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Pregunta

¿Qué significa que todos somos uno en Cristo (Gálatas 3:28)?

Respuesta


Humanamente hablando, los cristianos somos un grupo diverso. Procedemos de todas las naciones, tribus y grupos étnicos (Apocalipsis 7:9). Hablamos diferentes idiomas, tenemos distintos tonos de piel y reflejamos culturas y clases sociales únicas. Pero para todos los miembros de la familia de Cristo, la raza, el rango y el sexo pierden su significado: "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gálatas 3:28).

Toda persona llega a Jesucristo de la misma manera: por gracia, mediante la fe y el arrepentimiento del pecado (Hechos 16:30-31; Efesios 2:8; 2 Pedro 3:9; Marcos 1:15). "Judío ni griego" se refiere a la raza, la nacionalidad y el origen étnico. "Esclavo o libre" se refiere a nuestro rango, clase social o profesión. Y "varón y mujer" indica nuestro sexo. Estas distinciones pierden su importancia a los ojos del Padre celestial. Todos somos uno en Cristo, Su Hijo.

El apóstol Pablo explicó: "El cuerpo humano tiene muchas partes, pero las muchas partes forman un cuerpo entero. Lo mismo sucede con el cuerpo de Cristo. Entre nosotros hay algunos que son judíos y otros que son gentiles; algunos son esclavos, y otros son libres. Pero todos fuimos bautizados en un solo cuerpo por un mismo Espíritu, y todos compartimos el mismo Espíritu" (1 Corintios 12:12-13, NTV). Nuestra conexión espiritual nos une en una sola fe y una sola familia: "Pues hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, tal como ustedes fueron llamados a una misma esperanza gloriosa para el futuro. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, quien está sobre todos, en todos y vive por medio de todos" (Efesios 4:4-6, NTV).

Todos "somos uno en Cristo" tiene amplias implicaciones. En primer lugar, exige unidad y armonía entre los hermanos y hermanas del cuerpo de Cristo. Debemos comportarnos como Jesús, de una manera digna de nuestra vocación, mostrando humildad, mansedumbre, paciencia, "soportándonos mutuamente con amor" y haciendo "todo lo posible por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz" (Efesios 4:1-3).

Podemos aceptar nuestras diferencias, incluso celebrarlas, siempre que "por encima de todo" nos revistamos "de amor, lo cual nos une a todos en perfecta armonía" (Colosenses 3:14, NTV; ver también Efesios 5:2). La unidad de los creyentes se pone de relieve en la Oración Sacerdotal de Jesús, cuando el Señor ruega que "que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti . . . para que el mundo crea que tú me enviaste . . . para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado" (Juan 17:21-23). La unidad relacional en la Iglesia es el mejor testimonio de la realidad de Jesucristo y de Dios ante el mundo.

La unidad por la que Cristo oró no es una unidad organizativa o confesional, sino una unidad espiritual basada en la fe en Cristo y en la gloria de Dios en el interior. "La armonía cristiana no se basa en lo externo de la carne, sino en lo interno y eterno del Espíritu en la persona interior. Debemos mirar más allá de los elementos de nuestro primer nacimiento -raza, color, habilidades, etc.- y construir nuestra comunión sobre lo esencial de nuestro nuevo nacimiento" (Warren Wiersbe, Be Transformed, Victor Books, 1989, p. 80).

La discriminación, los prejuicios y el racismo han existido en todas las generaciones, pero no hay lugar para tales prejuicios en la familia de Dios. Como dijo Pablo con tanta elocuencia: "Pues Cristo mismo nos ha traído la paz. Él unió a judíos y a gentiles en un solo pueblo cuando, por medio de su cuerpo en la cruz, derribó el muro de hostilidad que nos separaba" (Efesios 2:14, NTV). Dios creó a los seres humanos -a toda la raza humana- a Su imagen y semejanza (Génesis 1:26-27). Si odiamos a alguien por el color de su piel, ¿no estamos odiando una parte de la imagen de Dios?

Pablo también dijo: "En esta vida nueva no importa si uno es judío o gentil, si está o no circuncidado, si es inculto, incivilizado, esclavo o libre. Cristo es lo único que importa, y él vive en todos nosotros" (Colosenses 3:11, NTV). ¿Cómo podemos odiar o discriminar a alguien si Cristo, nuestro Salvador, vive en él? Hay que arrepentirse de toda forma de condescendencia, parcialidad e intolerancia basada en la raza, el rango y el sexo, y clavarla en la cruz, porque todos somos uno en Jesucristo.

Los cristianos deben estar unidos en pasión, plan y propósito, así como el Padre y el Hijo están unidos en lo mismo. Todos los cristianos somos vasos de barro llenos de tesoros (2 Corintios 4:7). Todos los cristianos somos redimidos por la misma sangre; todos vamos al mismo cielo; tenemos una aspiración compartida, un enemigo compartido y una esperanza y alegría compartidos.

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