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Pregunta

¿Qué significa temer a Dios y guardar sus mandamientos (Eclesiastés 12:13)?

Respuesta


El libro del Eclesiastés termina con este llamado a temer a Dios, obedecer Su Palabra y vivir con un profundo respeto por Su inminente juicio: "El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala" (Eclesiastés 12:13-14).

Temer a Dios y guardar Sus mandamientos son temas que se repiten a lo largo de la Biblia (Deuteronomio 6:2; 10:12; Juan 14:15). El miedo es algo que la mayoría de nosotros queremos evitar. Pero el "temor del Señor" es bueno y correcto para los creyentes. La palabra hebrea traducida como "temed" en Eclesiastés 12:13 se refiere a una genuina reverencia y respeto por el Señor. "Temer a Dios" es darse cuenta de Su grandeza absoluta, poder inmutable y justicia: "También sé que todo lo que Dios hace es definitivo. No se le puede agregar ni quitar nada. El propósito de Dios es que el ser humano le tema" (Eclesiastés 3:14, NTV). Cuando tememos a Dios, reconocemos que es santo y sublime (Éxodo 3:5-6; Isaías 8:13; 1 Timoteo 1:17), el único digno de nuestra adoración y completa obediencia.

Los que temen a Dios naturalmente quieren obedecerle y cumplir Sus mandamientos. Mucha gente ve los mandamientos de Dios como cargas pesadas—normas negativas que nos impiden hacer lo que queremos y divertirnos. Pero los creyentes que temen a Dios guardan Sus mandamientos. Nuestras acciones se ajustan a Sus instrucciones porque confiamos en que Él nos ama y quiere lo mejor para nosotros (1 Juan 5:2-3). Hemos llegado a comprender que Sus mandamientos son instrucciones amorosas de un Padre bueno y bondadoso. Dios dice: "Guarda mis mandamientos", porque quiere bendecirnos y evitarnos problemas (Jeremías 29:11; Salmo 16:11; Santiago 1:17).

A través de los mandamientos del Antiguo Testamento, Dios estableció una serie de límites para Su pueblo. Estos mandamientos incluían la promesa de una buena y larga vida (Deuteronomio 17:20), éxito y prosperidad (Deuteronomio 30:9), y ricas bendiciones (Deuteronomio 11:27). El "Holman Treasury of Key Bible Words" afirma que el temor genuino de Dios (demostrado a través del cumplimiento de Sus mandamientos) "resulta en salud y riqueza espiritual, moral y ética tanto ante Dios como ante la gente" (Carpenter, E. E., y Comfort, P. W., Broadman & Holman Publishers, 2000, p. 60 − Solo disponible en inglés).

Jesús dijo que, cuando guardamos Sus mandamientos, demostramos que le amamos (Juan 14:15, 21, 23-24; 15:10). Nuestra obediencia también demuestra la veracidad de nuestra fe (1 Juan 2:3-5). Le obedecemos porque estamos plenamente convencidos de que Dios nos observa y se fija en cómo pensamos, hablamos y vivimos (Mateo 12:36; Salmo 139:2; Jeremías 12:3).

Al final del Eclesiastés, Salomón resume toda la sabiduría que ha adquirido en todas sus experiencias de vida. Nada importa más en esta vida que temer a Dios y guardar Sus mandamientos porque, al final, todos nos enfrentaremos al juicio de Dios (Hebreos 9:27; Eclesiastés 3:17; 2 Corintios 5:10). La muerte no es el final del asunto; solo es el principio. "Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre" (1 Juan 2:17). Hay vida de resurrección después de la muerte (ver 1 Corintios 15).

Cuando el Mesías, Jesucristo, regrese, juzgará a todas las personas, vivas y muertas (Mateo 25:31-33; 2 Tesalonicenses 1:6-7; 1 Pedro 4:5; 2 Pedro 3:10; 1 Corintios 4:5; Hechos 10:42; 17:31). Todos los que son hechos justos mediante la fe en Jesucristo serán salvos y pasarán la eternidad con Dios en el cielo (Mateo 25:34; Juan 5:24; 2 Timoteo 4:8; 1 Corintios 9:25; Apocalipsis 11:18). Pero los impíos "[irán] al fuego eterno" (Mateo 25:41, 46; ver también 2 Pedro 3:7; Romanos 2:5; Hebreos 10:26-28; 2 Pedro 2:4, 9).

Si tememos a Dios y guardamos Sus mandamientos, habremos alcanzado la verdadera sabiduría que nos guiará por el buen camino de la vida. "Bienaventurado todo aquel que teme al Señor, que anda en Sus caminos", promete el salmista (Salmo 128:1). Tememos a Dios adorándole con la mayor lealtad, respeto y honor; obedecemos Su Palabra; y mantenemos una perspectiva eterna: estos tres objetivos definen el propósito esencial de nuestra existencia y nuestra principal ambición en la vida.

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