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Pregunta

¿Qué significa volver a Dios de todo corazón (Jeremías 24:7)?

Respuesta


A través de la visión de Jeremías de los higos buenos y los higos malos (Jeremías 24:1-10), Dios anima al profeta con la promesa de cuidar de un remanente de Su pueblo en el exilio. El Señor obraría en sus corazones y un día los devolvería a su tierra: "Porque pondré Mis ojos sobre ellos para bien, y los traeré de nuevo a esta tierra; los edificaré y no los derribaré, los plantaré y no los arrancaré. Les daré un corazón para que me conozcan, porque Yo soy el Señor; y ellos serán Mi pueblo y Yo seré su Dios, pues volverán a Mí de todo corazón" (versículos 6-7, NBLA).

Inspirado por esta visión, Jeremías escribe una carta desde Jerusalén a los exiliados en Babilonia, instándoles a vivir pacífica y pacientemente en la tierra porque Dios tiene buenos planes para su futuro (Jeremías 29:1-14). De nuevo, a través de Jeremías, el Señor llama al pueblo a volver a Él de todo corazón: "Ustedes me invocarán y vendrán a rogarme, y Yo los escucharé. Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón. Me dejaré hallar de ustedes... y los traeré de nuevo al lugar desde donde los envié al destierro" (versículos 12-14, NBLA). El profeta Joel hace un llamado similar al arrepentimiento: ""Aun ahora", declara el Señor, "Vuelvan a Mí de todo corazón, con ayuno, llanto y lamento. Rasguen su corazón y no sus vestidos". Vuelvan ahora al Señor su Dios" (Joel 2:12-13, NBLA).

En estos pasajes, el arrepentimiento del pecado se concibe como volver a Dios de todo corazón. Curiosamente, en la visión de Jeremías, el Señor mismo comienza la obra de arrepentimiento cambiando sus corazones. Dios hizo lo mismo con los hijos de Israel cuando desobedecieron el pacto bajo Moisés. El Señor prometió circuncidar sus corazones para que le amaran y volvieran a Él con todo su corazón y toda su alma (Deuteronomio 30:1-10). El verdadero arrepentimiento que nos aleja del pecado y nos devuelve a Dios comienza cuando el Señor cambia nuestros corazones. Nos da "un solo corazón" y "un espíritu nuevo", eliminando nuestros corazones de piedra y reemplazándolos por "un corazón de carne" (Ezequiel 11:19, NBLA; ver también Ezequiel 36:26; Jeremías 32:38-39).

El gran anhelo del corazón de Dios es que las personas que están lejos, en rebelión espiritual, se arrepientan de sus pecados y regresen a un lugar de obediencia y devoción incondicionales al Señor (Lucas 15:11-32). Este tema está presente en toda la Biblia (Nehemías 1:9; Zacarías 1:3; Malaquías 3:7; 1 Juan 1:9). En Su amorosa gracia, Dios nos conduce al arrepentimiento (Tito 2:11-14; 1 Pedro 5:10). En Su bondad y amabilidad, nos atrae de nuevo hacia Él (Juan 6:44; Romanos 2:4). Al obrar en nuestros corazones para cambiar nuestra mentalidad acerca del pecado, Él hace por nosotros lo que no podemos hacer por nosotros mismos. Crea en nosotros corazones nuevos, limpios y puros (Salmo 51:10), para que queramos volver a Él, nuestra fuente de vida, y amarle con todo nuestro corazón.

Volver a Dios de todo corazón indica la sinceridad de nuestro arrepentimiento y devoción al Señor (Jeremías 3:10; 1 Reyes 8:46-50). Dios quiere que lo amemos y nos dediquemos a Él con todo lo que tenemos: corazón, alma, mente y fuerzas (Deuteronomio 6:5; 13:3; Mateo 22:37). Samuel instó al pueblo a que "no se aparten de seguir al Señor, sino sirvan al Señor con todo su corazón" (1 Samuel 12:20, NBLA).

Un corazón entero para Dios es un corazón sin divisiones (Salmo 86:11). Con demasiada frecuencia, nuestros corazones se dividen por el pecado y se distraen con las cosas de este mundo. Al igual que los obstinados y rebeldes hijos de Israel, perdemos interés en lo que Dios quiere. Si nos encontramos en este predicamento—más interesados en complacernos a nosotros mismos que en complacer a Dios—debemos entregar nuestros corazones divididos a Dios.

¿Necesitas volver a Dios de todo corazón? Entonces haz caso a la súplica del apóstol Pablo de "promover lo que es honesto y para asegurar su constante devoción al Señor" (1 Corintios 7:35, NBLA). Deja que Dios cambie tu corazón mientras te arrepientes del pecado y sigues la exhortación de Santiago: "Acérquense a Dios, y Dios se acercará a ustedes. Lávense las manos, pecadores; purifiquen su corazón, porque su lealtad está dividida entre Dios y el mundo" (Santiago 4:8, NTV).

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