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Pregunta

¿Por qué Jesús le dijo a María: "No me toques" (Juan 20:17)?

Respuesta


Después de que Jesús resucitó de entre los muertos, María Magdalena se encontró con Él en la tumba, y después de reconocerlo, se aferró a él. "Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios" (Juan 20:17).

Temprano esa mañana del domingo, el tercer día después de que Jesús fue crucificado, María Magdalena fue a la tumba de Jesús. Se sorprendió al ver que la enorme piedra que sellaba la entrada había sido removida (Juan 20:1). Cuando le informó a Pedro y a Juan, corrieron a la tumba (Juan 20:2-4). Después de investigar, vieron y creyeron y regresaron a sus casas (Juan 20:5–10). María permaneció en la tumba, llorando porque aún no entendía que Jesús había resucitado de entre los muertos. Vio a dos ángeles y les explicó que lloraba porque no sabía dónde habían llevado el cuerpo de Jesús (Juan 20:11–13). Luego vio a Jesús, pero no lo reconoció. Pensando que era el jardinero, le preguntó dónde habían llevado el cuerpo (Juan 20:14–15). Cuando Jesús la llamó por su nombre, ella reconoció a Jesús y se aferró a él (Juan 20:16).

Jesús le dice a María: "No me toques". Le explica que aún no había subido al Padre. Todavía estaba allí, y aún no se iba. No necesitaba aferrarse a Él para evitar que se fuera. Él había vuelto de entre los muertos, y todavía no iba a ascender al Padre. Él ordenó a María que fuera a ver a Sus "hermanos", los otros discípulos, y decirles que iba a ascender al Padre (Juan 20:17). María hizo exactamente lo que se le había ordenado (Juan 20:18).

Jesús permaneció con sus discípulos un tiempo antes de ascender al Padre. Se les apareció en varias ocasiones, fortaleciendo su fe (por ejemplo, Juan 20:19–29). Sin duda se alegraron al verlo de nuevo. María estaba muy contenta de que Jesús había resucitado de entre los muertos. Había estado desconsolada por Su muerte y lloró en Su tumba. Este fue el hombre que había liberado a María de siete demonios y a quien había seguido desde el inicio de Su ministerio (Lucas 8:2). No es sorprendente que, cuando lo reconoció y se dio cuenta de que efectivamente había resucitado de entre los muertos, su reacción fuera aferrarse a él.

Al decirle a María, "No me toques", Jesús le recordó amablemente que Él tenía cosas que hacer, y ella también. Le dio la gozosa tarea de anunciar a los discípulos que ya no estaba muerto. Había conquistado la muerte y regresado tal como dijo que lo haría. Es probable que María fuera una de las mujeres mencionadas en Hechos 1:14 que se dedicaban a la oración y esperaban la venida del Espíritu Santo, a quien Jesús dijo que Él y el Padre enviarían (Juan 14:26; 15:26). Aunque la Biblia no nos dice mucho sobre María Magdalena, está claro que ella amaba a Jesús. Recibió una preciosa bendición al ser la primera persona registrada en haber visto a Jesús después de Su resurrección. Lo amaba tanto que su primera reacción fue agarrarse de Él y no soltarlo.

Las palabras de Jesús a María, "No me toques", no fueron un regaño; más bien, fueron un consuelo de que Él estaría un poco más de tiempo. La reacción de María ante Jesús nos ofrece la oportunidad de considerar si realmente amamos a Jesús. ¿Son Su muerte y su resurrección solo hechos históricos para nosotros? O, como María, ¿lo amamos lo suficiente como para agarrarnos a Él y cumplir las tareas que nos ha encomendado?

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