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Pregunta

¿Cuál debería ser la perspectiva cristiana de la colonización de Marte?

Respuesta


La colonización humana de otros planetas es un tema recurrente de la ciencia ficción. Desde Crónicas marcianas (1950), de Ray Bradbury, hasta El marciano (2011), de Andy Weir, los autores de ciencia ficción llevan mucho tiempo imaginando una civilización humana en Marte. Con los avances de la tecnología, las crecientes preocupaciones económicas y la inquietud por la estabilidad medioambiental de la Tierra, el impulso hacia la habitabilidad extraterrestre está en el punto de mira de la comunidad científica.

Marte, uno de los planetas vecinos más cercanos a la Tierra, es posiblemente el mejor destino posible para la expansión humana más allá de los límites de nuestro mundo. Las condiciones de temperatura y luz solar de la superficie de Marte son más parecidas a las de la Tierra que las de cualquier otro cuerpo celeste del sistema solar. Sin embargo, con una presión atmosférica reducida y una atmósfera de solo un 0,1% de oxígeno, la mayor parte de la vida humana no sobreviviría sin complejos sistemas de soporte vital y estructuras vivientes protectoras. Aun así, la comunidad científica persiste en descubrir la manera de que la ciencia ficción se convierta en realidad científica en Marte.

Los cristianos no tienen por qué temer los esfuerzos de colonización de Marte. Colonizar Marte no equivale a abandonar la Tierra o el mundo que Dios nos ha dado. La Biblia nos dice que todo en la creación de Dios -galaxias, estrellas, planetas, personas, plantas, animales- fue creado para la gloria de Dios (Salmo 8:3; 19:1; Isaías 43:7; 48:13). No se nos prohíbe explorar nuestro mundo, por lo que podemos suponer que lo mismo ocurre con otros planetas.

Espiritualmente hablando, la humanidad podría glorificar a Dios con la misma eficacia en Marte que en la Tierra. Dios es omnipresente, y está presente en Marte tanto como en la Tierra. El cuerpo del creyente es templo del Espíritu Santo, vaya donde vaya (1 Corintios 3:16; Salmo 148:1-14). Los creyentes que vivan en Marte en el futuro no tendrán que temer ser "dejados atrás" durante el rapto del final de los tiempos (1 Tesalonicenses 4:17; 1 Corintios 15:51-52), porque Dios no está limitado por los confines de la atmósfera terrestre (Salmo 139:7-12; Jeremías 23:23-24; 1 Reyes 8:27).

Desde el punto de vista político, una de las preocupaciones de la colonización de Marte es cómo se establecerían las leyes civiles y la cultura en una colonia marciana. En 1967, las Naciones Unidas crearon el "Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes". Este tratado estipula que "ningún país puede adueñarse del espacio ni de sus habitantes". Dado que la colonización de Marte presentaría obstáculos tan peligrosos y desafiantes para la vida humana, se supone que las leyes comunitarias del Planeta Rojo serían probablemente muy diferentes de las de la Tierra. Si se lleva a cabo la colonización de Marte, los cristianos de las comunidades científica y política deberían estar atentos para ayudar a establecer leyes y prácticas morales y humanas para la nueva civilización.

Los cristianos pueden considerar con seguridad la idea de la colonización de Marte simplemente como un avance continuo del esfuerzo científico y la expansión del conocimiento. Apoyar los esfuerzos de colonización de Marte es apoyar la exploración espacial, la investigación científica y el estudio interplanetario; no es suscribirse a escenarios catastrofistas, patrañas sobre el calentamiento global, miedos a la superpoblación ni ninguna otra cuestión política medioambiental.

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