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Pregunta

¿Qué significa estar sentado en los lugares celestiales (Efesios 2:6)?

Respuesta


Desde una perspectiva humana, la idea de sentarse en lugares celestiales es difícil de comprender, sobre todo a este lado de la eternidad. Sin embargo, esta es la experiencia de todo el que es redimido por la gracia de Dios: "Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia ustedes han sido salvados), y con Él nos resucitó y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús, a fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de Su gracia por Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús" (Efesios 2:4-7, NBLA).

Por sorprendente que parezca, los cristianos están unidos a Jesucristo en Su vida resucitada (Colosenses 2:12; Romanos 6:4). El apóstol Pablo ora para que los efesios comprendan "la increíble grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos en él. Es el mismo gran poder que levantó a Cristo de los muertos y lo sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios, en los lugares celestiales" (Efesios 1:19-20, NTV). Un poco más adelante, en Efesios 2:4-10, Pablo explica que la grandeza del increíble poder de Dios hacia los creyentes rivaliza con la magnitud de Su amor, Su misericordia y Su gracia.

Antes de la salvación, estábamos espiritualmente muertos en nuestros pecados, porque nuestra "aún no les habían quitado la naturaleza pecaminosa", pero entonces Dios nos "dio vida con Cristo al perdonar todos nuestros pecados" (Colosenses 2:13, NTV; ver también 1 Corintios 15:22). Nuestra transgresión ya no nos separa de Dios (Colosenses 1:21-22; Romanos 8:38-39) porque ahora participamos de la vida de Cristo (Romanos 8:11). Puesto que Cristo está sentado "a la diestra de Dios en los lugares celestiales", nosotros también lo estamos en un sentido espiritual. Puesto que hemos sido "resucitados a una vida nueva con Cristo", ahora podemos poner nuestra mirada "en las verdades del cielo, donde Cristo está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios" (Colosenses 3:1, NTV). Físicamente, seguimos viviendo en el mundo natural. Pero Dios, por Su gran poder, y debido a Su inmenso amor, misericordia y gracia, nos resucitó de nuestra condición de muertos espirituales a una nueva vida en Cristo. Ahora estamos sentados en lugares celestiales.

Sentarse en lugares celestiales es más que una figura retórica. Es una realidad espiritual para el creyente. Debido a nuestra unión con Cristo, cosechamos el beneficio de Su posición de autoridad divina (ver Salmo 110:1; cf. Hechos 2:34-35). Él es nuestra Cabeza y nuestro Representante. Pedro enseñó: "Ahora Cristo ha ido al cielo. Él está sentado en el lugar de honor, al lado de Dios, y todos los ángeles, las autoridades y los poderes aceptan su autoridad" (1 Pedro 3:22, NTV; ver también Filipenses 2:9-11). Las puertas del infierno no vencerán a la Iglesia (Mateo 16:18; ver también 1 Juan 2:13) porque somos más que vencedores por medio de Cristo (Romanos 8:37; ver también 1 Juan 5:4-5), que nos da la victoria (1 Corintios 15:57).

Nuestro lugar espiritual en los reinos celestiales es una posición de gran honor, como estar sentado en la mesa VIP de un almuerzo presidencial. Tenemos el privilegio real de estar entronizados con el Hijo y un día participaremos de Su gloria. Si dejamos que esta verdad espiritual cale hondo, cambiará nuestra forma de pensar y de vivir. Como estamos sentados con Cristo en los lugares celestiales, nuestra posición en el cielo está asegurada, pero nunca debemos olvidar que no merecemos nuestro lugar allí. No hicimos nada para ganárnoslo, no obstante, Dios nos lo concede (Efesios 2:8; 4:7; 2 Corintios 3:5).

Como estamos sentados en lugares celestiales mientras aún vivimos en la tierra, tenemos acceso a través de Jesucristo a todos los privilegios y bendiciones espirituales del cielo (Efesios 1:3-14). El poder de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos está disponible y actúa en nuestro favor mientras caminamos por este mundo (Efesios 1:18-19; Hechos 17:28; 1 Juan 4:9). Tenemos a nuestra disposición toda la armadura de Dios para ayudarnos a "estar firmes contra las asechanzas del diablo" y mantenernos firmes "contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (Efesios 6:11-12).

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