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Pregunta

¿Qué significa "corra el juicio como las aguas" (Amós 5:24)?

Respuesta


Que "corra el juicio" podría ser un buen título para una nueva canción que llega a las listas musicales. Y lo que es más importante, el profeta Amós utilizó esta frase en su inspirado mensaje profético. "Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo" (Amós 5:24).

Muchos de los libros proféticos del Antiguo Testamento llaman al pueblo judío al arrepentimiento. Los profetas recibieron palabra del Señor de que Él traería el juicio sobre Su pueblo porque se había alejado mucho de Él. Dios envió a estos profetas para advertir a Su pueblo sobre el día del Señor y llamarlo al verdadero arrepentimiento.

En este contexto, encontramos a nuestro profeta Amós. Ve el pecado del pueblo, y es enviado por Dios para advertirles que se aparten del pecado para que no sean juzgados. Les pide que dejen que corra el juicio: la tierra debería estar inundada de justicia. Así las cosas, la tierra está sedienta de justicia.

Al examinar Amós 5, resulta evidente qué pecados cometía el pueblo en tiempos de Amós. Uno de sus pecados de injusticia era cobrar impuestos injustos a los pobres (Amós 5:11). El sistema judicial era desigual porque los jueces y los testigos aceptaban sobornos (Amós 5:12). La justicia corrupta oprimía a los inocentes y a los pobres. Que "corra el juicio como las aguas", dijo Dios, pero estaban represando el río y creando un desierto de injusticia.

Sin embargo, esta misma gente corrupta que oprimía a los pobres y a los inocentes entraba orgullosa en el templo para ofrecer sacrificios al Señor y celebrar Sus fiestas sagradas. El pueblo injusto vino a adorar a Dios con la corrupción en el corazón y en las manos. Dios desprecia esto (Amós 5:21-23). Ve su pecado y sus corazones malvados. Dios odia que opriman a los pobres y que hayan ignorado las leyes de Dios sobre tratarlos con justicia y generosidad (Deuteronomio 15:7-8; Proverbios 14:31; Levítico 19:9-10). En el pasaje de Amós, Dios rechaza sus sacrificios porque quienes los ofrecen no se arrepienten (Amós 5:21-23).

Dios odia la pretensión de la adoración de los israelitas en tiempos de Amós. Cumplen las prácticas sagradas para ser "buenos con Dios". Sin embargo, siguen practicando el mal y la injusticia. Sus corazones no han sido transformados por la ley de Dios ni por Su amor. Ignoran los decretos de Dios sobre llevar una vida piadosa y piensan erróneamente que quemando incienso al Señor y asistiendo a los festivales quedarán bien con Dios. Dios prefiere la verdadera justicia antes que una conformidad externa con Sus leyes. "El hacer justicia y derecho es más deseado por el Señor que el sacrificio" (Proverbios 21:3, NBLA).

La ley de Dios para Su pueblo siempre tuvo que ver con amar a Dios y amar a los demás. En tiempos de Amós, parece que Su pueblo no había entendido nada. El profeta Oseas revela el corazón de Dios en este asunto: "misericordia quiero, y no sacrificio" (Oseas 6:6). Dios proporcionó el sistema de sacrificios a Su pueblo porque sabía que pecarían, y quería proporcionar una forma de limpiar su pecado. En tiempos de Amós, el pueblo utilizaba el sistema de sacrificios de Dios como los sistemas religiosos paganos. No seguían la ley moral de Dios, y daban por sentado que bastaría con obedecer superficialmente la letra de la ley. Estaban atrapados en una religión legalista.

Después de comunicarles Su desprecio por sus pretenciosas prácticas religiosas, vacías de verdadero arrepentimiento, Dios dice: "Pero corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo" (Amós 5:24). Dios quiere que la tierra se refresque y se nutra de justicia. Llama a Su pueblo a estar lleno de justicia y rectitud. El lenguaje poético les insta a rebosar de estos rasgos. Dios quiere verlos alejarse de su maldad y restaurar la rectitud y la justicia en la tierra.

El profeta Amós advierte al pueblo de Dios que debe seguir la ley de Dios o, de lo contrario, enviará un juicio sobre él. Amós llama al día en que Dios juzgará "el día del Señor". Más tarde, tanto Israel como Judá sufrieron la devastación del exilio y el juicio porque no prestaron atención a las repetidas advertencias de los profetas.

Finalmente, Dios envió bondadosamente otro profeta a Su pueblo -Juan el Bautista- y también predicó el arrepentimiento. Entonces vino Jesús para ser de una vez por todas el sacrificio por los pecados de Su pueblo si se arrepentían y creían en Él para la salvación (Hebreos 10:10). Es durante el futuro reinado de Cristo cuando veremos la justicia correr como las aguas.

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