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Pregunta

¿Qué quiso decir Jesús cuando afirmó a la gente: "Tu fe te ha salvado"?

Respuesta


La primera vez que Jesús dijo: "Tu fe te ha salvado" es en Mateo 9:22, donde Jesús sana a la mujer con flujo de sangre. La NVI traduce las palabras de Jesús como "Tu fe te ha sanado", y la NVI dice: "Tu fe te ha sanado". El mismo incidente se registra también en Marcos 5:34, donde Jesús dice: "Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote".

Jesús también dice: "Tu fe te ha salvado" a un leproso que había sanado (Lucas 17:19) y a un mendigo ciego (Lucas 18:42). Otras veces Jesús vincula fe y sanidad sin utilizar las palabras exactas "Tu fe te ha salvado", como en Mateo 8:13 y 15:28.

La sanidad que experimentaron estas personas se expresa, en griego, mediante una forma de la palabra sozo, que significa "preservar, rescatar, salvar de la muerte o mantener con vida". A veces, sozo se refiere a la salvación espiritual, que también está vinculada a la fe de una persona. Por ejemplo, cuando la prostituta arrepentida lavó los pies de Jesús con sus lágrimas, Él le dijo más o menos lo mismo: "Tu fe te ha salvado" (Lucas 7:50; para otros ejemplos, ver Marcos 10:52 y Lucas 17:19). Cuando Jesús habló de la fe de la mujer con flujo de sangre en Mateo 9, es muy probable que Su sanidad fuera algo más que física; fue también una sanidad espiritual, pues se le dice que "ve en paz" (Marcos 5:34).

Cuando Jesús dijo a ciertas personas: "Tu fe te ha salvado", estaba diciendo que su fe (su confianza en Él) había sido el medio de su restauración. El poder de Cristo fue lo que efectuó la sanidad, pero Su poder se aplicó en relación con su fe. Del mismo modo que la fe de algunos les permitía recibir la sanidad, a veces esta se veía obstaculizada por la falta de fe (ver Mateo 13:58). Del mismo modo, la salvación llega al pecador a través de la fe. Todo el que se salva debe creer, pero es el poder de Cristo el que salva, no el poder de la fe. La fe es solo el instrumento, no el poder en sí.

En otras palabras, el valor de la fe de una persona no procede de quien la expresa, sino del objeto en que se apoya (Marcos 10:52; 11:22). En última instancia, la sanidad no depende de la calidad de la fe de uno, sino del Sanador. Fue a través de Cristo como la mujer de Mateo 9 pudo recibir una paz corporal, además de una paz espiritual.

Debemos reconocer que Jesús no sanó indistintamente a todas las personas todo el tiempo. Por ejemplo, en la escena del hombre paralítico en el estanque de Betesda, donde se reunieron multitudes para ser sanadas, Jesús eligió solo a un hombre para sanarlo (Juan 5:1-11), y el suyo es un caso interesante. Jesús le preguntó si quería ser sanado. Su respuesta estaba llena de superstición: no había nadie que lo pudiera llevar a la piscina, y no era lo bastante rápido para meterse al agua en el momento oportuno. Este hombre confuso y necesitado fue sanado por la gracia de Dios. No tenía fe en Jesús; ni siquiera supo que era Jesús quien lo había sanado hasta más adelante (Juan 5:12-13).

Otro ejemplo de alguien que fue sanado antes de tener fe es el ciego de nacimiento de Juan 9. No pidió ser sanado, pero de entre muchos otros, fue escogido para ser sanado: otro ejemplo de la gracia de Dios. En el caso del ciego de nacimiento y en el del hombre de la piscina, Jesús se ocupó de sus problemas físicos por separado de su necesidad espiritual: el hombre de Juan 9 se da cuenta más adelante de quién es Jesús y deposita su fe en Él (versículo 38). La sanidad de estos hombres por parte de Jesús no tenía que ver tanto con su fe, sino más bien con Su voluntad.

Todos los que Jesús quiso que quedaran sanos, quedaron sanos. A veces sanaba a los que expresaban su fe en Él, y se esforzaba por resaltar la condición de su corazón: "Tu fe te ha salvado". Otras veces, en Su gran misericordia, sanó a los que no tenían fe y después los atrajo hacia Sí.

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