Pregunta
¿Qué quiere decir la Biblia cuando se refiere a una mente sana?
Respuesta
Encontramos la expresión dominio propio en 2 Timoteo 1:7: "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio". La palabra griega original traducida aquí "dominio propio" es sophronismos, y aparece en la Biblia solo esta vez.
En otras traducciones de la Biblia, la palabra sophronismos se traduce como "autodisciplina" (NTV). ¿Qué significa exactamente sophronismos? ¿Y a qué se refiere Pablo cuando le dice a Timoteo que Dios nos ha dado el espíritu de dominio propio?
Pablo está escribiendo a Timoteo desde la cárcel. Sabiendo que se acerca el momento de su ejecución, Pablo escribe a Timoteo esta carta profundamente íntima, llena de amor, preocupación y ánimo. Timoteo necesitaría valor y determinación para llevar a cabo la enorme responsabilidad de su llamado de dirigir a la iglesia en la difusión del evangelio. En el versículo anterior, Pablo le recuerda a Timoteo el don del Espíritu Santo que habita en él y le anima a "avivar el fuego de ese don" (2 Timoteo 1:6).
Pablo sabe que Timoteo necesitará contrarrestar su tendencia natural hacia una tranquila timidez, recordando que el Espíritu de Dios vive en su interior. Ese Espíritu empoderará a Timoteo con valentía en lugar de temor, y con amor y dominio propio. Timoteo confiará en que el Espíritu de Dios le capacitará para hacer todo lo que Dios le pida. Timoteo, al estar lleno del Espíritu de amor de Dios -la característica que define a los cristianos- será capaz de amar a Dios y amar a los demás. Y Timoteo tendrá el Espíritu de Dios del dominio propio.
La influencia del Espíritu de Dios es necesaria para tener verdaderamente dominio propio. El domino propio del que habla Pablo es un dominio controlado por el Espíritu Santo de Dios. En el sentido de autodisciplina, la palabra sophronismos denota un pensamiento cuidadoso, racional y sensato. Tener dominio propio requiere un proceso de pensamiento basado en la sabiduría y la claridad que Dios imparte en lugar de estar manipulado por el miedo.
Hoy, como en tiempos de Timoteo, el miedo es una fuerza motriz en el mundo. El miedo inspira los titulares de las noticias, motiva las campañas publicitarias y agita los frenesíes de las redes sociales. El miedo es uno de los dispositivos favoritos de Satanás para confundir nuestras mentes, provocar pensamientos irracionales, malentendidos y desviarnos de la voluntad de Dios. Por esta razón, la Palabra de Dios nos anima a cultivar una mente sana y renovada que pueda procesar pensamientos correctos basados en la verdad de Dios: "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Romanos 12:2).
Tener dominio propio es tener una mente estable y sana. Una mente sana está vinculada a nuestra actitud y perspectiva como creyentes. Una mente sana no está excesivamente preocupada por las preocupaciones y los problemas de esta vida, sino que está puesta en Dios y en Su Reino (Colosenses 1:1-2). Una mente sana está alerta y es sobria, centrada en la esperanza eterna que tenemos en Jesucristo (1 Pedro 1:13). Una mente sana reconoce quiénes somos en Cristo y no depende de la sabiduría y la fuerza humanas (2 Corintios 10:3-5). Una mente sana se guarda mediante la oración y la pureza: "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad" (Filipenses 4:6-8)
Tener dominio propio nos ayuda a estabilizar todo nuestro mundo interior. Cuando Pablo dice que Dios nos ha dado el espíritu de dominio propio (o autocontrol, disciplina y buen criterio), no quiere decir que seamos capaces de entrenar más duro, comer mejor o estudiar más. Pablo reconoce que el Espíritu de Dios produce obediencia, vida recta y juicio moral. De dentro a fuera, el Espíritu Santo remodela y transforma no solo cómo pensamos, sino quiénes somos.
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