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Pregunta

¿Cómo afecta la soberanía de Dios a mi vida diaria?

Respuesta


La soberanía de Dios se refiere al hecho de que Dios tiene el control total del universo. La creencia en la soberanía de Dios es distinta del fatalismo, que niega el libre albedrío humano. Los seres humanos pueden tomar decisiones reales que tienen consecuencias reales. Dios no es la causa directa de todo lo que ocurre, pero permite que ocurra todo lo que ocurre. Y, en última instancia, la voluntad de Dios se va a cumplir. A primera vista, estas afirmaciones pueden parecer poco importantes para la vida cotidiana y más adecuadas para un debate teológico esotérico. Sin embargo, la soberanía de Dios es bastante práctica y tiene un impacto significativo en nuestra vida diaria.

La soberanía de Dios influye en la vida cotidiana en el sentido de que elimina todo motivo de preocupación. Podemos confiar en que lo que la Biblia afirma sobre el carácter de Dios está respaldado por Su poder. Dios no sólo nos ama, sino que tiene la capacidad de cuidarnos. Los que forman parte de la familia de Dios pueden reclamar la promesa de Romanos 8:28: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados". Podemos descansar en el hecho de que nuestro Dios es realmente capaz de hacer que todas las cosas sean para nuestro bien, incluso cuando no podemos ver fácilmente cómo puede suceder.

La soberanía de Dios influye en la vida cotidiana en que podemos confiar en la obra santificadora de Dios en nosotros. Muchas veces los cristianos sienten que madurar en la fe depende completamente de ellos, como si Dios nos salvara y luego esperara que nosotros hiciéramos el resto. Los cristianos desempeñan un papel en su propia madurez. Ciertamente, estamos llamados a la obediencia, y lo que hacemos importa. Sin embargo, al reconocer que Dios es soberano, también confiamos en Él para que nos lleve a la madurez (ver Gálatas 3:3 y Filipenses 1:6). Volviendo a Romanos 8, leemos: "Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros" (Romanos 8:29-34). Nuestra salvación ha sido el plan soberano de Dios desde la eternidad pasada. En lugar de centrarnos en nuestra propia conducta, podemos descansar en el carácter de Dios y dedicarnos a conocerle.

La soberanía de Dios también afecta la forma en que tomamos decisiones. Reconocemos que Dios tiene el control, así que no necesitamos paralizarnos por la toma de decisiones. Si tomamos una decisión equivocada, no todo está perdido. Podemos confiar en la fidelidad de Dios y en Su poder para devolvernos al camino correcto. Por otra parte, podemos y debemos tomar decisiones. El control soberano de Dios no significa que nos quedemos de brazos cruzados y dejemos que la vida suceda. Significa que podemos adentrarnos con valentía en la vida, confiando en que nuestro Padre amoroso ve el panorama general y está obrando todo fielmente para Su gloria.

El hecho de que Dios sea soberano influye en nuestro sentido de la identidad. Cuando comprendemos lo poderoso que es Dios y lo mucho que nos ama, podemos saber que estamos seguros en Él. Como objetos del amor soberano de Dios, permitimos que Dios nos defina y nos dé nuestro valor en lugar de mirar a los ideales cambiantes del mundo para hacerlo. Cuando comprendemos que Dios tiene todo el control, somos libres para vivir nuestras vidas. No debemos temer el fracaso final ni la destrucción final (Romanos 8:1). No debemos tener miedo a la inutilidad. Podemos confiar en que Dios hará Su voluntad y que será buena. Podemos confiar en que Aquel que dice amarnos es plenamente capaz de actuar de acuerdo con ese amor en todos los sentidos. Podemos confiar en que, incluso cuando el mundo parece completamente fuera de control, Dios tiene el control. Sabemos que Él tiene cubierto el panorama general, así que podemos confiarle nuestros detalles diarios.

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