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Pregunta

¿Por qué dijo Jeremías: "Maldito el día en que nací" (Jeremías 20:14, NBLA)?

Respuesta


Jeremías, a veces llamado el "profeta llorón", tuvo un ministerio difícil. Tan difícil que un día exclamó: "Maldito el día en que nací; el día en que mi madre me dio a luz no sea bendito" (Jeremías 20:14, NBLA).

Dios había advertido de antemano a Jeremías que el ministerio profético sería duro. Dios le dijo que aquellos a los que había sido enviado lucharían contra él, pero que Dios le libraría (Jeremías 1:19). En medio de la persecución, Dios haría de Jeremías como una ciudad fortificada, una columna de hierro y un muro de bronce (Jeremías 1:18). Jeremías presentó un mensaje de juicio, diciendo al pueblo que el exilio en Babilonia era inevitable (Jeremías 19 ). Era un mensaje muy impopular, y los líderes de su tiempo tomaron medidas para silenciar a Jeremías.

El sacerdote Pasur, "el oficial principal en la casa del Señor, oyó a Jeremías profetizar estas cosas, hizo azotar al profeta Jeremías y lo puso en el cepo" (Jeremías 20:1-2, NBLA). Tras pronunciar sentencia contra el sacerdote perseguidor (Jeremías 20:4-6), Jeremías clamó a Dios con frustración. Jeremías se lamentó de que proclamar la Palabra de Dios solo le reportara reproches y burlas (Jeremías 20:7-8). Jeremías se sentía engañado por Dios, pues quizá esperaba una mejor acogida. La frustración de Jeremías era tan profunda que se lamentó: "Maldito el día en que nací". (Jeremías 20:14, NBLA).

Jeremías quería dejar de profetizar, pero no podía. Jeremías le explicó que, si no proclamaba lo que Dios le había dicho, la palabra sería como un fuego ardiente dentro de él (Jeremías 20:9). Como Pablo diría más tarde: "¡ay de mí si no anunciare el evangelio!" (1 Corintios 9:16). Jeremías sabía que tenía que cumplir su ministerio, aunque ello implicara grandes dificultades personales. Sabía que los enemigos conspiraban contra él y buscaban su destrucción (Jeremías 20:10). Aun así, Jeremías comprendió que Dios estaba con él y que los perseguidores no prevalecerían en última instancia (Jeremías 20:11). Anhelaba ver la justicia de Dios sobre los que le habían perseguido (Jeremías 20:12). Jeremías sabía que Dios era el Único que podía liberar (Jeremías 20:13).

A pesar de ese conocimiento, la condición actual de Jeremías era amarga. La persecución era severa y el dolor, real. Jeremías grita: "Maldito el día en que nací". (Jeremías 20:14), y se lamenta de todo lo relacionado con aquel día (Jeremías 20:14-16). Incluso deseó que la persona que llevó la noticia de su nacimiento a su padre hubiera matado a Jeremías en vez de ayudarle a nacer (Jeremías 20:17). "¿Por qué salí del vientre para ver pena y aflicción, y que acaben en vergüenza mis días?" (Jeremías 20:18, NBLA).

Parecía que Jeremías había olvidado temporalmente la instrucción y la preparación que Dios le había dado. Dios había advertido a Jeremías, pero eso no alivió el dolor ni la dificultad de su ministerio. Del mismo modo, los que hoy intentan servir fielmente a Dios también pueden encontrarse con grandes dificultades. Pablo advirtió a Timoteo que todos los que desearan vivir piadosamente en Cristo Jesús serían perseguidos (2 Timoteo 3:12). Jesús advirtió a Sus discípulos que si la gente odiaba a Jesús, también odiarían a los que le seguían (Juan 15:18).

Aunque quizá nunca encontremos tantas dificultades en el ministerio como para decir: "Maldito el día en que nací", podemos aprender del ejemplo de Jeremías. Aunque Jeremías sufrió a veces una agonía a causa del ministerio que Dios le encomendó, perseveró y proclamó fielmente la Palabra de Dios. Jeremías vio la destrucción de la ciudad y del pueblo que amaba. Mientras se lamentaba (escribiendo el libro llamado Lamentaciones), Jeremías también reconoció que, incluso en las mayores dificultades, la misericordia de Dios nunca cesa y Su fidelidad es grande (Lamentaciones 3:21-24). La esperanza de Jeremías estaba en Dios. Sabía que Dios era bueno con los que esperan en Él (Lamentaciones 3:25).

Cuando sentimos, como Jeremías, que podríamos decir: "Maldito el día en que nací", también debemos reconocer, como Jeremías, que Dios es fiel. La confianza paciente y perseverante en Él tiene recompensa.

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