Pregunta
¿Por qué un buen nombre es mejor que un buen ungüento (Eclesiastés 7:1)?
Respuesta
En la antigüedad, la reputación y la posición de un individuo en la comunidad estaban estrechamente ligadas a su nombre. En Eclesiastés 7:1 (NBLA), Salomón afirma: "Mejor es el buen nombre que el buen ungüento", subrayando el valor inestimable de conservar una buena reputación.
«Buen ungüento» se refiere a un perfume fino y costoso. En la Nueva Traducción Viviente, Eclesiastés 7:1 está redactado así: "Vale más una buena reputación que un perfume costoso". Salomón enseña a los buscadores de sabiduría que algunas cosas de la vida son mucho más importantes que las riquezas y la prosperidad material. Esta idea resuena en Proverbios 22:1: "Más vale el buen nombre que las muchas riquezas, y el favor que la plata y el oro".
Un buen nombre (o reputación) era muy apreciado en el antiguo Israel (Job 18:17; Proverbios 10:7). El buen ungüento también era muy apreciado y se utilizaba en las Escrituras para simbolizar la unción de Dios (Salmo 45:7; 133; Amós 6:6; Mateo 6:17; 26:7). Pero en Eclesiastés 7:1, Salomón utiliza estas dos cosas preciadas para contrastar los valores internos con las apariencias externas.
¿Por qué un buen nombre es mejor que un buen ungüento? Consideremos las propiedades de un perfume costoso. Uno de los perfumes más caros del mercado actual, la Alegría de Jean Patou, afirma incorporar más de diez mil flores de jazmín y unas 28 docenas de rosas por frasco. El extravagante ungüento huele rico, lujoso y maravilloso, pero su fragancia es fugaz, temporal. Un buen nombre (o reputación) es mejor que un precioso ungüento, porque perdura.
El perfume puede utilizarse para disimular un olor desagradable, pero una buena reputación es evidente y no se puede disimular. Un perfume costoso es un símbolo de estatus que sólo tiene que ver con las cualidades superficiales de la imagen exterior. Pero una buena reputación se basa en la integridad genuina, la vida correcta y el carácter interno. El perfume fino puede poseer un valor material, externo y mundano, pero la buena reputación de un hijo de Dios es mucho mejor porque su valor es eterno (Isaías 56:5; Apocalipsis 3:12).
Una reputación respetable se construye conociendo y obedeciendo la Palabra de Dios (Deuteronomio 4:1-14), viviendo para agradar al Señor (2 Corintios 5:9-10) y esforzándose siempre por mantener una conciencia limpia ante Dios y ante los demás (Hechos 24:16; Hebreos 13:18; 1 Tesalonicenses 4:1).
Jesús comprendió que un buen nombre era mejor que un buen ungüento. Se esforzó, incluso de niño, por desarrollar una reputación honorable, creciendo "en sabiduría y en estatura, y en el favor de Dios y de toda la gente" (Lucas 2:52, NTV). En la Iglesia primitiva, se elegía a hombres de "buena reputación" para servir como diáconos (Hechos 6:3, NBLA). Uno de ellos fue Esteban, a quien la Biblia describe como "lleno de fe y del Espíritu Santo" (Hechos 6:5, NBLA) y "lleno de gracia y de poder" (Hechos 6:8, NBLA).
Millones de personas no pueden permitirse comprar un perfume caro, pero un buen nombre está al alcance de ricos y pobres por igual. Mejor aún, una reputación respetable llega más lejos, dura más y vale mucho más. En opinión del Señor, el buen carácter es más valioso que todas las riquezas de este mundo. Como prueba, cuando una mujer derramó sobre Él su frasco de alabastro con un costoso ungüento, Jesús la honró, reconociendo que su buena reputación sería recordada a lo largo de los siglos (Mateo 26:13).
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¿Por qué un buen nombre es mejor que un buen ungüento (Eclesiastés 7:1)?