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Pregunta

¿Qué significa que no hay varón ni mujer (Gálatas 3:28)?

Respuesta


En Gálatas 3:28, Pablo hace una afirmación sorprendente: "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús". El énfasis de este pasaje es que los creyentes son uno en Cristo. Cuando nos salvamos, todos somos iguales en Cristo. No importa nuestra raza, condición o sexo, todos estamos en el mismo nivel en Cristo.

Este pasaje no altera ni elimina las distinciones entre hombre y mujer, ni se puede utilizar para invalidar los roles de género en la Iglesia. "No hay varón ni mujer" se refiere únicamente al asunto que nos ocupa: la salvación. En el versículo anterior, Pablo dice: "Pues todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús" (Gálatas 3:26, NBLA, énfasis añadido). En el versículo 29, se reitera el mismo mensaje: "Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa" (Gálatas 3:29). El contexto deja claro que "ni varón ni mujer" se refiere a nuestra condición de salvación. Todas las personas, sean hombres o mujeres, deben salvarse de la misma manera, mediante la fe en Cristo, y una vez salvadas, tienen los mismos derechos y privilegios de salvación, siendo miembros iguales de la familia de Dios.

Génesis 1:27 nos dice que "creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó". Está claro que Dios tenía un propósito al crear a los seres humanos como varón o hembra, y que ambos fueron creados a Su imagen. Jesús reafirma esta distinción (Mateo 19:4), y el Nuevo Testamento dedica una buena cantidad de espacio a describir los papeles masculino y femenino en la iglesia, en la familia y en la sociedad (Efesios 5:21-6:9; Colosenses 3:18-4:1). Decir que no hay "varón ni mujer" no significa que no haya diferencias entre los dos sexos o que no haya funciones diferentes. Las distinciones entre hombres y mujeres permanecen, pero una vez que somos salvos, nuestras diferencias individuales no son lo que nos define. Nuestra unidad en Cristo elimina todo favoritismo y sesgo en la Iglesia. En materia de salvación, el terreno de juego se ha nivelado, y todos estamos en igualdad de condiciones.

Las normas políticas, sociales y culturales cambiarán, pero los hombres y las mujeres tienen el mismo valor a los ojos de Dios y se pueden salvar. Hay diferencias entre judíos y griegos, pero "Cristo reconcilió a ambos grupos con Dios en un solo cuerpo por medio de su muerte en la cruz" y "ahora todos podemos tener acceso al Padre por medio del mismo Espíritu Santo" (Efesios 2:16-18, NTV). Lo mismo ocurre con los hombres y las mujeres. Tanto los hombres como las mujeres son igualmente pecadores que necesitan la salvación de Cristo. Ni el hombre ni la mujer tienen ninguna ventaja o preferencia en la salvación por razón de su sexo, y tanto el hombre como la mujer tienen el mismo derecho a las ordenanzas de la Iglesia, al bautismo y a la Cena del Señor, y a toda bendición espiritual (Juan 1:12; Romanos 8:17; Efesios 2:19).

La afirmación "no hay varón ni mujer" revela nuestro igual valor a los ojos de Dios. Nos recuerda que nuestras diferencias están unidas en Cristo. Nos reúne como familia de Dios y nos obliga a tratarnos como hermanos y hermanas. Puesto que todos los cristianos estamos en Cristo, todos somos uno.

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