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Pregunta

¿Qué significa que todo hombre es mentiroso (Salmo 116:11, NBLA)?

Respuesta


El Salmo 116:10-11 dice: "Yo creía, aun cuando decía: Estoy muy afligido. Dije alarmado: Todo hombre es mentiroso" (NBLA). El salmista expresa aquí las turbulentas emociones que experimentó mientras sufría mucho estrés. Termina el salmo alegrándose de que Dios nunca le había abandonado, aunque parecía que todos los demás lo habían hecho.

En el Salmo 116, el escritor recuerda una época horrible de su vida y cómo el Señor le salvó de ella. La frase todo hombre es mentiroso o todo el mundo es mentiroso, es la forma en que expresa los intensos sentimientos que tuvo en el fragor del momento. Fue una época en la que "los lazos de la muerte me rodearon, y los terrores del Seol vinieron sobre mí; angustia y tristeza encontré" (versículo 3). Durante aquel tiempo, se sintió abandonado. No podía confiar en nadie; los que prometían ayuda resultaban ser poco fiables y sus palabras nada más que mentiras.

El sentimiento que se apoderó del salmista cuando describió a todos los hombres como mentirosos se identifica como "angustia" (NVI) y "ansiedad" (NTV). La RVR1960 utiliza la palabra apresuramiento. La clave está en que, al volver la vista atrás, el salmista vio que sus palabras habían sido precipitadas e influidas por la ansiedad y la inquietud que sentía. No había pensado con claridad cuando dijo que todo el mundo era un mentiroso y que lo único que tenía era al Señor. La afirmación era hiperbólica, declarada por un hombre lleno de pánico cuando se sentía abrumado.

Los Salmos están llenos de lenguaje poético, emociones fuertes y descripciones llenas de color, escritas por hombres que expresaban sus sentimientos en distintas épocas de la vida. Un sentimiento común en tiempos de angustia es que soportamos la angustia solos, y muchos salmos expresan ese sentimiento (por ejemplo, Salmo 38:11; 88:8, 18; 142:4). Muchos pasajes reflejan la crudeza de la emoción humana, que puede sesgar nuestra perspectiva (ver el Salmo 137:9). Cuando experimentamos emociones fuertes, tanto buenas como malas, a menudo las expresamos de formas que no haríamos cuando nos sentimos tranquilos. El autor del Salmo 116 recuerda el momento en que expresó su pensamiento de que todos los hombres son mentirosos, pero más tarde vio que había hablado precipitadamente; bajo coacción, simplemente se había "desahogado".

El Salmo 73 es otro buen ejemplo de ello. El salmista se debate con la aparente injusticia de la prosperidad de los malvados. Cuestiona la sabiduría de Dios al bendecir a los malhechores y se pregunta si tal vez ha obedecido al Señor en vano. Luego, en el versículo 15, se contiene y dice: "Si yo hubiera dicho: "Así hablaré", habría traicionado a la generación de Tus hijos". Está reconociendo que sus emociones no son exactas, y no hay que prestarles atención, aunque en ese momento parezcan verdaderas.

En la Palabra de Dios se registran las realidades de las pasiones y los fracasos humanos. La Biblia es extremadamente honesta acerca de los defectos, incluso de los grandes patriarcas de la fe. Hasta los hombres y mujeres más piadosos tienen momentos en los que aumenta su ansiedad y piensan o dicen alguna tontería. El hecho de nuestra debilidad se nos demuestra ampliamente en la Palabra de Dios. Los Salmos, especialmente, están impregnados de un espectro de emociones humanas, al tiempo que imparten fragmentos de verdad y sabiduría. Todo ello, incluida la precipitada afirmación del salmista de que todos los hombres son mentirosos, se colocó allí para nuestra edificación.

Aunque es cierto que la mentira forma parte de nuestra naturaleza humana caída, no todos los hombres son mentirosos. Muchas personas son mentirosas, y todos podemos mentir de formas de las que no somos plenamente conscientes, como la falsa representación, el fingimiento o el silencio. Pero en el Salmo 116 el escritor se refiere a la falta de lealtad de las personas en las que había confiado. Le parecía que no podía contar con nadie, así que, en su "angustia", exageró la realidad. A menudo hacemos esto. Utilizamos palabras como todo, nadie, siempre o nunca para expresar nuestro punto de vista, aunque esos superlativos no sean necesariamente hechos. Por ejemplo, cuando decimos: "Hoy todo me ha salido mal" o "A nadie le importa que esté enfermo", lo más probable es que exageremos la verdad. La afirmación de que «Todo hombre es mentiroso» del Salmo 116:11 sigue ese patrón.

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