Pregunta
¿Por qué se maldice al hombre que confía en el hombre (Jeremías 17:5)?
Respuesta
Uno de los temas persistentes de Jeremías es el contraste entre los que confían en los recursos humanos y los que ponen su confianza en el Señor: "Maldito el hombre que en el hombre confía, y hace de la carne su fortaleza, y del Señor se aparta su corazón. Será como arbusto en lugar desolado y no verá cuando venga el bien; habitará en pedregales en el desierto, una tierra salada y sin habitantes. Bendito es el hombre que confía en el Señor, cuya confianza es el Señor. Será como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces junto a la corriente; no temerá cuando venga el calor, y sus hojas estarán verdes; en año de sequía no se angustiará ni cesará de dar fruto" (Jeremías 17: 5-8, NBLA).
"El hombre que confía en el hombre" es la persona que rechaza a Dios y confía en su propia fuerza e ingenio o que busca ayuda y rescate en otras personas. Tal persona está condenada a una vida seca y vacía. Está destinada a experimentar dificultades, angustia y, finalmente, la muerte. Por el contrario, la persona que confía en el Señor es ricamente bendecida. Esta persona prospera, crece y tiene éxito, incluso en medio de circunstancias difíciles.
En tiempos de Jeremías, los líderes de la nación confiaban en los hombres -sus aliados políticos- y se apoyaban en "el brazo de carne" (2 Crónicas 32:8). Tomando prestada la sabiduría del Salmo 1:3-4, Jeremías compara a los que confían en Dios con árboles florecientes y bien regados. Su advertencia de no confiar en los recursos humanos se repite en el Salmo 146:3: "No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación". La incredulidad de Judá y su rechazo del Señor convertirían sus vidas y su tierra en un páramo desértico, pero la fe y la confianza en Dios los establecerían como un bosque firmemente plantado y floreciente.
La dependencia total de Dios era esencial para el pacto de Israel con Yavé (Deuteronomio 28:1-68; Salmo 20:7; Proverbios 3:5-6; Isaías 31:1). Dios había prometido bendiciones para quienes confiaran en Él y le obedecieran, y maldiciones para quienes lo rechazaran y desobedecieran. Sin embargo, el pueblo judío y sus líderes eran conocidos por apartar sus corazones del Señor y confiar en el hombre (Isaías 2:22; 30:1). Una y otra vez, la autosuficiencia y la confianza de Israel en el hombre habían terminado en desastre (Números 14:40-45; Oseas 8:1-14; Amós 6:8).
Solo Dios es digno de confianza (Salmo 28:7; 56:4; 91:1-16; 118:8). Temer a la gente es "una trampa peligrosa, pero confiar en el Señor significa seguridad" (Proverbios 29:25, NTV). Es imposible sortear con seguridad los problemas de esta vida confiando en nuestras propias fuerzas. Por esta razón, Salomón aconsejó: "Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar. No te dejes impresionar por tu propia sabiduría. En cambio, teme al Señor y aléjate del mal. Entonces dará salud a tu cuerpo y fortaleza a tus huesos" (Proverbios 3:5-8, NTV).
En lo que respecta a nuestra salvación eterna, Dios recompensa la fe. Los que confían en el Señor son bendecidos con Su salvación, pero los que confían en el hombre son maldecidos y destinados a perderse la eternidad en el cielo (Isaías 43:11; Hechos 4:12). En el plan de salvación de Dios no hay cabida en absoluto para la confianza en el hombre (Salmo 60:11; 108:12; Juan 15:5; Romanos 6:23). Si nos equivocamos en nuestra dependencia -confiando en nosotros mismos o en otras personas-, perderemos la extraordinaria relación que Dios ha planeado para nosotros con Él (Isaías 40:31; Romanos 3:27; Efesios 1:3; 2:8-9).
Cuando Dios nos creó, nos diseñó para vivir en comunión íntima y confiada con Él (Juan 3:16-17; Mateo 11:28-30; 1 Corintios 1:9). Los verdaderos creyentes están "plantados en Cristo". Él es nuestra fuente de "agua viva" que brota para vida eterna (Juan 4:10-14). Nuestra relación con Jesús implica una confianza total y de por vida en Él para satisfacer nuestras necesidades (Salmo 23; Filipenses 4:19).
El hombre que confía en el hombre es maldito porque confiar en el poder humano o en uno mismo tendrá consecuencias negativas en esta vida y, finalmente, la muerte eterna (Proverbios 14:12). No obstante, los que confían en el Señor son bendecidos todos sus días con Su amor, cuidado, paz, protección, guía, provisión y la grandísima esperanza de la vida eterna (Isaías 43:2; 26:3; Nahum 1:7; Salmo 28:7; 1 Pedro 1:3-12).
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¿Por qué se maldice al hombre que confía en el hombre (Jeremías 17:5)?