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Pregunta

¿En qué se parece el diablo a un león rugiente (1 Pedro 5:8)?

Respuesta


Algunos cristianos temen al diablo, mientras que otros lo ignoran o subestiman su poder. En 1 Pedro 5:8-11, el apóstol Pedro insta a los creyentes a que conozcan a su enemigo y sepan cómo es. Como cristianos, estamos inmersos en una batalla espiritual de vida o muerte, y es crucial que no juzguemos mal el poder de Satanás ni ignoremos sus artimañas. Pedro escribe: "¡Estén alerta! Cuídense de su gran enemigo, el diablo, porque anda al acecho como un león rugiente, buscando a quién devorar. Manténganse firmes contra él y sean fuertes en su fe. Recuerden que su familia de creyentes en todo el mundo también está pasando por el mismo sufrimiento" (versículos 8-9, NTV).

Los leones son un símbolo recurrente en la Biblia, que a menudo representa la fortaleza y el valor. Sin embargo, en 1 Pedro 5:8, se compara al diablo con un león, un marcado contraste con la noble imagen que suele transmitir ese animal. Esta comparación sirve de advertencia, pues revela aspectos críticos de la naturaleza del diablo, que ruge y merodea, buscando destruir.

El diablo es como un león en el sentido de que es peligroso. Los creyentes del siglo I, familiarizados con el sangriento espectáculo de la muerte en los coliseos romanos, comprenderían la amenaza mortal de los leones. También serían conscientes de las numerosas descripciones en los Salmos de enemigos agazapados a cubierto y al acecho: "No sea que alguno desgarre mi vida como león, y me despedace sin que haya quien me libre" (Salmo 7:2, NBLA; ver también Salmo 10:9-10; 17:12; 22:13-21; 35:17; 58:6).

Los creyentes deben reconocer y respetar que el diablo es un adversario peligroso y extraordinario. Es astuto como una serpiente (Génesis 3:1-5), se desliza y nos engaña cuando menos lo esperamos (2 Corintios 11:3; Apocalipsis 12:9; 20:2-3). Es destructor (Apocalipsis 9:11) y acusador (Job 1:8-11; Zacarías 3:1-2; Apocalipsis 12:10). Es astuto (2 Corintios 4:4; 11:14; Efesios 6:11), inteligente y poderoso (1 Juan 5:19; 2 Tesalonicenses 2:9-10; Apocalipsis 13:13-14).

El diablo es como un león en el sentido de que merodea por este mundo. Efesios 2:2 lo describe como "el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia". Jesús le llama "el príncipe de este mundo" (Juan 12:31; ver también Juan 14:30; 16:11). El diablo vive en esta tierra y vaga de un lugar a otro. En este mundo caído, los creyentes residen en territorio ocupado por el enemigo. Debemos estar alerta, sabiendo que puede producirse un ataque en cualquier momento.

Por esta razón, Pedro dice: "Manténganse firmes contra él y sean fuertes en su fe" (1 Pedro 5:9, NTV). Dios no nos ha dejado indefensos. Nos ha dado una armadura espiritual -toda la armadura de Dios- para que la llevemos como creyentes. Esta armadura es la poderosa protección de Dios, que nos protege contra las artimañas del diablo y nos permite mantenernos firmes cuando el diablo viene a por nosotros como un león (ver Efesios 6:10-24). Podemos tomar el escudo de la fe y confiar en Dios en toda circunstancia para apagar los dardos encendidos del maligno (Efesios 6:16). No tenemos que temer al diablo cuando llevamos la armadura de Dios. Por el contrario, hacemos como dice Santiago: "Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros" (Santiago 4:7).

El diablo es como un león que ruge. Su rugido es poderoso y de gran alcance. Con él, pretende reclamar su territorio, jactarse de su poder y aterrorizar a su presa. Sin embargo, las Escrituras revelan que el diablo es un gran farsante (Juan 8:44; 2 Corintios 11:13-15). El hijo de Dios conoce la Palabra de la Verdad (Efesios 1:13; 2 Timoteo 2:15) y tiene dentro al Espíritu de la Verdad (Juan 14:17; 16:13; 1 Juan 4:6). El hijo de Dios no puede ser dañado por el rugido de Satanás (Romanos 8:37; 1 Juan 2:13-14). Jesús vino a destruir el poder del diablo (1 Juan 3:8; Hebreos 2:14-15). Como creyentes en Jesús, Dios está de nuestra parte, y ningún enemigo puede prevalecer contra nosotros (Romanos 8:31-33).

El diablo sigue campando a sus anchas y rugiendo por la tierra como un león. Es poderoso y feroz. Pero los que ponen su fe en Jesucristo han sido rescatados del reino de la oscuridad y trasladados al reino de Dios (Colosenses 1:13). Jesús dio Su vida para liberarnos del dominio de Satanás (Tito 2:14). Cristo desarmó al diablo mediante Su victoria en la cruz (Colosenses 2:15). Al final, Dios aplastará al diablo bajo nuestros pies (Romanos 16:20).

Mientras tanto, nos mantenemos firmes contra el diablo en el nombre victorioso de Jesús, igual que el joven David se enfrentó al gigante Goliat en el nombre del Señor (1 Samuel 17:45-50). Resistimos al diablo con la Palabra de Dios del mismo modo que lo hizo Jesús (Mateo 4:1-11), y nos mantenemos alerta persistiendo en la oración (Efesios 6:17-18).

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