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Pregunta: ¿Qué significa que "ya no vivo yo" en Gálatas 2:20?

Respuesta:
En Gálatas 2:20, el apóstol Pablo hace una breve pero poderosa declaración sobre la identidad del creyente en Cristo. Pablo dice: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". Aquí, Pablo expresa las implicaciones de estar crucificado con Cristo.

Cuando Pablo dice: "Ya no vivo yo", se refiere al cambio radical que se produce cuando los pecadores depositan su fe en la muerte sacrificial de Cristo en la cruz. Es el mismo tipo de cambio del que habló Jesús durante Su conversación con Nicodemo: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios" (Juan 3:3; ver también el versículo 5). Nacer de nuevo no significa "pasar de página" cambiando una o dos cosas de nosotros mismos. Por el contrario, significa una vida completamente nueva. Hemos sido crucificados con Cristo, y hemos muerto a nuestro "viejo yo" que antes nos definía: "Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado" (Romanos 6:6).

Cuando Pablo dice: "Ya no vivo yo", está afirmando su propia renuncia a sí mismo por amor a Cristo. El cambio que Jesús produce en nuestros corazones es tan completo que es prácticamente como si ya no fuéramos nosotros mismos. El cambio es tan arrollador, que es como si tuviéramos una nueva identidad, y esa identidad es Cristo.

A continuación, Pablo dice: "vive Cristo en mí" (Gálatas 2:20). En pocas palabras, esto significa que Cristo es la fuente de nuestras vidas y de nuestra identidad. Aunque Cristo está físicamente ausente del mundo, sigue morando con nosotros a través de la presencia del Espíritu Santo. Es el Espíritu quien nos da poder y nos capacita para perseguir la justicia y producir fruto que conduce a la vida eterna (Gálatas 5:22-23). De hecho, el fruto del Espíritu es la prueba de que pertenecemos a Cristo (Romanos 8:9-11).

Aunque tenemos cuerpos físicos y seguimos luchando contra el pecado (Romanos 7:7-25), Cristo ha transformado completa y radicalmente la forma en la que llevamos nuestras vidas. Antes éramos pecadores autosuficientes y santurrones. Ahora vivimos de la fe, el amor y la esperanza (1 Corintios 13:13). La fe de la que habla Pablo en Gálatas 2:20 no es una fe ciega, sino una experiencia íntima y personal del amor de Cristo. Cristo no solo dice que nos ama, sino que lo ha demostrado con sus actos: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8). El amor de Dios por nosotros es, pues, el fundamento de nuestra vida. El creyente puede decir: "Ya no vivo yo", por la forma milagrosa en la que su vida ha sido transformada. Nuestro antiguo yo y nuestro estado pecaminoso forman parte de la vieja forma de vivir. Estamos muertos al pecado, habiendo sido crucificados espiritualmente con Cristo.

"The Message" tiene una útil paráfrasis de Gálatas 2:19-21: "Me identifiqué completamente con él. De hecho, he sido crucificado con Cristo. Mi ego ya no es central. Ya no es importante que parezca justo ante ti o que tenga tu buena opinión, y ya no me mueve impresionar a Dios. Cristo vive en mí. La vida que me ves vivir no es "mía", sino que la vivo por la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí. No voy a retroceder en eso" (Traducción propia).

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