada, el Espíritu Santo la guía en una nueva vida espiritual y produce un carácter piadoso (Juan 16:13; Romanos 8:14; Gálatas 5:25).
La vida espiritual de un creyente le impulsa a crecer en las cosas de Dios y a aplicar la verdad de Dios a la vida. El grado de crecimiento en la vida espiritual de una persona está determinado por el grado en que permite que el Espíritu Santo conduzca y controle su vida en lugar de vivir en la carne. Nuestro pecado y desobediencia entristecen al Espíritu Santo (Efesios 4:30) e impiden Su obra en nuestras vidas. En lugar de ceder a las influencias mundanas, se exhorta a los creyentes a estar llenos del Espíritu (Efesios 5:18). Un creyente nacido de nuevo continuará creciendo en su vida espiritual al elegir consistentemente y continuamente rendirse a la obra del Espíritu Santo.
La verdadera vida espiritual es producida por el Espíritu trabajando en y a través del creyente. No es producida por el esfuerzo propio ni es una vida vivida en la gratificación de la carne. Un creyente nacido de nuevo que es controlado por el Espíritu Santo mostrará una caminata espiritual consistente basada en la Palabra de Dios y demostrará el fruto del Espíritu en su carácter a medida que crece (Gálatas 5:22–23).