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Pregunta

¿Cuáles son las llaves del reino?

Respuesta


El pasaje bíblico que hace referencia a las "llaves del reino" es Mateo 16:19. Jesús había preguntado a Sus discípulos quién creía la gente que era Él. Después de escuchar varias de las opiniones más populares, Jesús dirigió Su pregunta directamente a Sus discípulos. Pedro, respondiendo por los doce, reconoció a Jesús como el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Tras esta gran confesión, Jesús replicó: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos" (Mateo 16:17-19).

Las llaves se utilizan para cerrar o abrir puertas. Las puertas específicas que Jesús tiene en mente en este pasaje son las puertas del Reino de los Cielos. Jesús está poniendo los cimientos de Su iglesia (Efesios 2:20). Los discípulos serán los líderes de esta nueva institución, y Jesús les está dando la autoridad para, por así decirlo, abrir las puertas del cielo e invitar al mundo a entrar. En este punto es importante comprender cómo, bíblicamente hablando, se entra en el Reino de los Cielos.

Jesús dijo que, a menos que uno nazca de nuevo, no verá el Reino de los Cielos (Juan 3:3). Uno nace de nuevo cuando el Espíritu Santo obra a través de la Palabra de Dios para producir una nueva vida en un pecador muerto. El contenido del mensaje es la muerte sustitutiva de Cristo y su posterior resurrección (Romanos 10:9-10). Así que la predicación fiel del evangelio es la llave del reino.

En Mateo 16:19, Jesús se dirige específicamente a Pedro, por lo que resulta significativo que, en el libro de los Hechos, Pedro figure de forma destacada en la "apertura de puertas" a tres grupos diferentes de personas para que puedan entrar en el Reino. En Hechos 2, es Pedro quien predica en Jerusalén el día de Pentecostés; ese día se salvan unos tres mil judíos. La predicación de Pedro había "abierto la puerta" del cielo para los judíos. Más tarde, en Hechos 8, los samaritanos creen en el evangelio y reciben el Espíritu Santo; de nuevo, Pedro (y Juan) estuvo presente en este acontecimiento. Pedro había "abierto la puerta" para los samaritanos. Luego, en Hechos 10, Pedro lleva el evangelio a la casa de un centurión romano, y ellos también reciben el Espíritu Santo. Pedro había "abierto la puerta" para los gentiles. Las "llaves" que Jesús le había dado funcionaron en cada caso.

Por supuesto, las llaves pueden servir tanto para cerrar puertas como para abrirlas. Parte del mensaje del Evangelio es que la fe es necesaria. Sin fe en Cristo, la puerta del cielo está cerrada y atrancada (ver Juan 3:18). A medida que los apóstoles predicaban el Evangelio, a los que respondían con fe y arrepentimiento se les concedía el acceso al Reino de los Cielos; sin embargo, a los que seguían endureciendo su corazón y rechazando el Evangelio de la gracia salvadora de Dios se les cerraba la puerta del Reino (Hechos 8:23).

El contexto de Mateo 16 también se refiere a un "atar y desatar". Para comprender mejor este concepto, pasemos a Mateo 18:15-20, donde Jesús da las directrices para la disciplina eclesiástica, utilizando el mismo lenguaje de "atar y desatar" que encontramos en Mateo 16. Los apóstoles no debían usurpar la autoridad de Cristo sobre los creyentes individuales y su destino eterno, pero debían ejercer su autoridad para disciplinar a los creyentes descarriados y, si era necesario, excomulgar a los miembros desobedientes de la iglesia. Basándose en la Palabra de Dios, los creyentes de hoy pueden declarar que un pecador impenitente no es salvo ("atado") y que un creyente arrepentido en Jesucristo es salvo ("desatado"). El atar o desatar, basado en el rechazo o aceptación del evangelio por parte de uno, refleja la perspectiva del cielo sobre el asunto. En el cielo, Cristo ratifica lo que se hace en Su nombre y en obediencia a Su Palabra en la tierra.

La voluntad de Dios es que los pecadores tengan acceso al cielo a través de la justicia de Cristo. Consideremos la advertencia de Jesús a los fariseos: "Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando" (Mateo 23:13). Si se distorsiona o se ignora el mensaje del Evangelio, o si no se disciplina adecuadamente el pecado impenitente, se están cerrando en las narices de la gente las puertas del Reino de los Cielos.

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