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Pregunta

¿Qué significa "no injurien a nadie" (Tito 3:2, NBLA)?

Respuesta


Los cristianos necesitamos que se nos recuerde cómo debemos tratarnos y comportarnos en nuestras relaciones con todas las personas. El apóstol Pablo dice a Tito que recuerde a los creyentes cretenses que deben ser buenos ciudadanos para que puedan influir en sus vecinos incrédulos para Cristo: "Recuérdales que estén sujetos a los gobernantes, a las autoridades; que sean obedientes, que estén preparados para toda buena obra. Que no injurien a nadie, que no sean contenciosos, sino amables, mostrando toda consideración para con todos los hombres" (Tito 3: 1-2, NBLA).

Son objetivos que merecen la pena, pero ¿realmente se supone que no debemos hablar mal de nadie? Eso parece, a juzgar por las instrucciones de Pablo a los Efesios: "Sea quitada de ustedes toda amargura, enojo, ira, gritos, insultos, así como toda malicia" (Efesios 4:31, NBLA). El apóstol Pedro también anima a los cristianos a desechar "toda malicia, y todo engaño, e hipocresías, y envidias y toda difamación" (1 Pedro 2:1, NBLA).

Consideremos lo que las Escrituras dicen realmente aquí. En la versión Nueva Biblia de las Américas, la directiva de Pablo es "no injurien a nadie", pero otras traducciones dicen: "no calumnien a nadie" y "no deben calumniar a nadie" (NTV). La palabra injuriar en Tito 3:2 proceden del término griego blasphēmeō, del que obtenemos el verbo en español blasfemar. En el lenguaje más transparente, "no injuriar a nadie" significa "no acusar falsamente ni hablar contra alguien con mala intención; no atacar el buen nombre y la reputación de alguien". Entendiéndolo así, no debemos hablar mal de nadie.

La calumnia es una ofensa grave en la Biblia. "No andarás de calumniador entre tu pueblo", declara el Señor en Levítico 19:16. La calumnia incluye palabras insultantes y abusivas, comentarios difamatorios, difundir rumores y dar "falso testimonio contra tu prójimo" ante un tribunal (Éxodo 20:16; cf. Deuteronomio 5:20).

La calumnia es una conducta que se identifica con las personas no salvas y no regeneradas del mundo (Proverbios 11:9; 17:4; Romanos 1:29-31; 1 Pedro 2:12; 3:16). Santiago instruye: "Amados hermanos, no hablen mal los unos de los otros. Si se critican y se juzgan entre ustedes, entonces critican y juzgan la ley de Dios. En cambio, les corresponde obedecer la ley, no hacer la función de jueces. Solo Dios, quien ha dado la ley, es el Juez. Solamente él tiene el poder para salvar o destruir. Entonces, ¿qué derecho tienes tú para juzgar a tu prójimo?" (Santiago 4:11-12, NTV).

Jesús enumera la calumnia entre los pecados que proceden de la maldad del corazón de una persona y la contaminan (Marcos 7:21-23; Mateo 15:19-20, NBLA). Hablar mal de los demás suele surgir del odio (Salmo 41:7; 109:3). Busca elevarse a uno mismo a costa del otro (ver 1 Timoteo 6:4; 2 Corintios 12:20). La calumnia está prohibida tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento (Éxodo 23:1; Proverbios 3:30; 30:10; Colosenses 3:8). En Proverbios 6:16-19, el maestro enumera siete cosas que Dios odia, siendo una de ellas "el testigo falso que habla mentiras". Que el Señor odie la calumnia no debería sorprendernos, pues lanzar falsas acusaciones es característico del diablo, "padre de la mentira" (Juan 8:44) y "acusador de nuestros hermanos" (Apocalipsis 12:10).

La Biblia nos da razones de peso para no hablar mal de nadie. Participar en calumnias y chismes, separa a los amigos (Proverbios 16:28; 17:9), inflige heridas profundas (Proverbios 18:8; 26:22), rompe familias (Proverbios 6:19) y puede conducir al asesinato (Ezequiel 22:9). El apóstol Pedro recuerda a los creyentes la promesa de las Escrituras de amar la vida y ver días buenos" si evitamos que nuestra lengua hable mal (1 Pedro 3:10).

Santiago describe la lengua como uno de los miembros más destructivos del cuerpo humano y el más difícil de domar. La llama "un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal" (Santiago 3:6-8). Santiago también escribe: "Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana" (Santiago 1:26). El propio Jesús advirtió: "Yo les digo que de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio" (Mateo 12:36, NBLA). No es de extrañar que necesitemos que nos recuerden, que debemos controlar nuestra lengua.

Si tenemos en cuenta la gravedad de la calumnia y su potencial para llevarnos a la ruina y destruir la vida de los demás, entonces, sí, realmente no debemos hablar mal de nadie.

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