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Pregunta

¿Cuál es el don inefable de 2 Corintios 9:15?

Respuesta


Después de enseñar los beneficios de dar con generosidad y de todo corazón, Pablo termina con este mensaje de aliento: "Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos; asimismo en la oración de ellos por vosotros, a quienes aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros. ¡Gracias a Dios por su don inefable!" (2 Corintios 9:13-15).

Tanto los creyentes judíos como los gentiles -fruto de los ministerios combinados de Pablo, Bernabé, Pedro, Jacobo y Juan- participaron en el envío de contribuciones económicas a los pobres de la iglesia de Jerusalén (ver 1 Corintios 16:1-4; Romanos 15:26; Gálatas 2:9-10). En 2 Corintios 8:1-9:15, el apóstol Pablo animó a los creyentes de Corinto a dar generosamente y a cumplir su compromiso, pues se habían vuelto flojos e irregulares a la hora de apartar dinero para la colecta (ver 2 Corintios 8:10-11).

Pablo quería que los corintios comprendieran las consecuencias de largo alcance de sus ofrendas. Los creyentes de todo el mundo verían su obediencia y cómo honraban a Dios con sus ofrendas. Demostrarían la sinceridad de su amor a Dios y a los demás cristianos (2 Corintios 8,8; 1 Juan 4:20) y demostrarían así la autenticidad de su fe en Jesucristo. Como resultado, los creyentes de todo el mundo orarían por los corintios porque sus corazones estarían conmovidos por la sobrecogedora gracia que Dios les había concedido. La sola idea hizo que Pablo estallara en acción de gracias y alabara a Dios por Su don inefable.

¿Qué es este don inefable? Es la gracia sobreabundante que Dios concede a todos los que aceptan Su salvación, perdón y vida eterna en Jesucristo.

Tras la caída de la humanidad, cuando Adán y Eva se rebelaron contra Dios en el Jardín del Edén, todas las personas nacieron en pecado y fueron destinadas a la muerte (Romanos 6:20-23). Sólo mediante el inefable don de la gracia de Dios, que es la vida de Cristo, Su muerte sacrificial en la cruz y Su posterior resurrección de entre los muertos, las personas pueden ser perdonadas de sus pecados, redimidas de la muerte y recibir la vida eterna. Jesús dijo: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).

Aunque el don es demasiado maravilloso para describirlo con palabras, Pablo intentó describirlo a los romanos: "pero hay una gran diferencia entre el pecado de Adán y el regalo del favor inmerecido de Dios. Pues el pecado de un solo hombre, Adán, trajo muerte a muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su perdón para muchos por medio de otro hombre, Jesucristo; y el resultado del regalo del favor inmerecido de Dios es muy diferente de la consecuencia del pecado de ese primer hombre. Pues el pecado de Adán llevó a la condenación, pero el regalo de Dios nos lleva a ser hechos justos a los ojos de Dios, a pesar de que somos culpables de muchos pecados" (Romanos 5:15-16, NTV).

Cuando depositamos nuestra fe en Jesucristo, el inefable don de la gracia de Dios "nos hace justos a sus ojos por medio de Cristo Jesús, quien nos liberó del castigo de nuestros pecados" (Romanos 3:22-24, NTV; ver también Efesios 1:7-8; Tito 2:11-14).

En otro pasaje, Pablo explicó: "Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios" (Efesios 2:8; ver también Efesios 2:4-5). El don inefable de Dios es Su favor inmerecido. No merecemos este don, y no hay nada que podamos hacer para ganárnoslo (ver Romanos 5:6-8; 9:14-16; 11:5-6; Tito 3:4-7; Hechos 15:11). Lo único que podemos hacer es recibir el don bondadoso de Dios con humildad y confianza (Lucas 18:9-14; Hebreos 4:16; 1 Timoteo 1:15-16).

El don inefable es el propio Hijo de Dios, Jesucristo, que dio Su vida para que pudiéramos vivir para Él y con Él para siempre. Él es nuestro ejemplo en todo, incluida la entrega generosa de dones: "Ustedes conocen la gracia generosa de nuestro Señor Jesucristo. Aunque era rico, por amor a ustedes se hizo pobre para que mediante su pobreza pudiera hacerlos ricos" (2 Corintios 8:9, NTV). Inspirados por el derroche de la gracia de Dios en nuestras vidas, debemos dar siempre ofrendas generosas con alegría en el corazón.

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