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Pregunta

¿Qué significa que somos una nación santa (1 Pedro 2:9)?

Respuesta


En 1 Pedro 2:4-10, el apóstol Pedro toma prestado el lenguaje de Éxodo 19:5-6, Deuteronomio 7:6 y Oseas 2:23 para demostrar a los creyentes del Nuevo Testamento que son ciudadanos de buena fe del reino de Dios, especialmente seleccionados por el Padre para mostrar Su bondad y gloria al mundo. Como cristianos, somos "un pueblo elegido" compuesto por "sacerdotes del Rey", y somos "una nación santa, posesión exclusiva de Dios. Por eso pueden mostrar a otros la bondad de Dios, pues él los ha llamado a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa." (1 Pedro 2:9, NTV).

Pedro recuerda a los cristianos judíos su posición en el Antiguo Testamento. En virtud del pacto de Dios con Israel, los judíos habían sido elegidos por el Señor como nación santa. Fueron apartados de todos los pueblos de la tierra y se les confió la responsabilidad de demostrar la gloria de Dios al mundo (Deuteronomio 14:2; 26:19; 28:9; Éxodo 19:5-6; 22:31; Jeremías 2:3; Amós 3:2). Pedro explica a estos creyentes judíos, que ahora estaban bajo el Nuevo Pacto, que seguirían teniendo esta responsabilidad: "manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras" (1 Pedro 2:12).

Ahora, mediante la fe en Jesucristo, los gentiles han sido aceptados en la familia real como ciudadanos de pleno derecho de la nación santa de Dios: "vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia" (1 Pedro 2:10). El apóstol Pablo afirmó: "Y nosotros estamos entre los que él eligió, ya sea del grupo de los judíos o de los gentiles. Con respecto a los gentiles, Dios dice en la profecía de Oseas: "A los que no eran mi pueblo, ahora los llamaré mi pueblo. Y amaré a los que antes no amaba"" (Romanos 9:24-25, NTV; cf. Oseas 2:23).

Ni nuestro origen ni nuestra herencia como cristianos importan. Todos los que estamos en comunión restaurada con Dios por Su gracia y mediante el sacrificio de Jesucristo (Efesios 2:8) recibimos la misma posición espiritual como sacerdotes reales de la nación santa de Dios (ver Gálatas 3:26-29). Pablo le dijo a Timoteo: "Pues Dios nos salvó y nos llamó para vivir una vida santa. No lo hizo porque lo mereciéramos, sino porque ese era su plan desde antes del comienzo del tiempo, para mostrarnos su gracia por medio de Cristo Jesús" (2 Timoteo 1:9, NTV).

Somos una nación santa porque nuestro Gobernante supremo es santo (Levítico 11:44-45; 19:2; 20:7; Mateo 5:48) y porque Él nos llama a la santidad (1 Pedro 1:16). La santidad es un atributo intrínseco del carácter de Dios. Puesto que Él es nuestro líder soberano, el carácter santo de Dios debe manifestarse en nuestra devoción a Él (Romanos 6:19). Su santa impronta debe verse en todo lo que hacemos (1 Pedro 1:15-16; 2 Corintios 7:1). Pablo escribió a los creyentes de Roma: "Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo" (Romanos 12:1, NTV).

En el Nuevo Testamento, la palabra griega traducida como "santidad" expresa una "separación de todo lo que es ceremonialmente impuro". Era un término generalmente asociado al sacerdocio y a todo lo relacionado con la adoración. Jesús, que es nuestro "Sumo Sacerdote" y Rey, ante quien nos postramos, es "santo, inocente, sin mancha" y "apartado de los pecadores" (Hebreos 7:26; ver también Hechos 3:14; 4:27-30).

La Iglesia de Cristo en el Nuevo Testamento es una nación santa de sacerdotes reales. Jesús amó a su Iglesia y dio su vida "para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra" (Efesios 5:26). Somos una nación santa, no por nuestra propia capacidad de ser santos, sino porque Cristo nos dota de su "poder divino", que nos da "todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina" (2 Pedro 1:3-4; ver también 1 Corintios 1:30; 2 Tesalonicenses 2:13; Hebreos 12:14). Dios nos da los recursos en Jesucristo para ser santificados -para ser progresivamente más santos- de modo que podamos mostrar Su bondad y gloria y atraer a otros hacia Él (1 Corintios 6:11).

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