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Pregunta

¿Qué significa que el Señor es la fortaleza de mi vida (Salmo 27:1)?

Respuesta


En el Salmo 27:1, el rey David presenta a todo creyente el remedio contra el miedo: "El Señor es mi luz y mi salvación; ¿A quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿De quién tendré temor?" (Salmo 27:1, NBLA).

Contra toda amenaza, David levantó tres escudos. El primero fue la luz del Señor, una metáfora de la santidad, la verdad y la presencia guiadora de Dios que disipan la oscuridad (Salmo 18:28; 36:9; 43:3). En segundo lugar, David reconoció que la salvación del Señor le preservaba del peligro, el daño y la destrucción. Y, por último, David se apoyó en esta defensa sólida como una roca: "El Señor es la fortaleza de mi vida".

La palabra hebrea (ma'oz), traducida como "fortaleza" (NBLA) en el Salmo 27:1, significa "baluarte" (NVI). Describe un refugio seguro fortificado con altos muros de roca. Al decir: "El Señor es la fortaleza de mi vida", David resalta la protección inquebrantable de Dios a quienes le piden ayuda. Repite esta idea en el Salmo 28:8: "El Señor le da fuerza a su pueblo; es una fortaleza segura para su rey ungido" (NTV). De nuevo, David declara: "El Señor rescata a los justos; él es su fortaleza en tiempos de dificultad" (Salmo 37:39, NTV; ver también Salmo 31:2).

Como rey y guerrero, David comprendió que Dios era su refugio seguro en las batallas de la vida. David encontraba sanidad, renovación y restauración de fuerzas cuando pasaba tiempo en la presencia de Dios. Como baluarte de David, Dios también le ofrecía un refugio seguro desde donde podía lanzar un contraataque a las fuerzas malignas con las que David se iba a encontrar cada día.

Para que el Señor sea la fortaleza de nuestra vida, primero debemos aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador. Puesto que éramos impotentes para salvarnos a nosotros mismos, Dios, en Su misericordia y gracia, nos salvó mediante el sacrificio de Su Hijo (Efesios 2:5-9; ver también Santiago 4:12). Una vez que recibimos la fortaleza de la salvación de Dios, podemos empezar a entender "la increíble grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos en él. Es el mismo gran poder que levantó a Cristo de los muertos y lo sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios, en los lugares celestiales" (Efesios 1:19-20, NTV).

Para todo creyente que deposita su confianza en el Señor, Su nombre se convierte en una "torre fuerte, a ella corre el justo y está a salvo" (Proverbios 18:10, NBLA). El nombre del Señor expresa Su naturaleza esencial, Su carácter y Su autoridad. Su nombre representa al Señor mismo. Sólo el Señor es el verdadero refugio de Su pueblo: "Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; siempre está dispuesto a ayudar en tiempos de dificultad. Por lo tanto, no temeremos cuando vengan terremotos y las montañas se derrumben en el mar" (Salmo 46:1-2, NTV).

Cuando decimos: "El Señor es la fortaleza de mi vida", queremos decir que Dios es nuestra defensa segura contra toda amenaza, temor y enemigo (Deuteronomio 33:27). El Señor protege con seguridad a quienes le invocan durante todos los días de su vida (Romanos 10:13; Hechos 2:21; Juan 10:28-29). En lugar de dejar que la ansiedad nos devore, la Biblia nos instruye, diciendo: "oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús" (Filipenses 4:6-7, NTV).

El apóstol Pablo confiaba en que el Señor era la fortaleza de su vida (Efesios 3:16; 6:10; Filipenses 4:13; 2 Tesalonicenses 2:16-17; 1 Timoteo 1:12; 2 Timoteo 4:17). Sobre el amor de Dios que vence el miedo, escribió: "Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? . . . Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 8:31, 38-39, NBLA).

Los creyentes pueden decir con confianza: "El Señor es la fortaleza de mi vida", cuando renuncian al control y se ponen totalmente en manos de Dios. Como el joven David, que encontró el valor y la fuerza para enfrentarse al gigante Goliat gracias a su profunda dependencia del Señor (1 Samuel 17:45), nosotros también debemos darnos cuenta de que sólo con el poder de Dios podemos "hacer retroceder a nuestros enemigos" y "pisotear a nuestros adversarios" (ver Salmo 44:4-8). Sólo Dios "da poder a los indefensos y fortaleza a los débiles. Hasta los jóvenes se debilitan y se cansan, y los hombres jóvenes caen exhaustos. En cambio, los que confían en el Señor encontrarán nuevas fuerzas; volarán alto, como con alas de águila. Correrán y no se cansarán; caminarán y no desmayarán" (Isaías 40:29-31, NTV).

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