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Pregunta

¿Qué es el hombre nuevo en Colosenses 3:10?

Respuesta


En Colosenses 3:5-11, el apóstol Pablo enumera varios vicios que los creyentes deben "desechar", como si se quitaran prendas de vestir: "fornicaciónxo-antes-matrimonio.html">fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría" (versículo 5), y "ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca" (versículo 8). Estos pecados pertenecen a nuestra vieja "naturaleza terrenal" (versículo 5). Por último, Pablo dice: "No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos" (versículos 9-11).

El hombre nuevo es la naturaleza espiritual recién regenerada del cristiano nacido de nuevo. Es el ser interior que ha cobrado vida en Jesucristo y que, después, se renueva día a día por el poder del Espíritu Santo (2 Corintios 4:16; Romanos 7:22; Efesios 3:16). Como vemos en Colosenses 3:11, el hombre nuevo no es meramente aquello en lo que nos estamos convirtiendo como cristianos individuales, sino la persona colectiva en la que, como miembros del cuerpo de Cristo, nos estamos convirtiendo juntos en Él, que es "todo y en todos". Pablo utiliza la imagen del cambio de ropa para ilustrar la obra transformadora del Señor de recrear a los creyentes a Su propia imagen: "vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne" (Romanos 13:14; ver también Gálatas 3:27).

Citando Génesis 2:7, Pablo afirma: "El primer hombre, Adán, se convirtió en un ser viviente, pero el último Adán—es decir, Cristo—es un Espíritu que da vida" (1 Corintios 15:45, NTV). Jesús es el hombre nuevo, el último Adán. En última instancia, la recién creada comunidad de creyentes nacidos de nuevo, renovados a Su imagen, es el hombre nuevo: "Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha comenzado!" (2 Corintios 5:17, NTV).

La Biblia enseña que los seres humanos fueron creados a imagen de Dios (Génesis 1:26-27; 5:1). Cuando Adán pecó, la imagen perfecta de Dios en nosotros quedó deformada o arruinada por el pecado (Génesis 3:1-24; Romanos 1:21; 3:23). La caída separó a la humanidad de Dios (Isaías 59:2; Efesios 4:18; Colosenses 1:21) y trajo la muerte al mundo (Romanos 5:12). No obstante, los seres humanos siguen siendo portadores de la imagen de Dios (Génesis 9:6; Santiago 3:9).

Afortunadamente, mediante Jesucristo y la nueva vida que los creyentes reciben en Él, nuestra naturaleza caída y pecaminosa puede ser recreada de nuevo a imagen de Dios (Colosenses 1:22; Efesios 5:27; Hebreos 10:14). Conformarnos al nuevo hombre es el propósito de Dios para nuestras vidas en Jesucristo: "Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos" (Romanos 8:29; ver también 1 Corintios 1:2).

Convertirse en el hombre nuevo comienza en la cruz, cuando aceptamos el don de la salvación de Cristo (1 Corintios 6:11; Efesios 2:13). Antes de la salvación, estábamos "muertos a causa de nuestros pecados y porque aún no nos habían quitado la naturaleza pecaminosa", pero entonces "Dios les dio vida con Cristo al perdonar todos nuestros pecados" (Colosenses 2:13, NTV). Nuestro viejo hombre -nuestro yo pecaminoso, no regenerado- fue crucificado, muerto y sepultado con Cristo. Nuestro hombre nuevo resucita a una vida nueva en Cristo (1 Corintios 6:11; Romanos 6:4-6; Gálatas 2:20). A partir de entonces, el proceso de santificación, o transformación interna, continúa por el resto de nuestras vidas en la tierra.

El Espíritu Santo comienza a renovar nuestras mentes, pensamientos y actitudes, cambiándonos y moldeándonos para parecernos más a Jesús (Romanos 12:2; Efesios 4:23; 2 Corintios 3:18). A medida que pasamos tiempo en la presencia del Señor, creciendo en la gracia y el conocimiento de Él y estudiando Su Palabra, nos hacemos "en todo sentido hasta parecernos más y más a Cristo, quien es la cabeza de su cuerpo, que es la iglesia" (Efesios 4:15, NTV; ver también Juan 17:17; Efesios 5:25-26; 2 Timoteo 3:16).

Llegar a ser el hombre nuevo es un proceso que dura toda la vida "hasta que Cristo se forme por completo en [nuestras] vidas" (Gálatas 4:19). Es la meta a la que siempre debemos tender por el poder del Espíritu Santo, despojándonos de las vestiduras del hombre viejo y vistiéndonos con las del hombre nuevo (Filipenses 3:12; Efesios 4:13; Hebreos 6:1). Solo cuando estemos cara a cara con Jesús en la eternidad, se completará nuestra metamorfosis en el hombre nuevo (1 Juan 3:2-3; Filipenses 3:21; Hebreos 12:23; 2 Pedro 1:4; Judas 1:24).

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