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Pregunta

¿Debería un cristiano hacer una promesa?

Respuesta


Una promesa es un voto o compromiso para realizar una acción o una garantía de que algo definitivamente ocurrirá. No hay nada inherentemente malo o pecaminoso en hacer una promesa. De hecho, la Biblia registra una gran cantidad de promesas que Dios mismo ha hecho.

Cuando Adán y Eva pecaron por primera vez en el jardín de Edén, Dios hizo un pacto, una promesa especial basada en una relación personal, para enviar a un Salvador que "aplastaría la cabeza [de Satanás]" y libraría a la humanidad del pecado (Génesis 3:15). Dios hizo más pactos con Noé y toda la humanidad (Génesis 9:8–17), con Abraham (Génesis 12:1–3), con los israelitas (Deuteronomio 11 y 30:1–10), con David (2 Samuel 7:8–16), y con los creyentes en Cristo (Jeremías 31:31–34). Dios ha hecho promesas para cuidar a Su pueblo (Salmo 9:9–10; Mateo 6:31–33; Romanos 8:28), promesas para bendecir a aquellos que le buscan y obedecen (Salmo 37:4; Isaías 40:31; Santiago 1:5), promesas para conceder salvación y perdón a aquellos que creen en Él y eligen seguirlo (Juan 3:36; Romanos 10:9–10; 1 Juan 1:9), y muchas más. Cualquier promesa que Dios haga, la cumple.

Nuestras promesas son importantes, especialmente cuando hacemos una promesa a Dios. "Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas" (Eclesiastés 5:4–5).

Las promesas pueden ser bellas y honorables y hechas para el bien de los demás. Pero deben cumplirse. Como somos humanos imperfectos, solo debemos hacer promesas con cuidado e introspección para que no se conviertan en pecado. Las promesas pueden romperse fácilmente o hacerse con la motivación equivocada, lo que puede resultar en daño a nosotros mismos o a otros. Al hacer una promesa, el creyente debe considerar las siguientes preguntas:

1. ¿Tu promesa se hace con la intención de perjudicar a otra persona? Jesús declaró que el segundo mandamiento más importante es amar a los demás como a nosotros mismos (Mateo 22:34-40). Jesús también enseñó que debemos perdonar a nuestros enemigos (Mateo 18:21-22) y no vengarnos (Mateo 5:38-40). Si la promesa se hace con la intención de dañar a alguien o buscar venganza, es pecado.

2. ¿Tienes la intención de cumplir la promesa? No se deben hacer promesas sin la estricta intención de cumplirlas. Incluso algo tan aparentemente benigno como prometer a alguien: "Oraré por ti", y luego no hacerlo, es una promesa incumplida. Cuando se trata de hacer un juramento, Jesús instruyó: "Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede" (Mateo 5:37). Esto también se puede aplicar a las promesas.

3. ¿Has pensado bien tu promesa? Las promesas frívolas pueden ser peligrosas, sobre todo cuando se hacen a Dios. En Jueces 11:29-40, leemos acerca del voto imprudente de Jefté al Señor. A cambio de la victoria sobre los amonitas, Jefté prometió sacrificar lo primero que encontrara cuando regresara a casa. Tristemente, fue la única hija de Jefté, una hija, quien se encontró con él a su regreso.

4. ¿Tienes poder para cumplir tu promesa? Una promesa que depende de las acciones de otra persona o de una variable desconocida no tiene ninguna garantía de ser cumplida y, por lo tanto, debe evitarse. Este tipo de promesas pueden dañar la reputación de uno y hacer que la persona que las prometió parezca poco digna de confianza.

Hay un viejo refrán que dice: "Una promesa hecha es una promesa cumplida". Esta es la norma de fidelidad a la que todo creyente debe aspirar. Un cristiano debe hacer una promesa solo si tiene la plena intención de cumplirla.

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