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Pregunta

¿Cuáles son las inescrutables riquezas de Cristo (Efesios 3:8, NBLA)?

Respuesta


La expresión "inescrutables riquezas de Cristo" viene de Efesios 3:8-9: "A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, se me concedió esta gracia: anunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo, y sacar a la luz cuál es la dispensación del misterio que por los siglos ha estado oculto en Dios, creador de todas las cosas". La palabra griega "inescrutables riquezas" se traduce como "incalculables riquezas" en la NVI.

La palabra griega que se traduce como "inescrutable" describe algo que no se puede comprender ni explorar por completo. En otras palabras, las riquezas de Cristo no tienen límite; no se pueden descubrir. Por mucho que lo intentemos, nunca podremos sondear las profundidades del valor de Cristo. Pablo describe algunas de estas riquezas en Efesios 1:7-14: la redención mediante Su sangre, el perdón de los pecados, el conocimiento del misterio de Su voluntad, el mensaje de la verdad, el sello del Espíritu Santo y la garantía de nuestra herencia. Se trata de riquezas espirituales con beneficios eternos, y no podemos comprenderlas plenamente.

Jesús enseñó dos cortas parábolas que destacan el valor de la vida eterna y del reino de Dios: "El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo. El reino de los cielos también es semejante a un mercader que busca perlas finas, y al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró" (Mateo 13:44-46, NBLA). Como un tesoro escondido o una perla de gran valor, la entrada en el reino tiene un valor incalculable, y es Jesucristo quien la concede. Las inescrutables riquezas de Cristo están a la vista en el corazón de todo creyente.

Las inescrutables riquezas de Cristo no pueden rastrearse por completo. «Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en Él» (Colosenses 2:9, NBLA), así que las riquezas de Cristo incluyen todo lo que Dios es. Las inescrutables riquezas de Cristo son la Gloria de Dios, la Verdad de Dios, la Sabiduría de Dios, la Vida de Dios y el Amor de Dios. En Cristo, Dios "nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo" (Efesios 1:3, NBLA). En Cristo "están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento" (Colosenses 2:3, NBLA). En Cristo, Dios "nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad" (2 Pedro 1:3, NBLA).

En Efesios 3:8 (NBLA) Pablo se refiere a sí mismo como "el más pequeño de todos los santos". Esta humilde afirmación contrasta luego con "las inescrutables riquezas de Cristo". Pablo se describe a sí mismo como el más bajo de los creyentes, al tiempo que eleva a Jesús como el más grande de todos. Todo creyente, con la misma humildad, reconoce la bondad y la gracia de Dios, que todo lo superan: "Gracia y gloria da el Señor; nada bueno niega a los que andan en integridad" (Salmo 84:11, NBLA).

Las riquezas que Cristo pone a nuestra disposición no son materiales, sino espirituales. Las inescrutables riquezas de Cristo proporcionan la salvación a todo el que cree (Juan 3:16; Romanos 1:16). Podemos ser los peores pecadores, pero Jesús puede perdonarnos y transformar nuestras vidas (Romanos 12:1-2). Es el don que verdaderamente continúa ofreciéndose, a medida que somos transformados, por el Espíritu de Dios, en personas que ofrecen "amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio" (Gálatas 5:22-23, NTV).

El rey Salomón era un hombre de grandes riquezas y sabiduría, y su fama se extendió por todo el mundo conocido. Dignatarios de otros países acudían a escuchar su sabiduría y a ver su derroche de riquezas (1 Reyes 10:24). La Escritura dice que Salomón no tenía igual en la tierra en aquella época: "Así el rey Salomón llegó a ser más grande que todos los reyes de la tierra en riqueza y sabiduría" (versículo 23). Sin embargo, a pesar de todo, las riquezas de Salomón no eran inescrutables. Se podían cuantificar; los lingotes de oro se podían contar, y él no tenía una reserva inagotable de plata. Además, las riquezas de Salomón solo eran los tesoros temporales de este mundo. Jesús es "más grande que Salomón" (Lucas 11:31). Los tesoros de Cristo son inagotables, son inescrutables y son para siempre.

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