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Pregunta

¿Qué significa "Misericordia quiero y no sacrificio" (Oseas 6:6; Mateo 9:13)?

Respuesta


Cuando Jesús llamó a Mateo para que se hiciera discípulo (Mateo 9:9-13), los fariseos se escandalizaron. Mateo, un recaudador de impuestos sin escrúpulos, había formado parte del corrupto sistema romano que engañaba y oprimía a sus ciudadanos. Los judíos odiaban apasionadamente a los recaudadores de impuestos, clasificándolos entre los peores pecadores. Cuando los fariseos vieron a Jesús cenando con una banda de estos truhanes notorios en casa de Mateo, le preguntaron: "¿Por qué come su Maestro con los recaudadores de impuestos y pecadores?". (Mateo 9:11, NBLA). Jesús respondió sin disculparse: "Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. Pero vayan, y aprendan lo que significa: "Misericordia quiero y no sacrificio"; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Mateo 9:12-13, NBLA).

Jesús citaba Oseas 6:6, en el que Dios reprendía a Israel por centrarse en la letra de la ley e ignorar su espíritu. Dios desea la fidelidad, el amor y la misericordia de Su pueblo más que la observancia formal de la ley. La palabra sacrificio en Mateo 9:13 y Oseas 6:6 representa todas las obligaciones y rituales que la gente religiosa realiza, pero que están vacíos de significado. Jesús acusó a los fariseos de ser como los antiguos israelitas. Eran intachables en su adhesión a la tradición religiosa y al sacrificio ritual, pero no tenían compasión por los pecadores necesitados.

Después, en Mateo 12:1-8, Jesús cita de nuevo Oseas 6:6 a los fariseos. Habían increpado a Jesús porque Sus discípulos, hambrientos, arrancaron algunas espigas y se las comieron al pasar por los campos. Los discípulos no habían hecho nada malo (ver Deuteronomio 23:25), pero como habían recogido grano en sábado, los fariseos los acusaron de quebrantar la ley del día de reposo (Éxodo 20:8; Jeremías 17:22). Estos religiosos hipócritas habían convertido las Escrituras en una opresiva lista de normas y reglamentos, en lugar de entender lo que significaba la ley y por qué había sido dada. Jesús les recuerda a Oseas en Mateo 12:7: "Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes". Jesús, el Maestro, había dado a los fariseos "tarea" en Mateo 9; ellos no habían completado la tarea y, por lo tanto, no habían aprendido su lección en Mateo 12.

La intención de Dios era que el sábado fuera un día de adoración y descanso, no una carga legalista. Las leyes del Antiguo Testamento, incluyendo las del sábado, fueron dadas para guiar a Israel hacia una relación amorosa y devota con Dios. Los discípulos no habían quebrantado la ley de Dios. En cambio, habían transgredido las regulaciones hipócritas establecidas por los fariseos. Jesús es la autoridad y puede anular cualquier tradición humana: "el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo" (Mateo 12:8).

La verdadera justicia de Dios fluye de nuestra comunión con Él en Jesucristo e implica demostrar misericordia a los marginados y pecadores. El Señor no tolerará la frialdad de corazón de Su pueblo. Santiago informa: "La religión pura y verdadera a los ojos de Dios Padre consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas en sus aflicciones" (Santiago 1:27, NTV).

Algunos cristianos tienden a juzgar a los pecadores y a enorgullecerse de su propia bondad en lugar de recordar y reproducir la misericordia que Cristo ofrece. Pero Jesús nos enseñó a perdonar como hemos sido perdonados y a mostrar la misma clase de misericordia que Dios nos mostró a nosotros (Mateo 6:12; 18:33). Jesús pasó tiempo en compañía de pecadores y acogió a los que se arrepentían y le seguían, y lo mismo debemos hacer nosotros.

La arrogancia de los fariseos les impidió ver su condición de enfermos espirituales y su necesidad de Dios y de Su misericordia. Sin una relación íntima con el Señor, todos los sacrificios de este mundo no cambiarán nuestros corazones para que nos sintamos movidos a compasión por las personas perdidas, rotas y moribundas que nos rodean. Sin embargo, si hemos sido transformados por el perdón y la sanidad de Dios y nos hemos llenado de Su amor y misericordia por las personas necesitadas, nuestras acciones justas -nuestros sacrificios- ya no son gestos vacíos, sino auténticas ofrendas espirituales (Mateo 6:1-18). Nuestras vidas se convierten en "sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo" (Romanos 12:1, NTV).

Cuando Dios dice: "Misericordia quiero y no sacrificios", nos está llamando a una circuncisión interior del corazón que "no consiste meramente en obedecer la letra de la ley, sino que es un cambio en el corazón, producido por el Espíritu" (Romanos 2:29, NTV). Si Dios no tiene nuestros corazones, no nos tiene nunca.

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