Pregunta de la Semana
Pregunta
¿Deberían los cristianos participar en el diálogo interreligioso?
Respuesta
La respuesta depende de lo que se entienda por "diálogo interreligioso". Por un lado, el diálogo en sí mismo es algo positivo. Cuando un cristiano dialoga con una persona de otra fe, puede obtener un mayor entendimiento y perspectivas útiles. Aprender a través del diálogo es mejor que vivir en la ignorancia. Hacer preguntas sobre lo que cree otra persona es una excelente manera de tender puentes. Muchos cristianos no comprenden realmente las creencias de quienes los rodean, lo que les dificulta relacionarse con ellos y compartir el evangelio de manera efectiva.
El problema con el "diálogo interreligioso" es que, para la mayoría de las personas, se basa en la premisa de que ninguna religión es "superior" a otra y que todas son igualmente válidas. En este contexto, evangelizar o intentar convertir a alguien se considera un acto arrogante e irrespetuoso, ya que se asume que todos los caminos llevan a Dios. Para muchos, el diálogo interreligioso es una plataforma donde los seguidores de diferentes religiones buscan puntos en común para abordar juntos los problemas sociales y humanos. El objetivo principal de este tipo de diálogo es unirse para enfrentar los "verdaderos" problemas de la humanidad, que suelen estar relacionados con las relaciones humanas y el sufrimiento.
Algunos cristianos nominales aceptan este tipo de compromiso en el diálogo interreligioso porque creen que el mensaje central del cristianismo es el amor. Para ellos, las cuestiones doctrinales son secundarias, siempre que una persona lleve una vida buena y se esfuerce por ayudar a los demás. Desde esta perspectiva, no importa en qué detalles cree alguien sobre Dios, la resurrección o la Biblia, mientras esté comprometido con el amor y la cooperación. Tampoco consideran relevante si alguien cree en Jesús o no, siempre que viva de acuerdo con los valores que Él enseñó.
Para los cristianos que siguen la Biblia, sin embargo, el problema principal no es horizontal (las relaciones entre las personas), sino vertical (la relación del hombre con Dios). Aunque el pecado afecta las relaciones humanas y causa alienación entre las personas, el problema más grave es que nos separa de Dios y nos coloca bajo Su juicio justo. (Esta es la premisa que los promotores del diálogo interreligioso suelen negar). Resolver el problema del pecado es lo más importante. Jesús afirmó ser la única solución: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6).
En un servicio interreligioso que tuvo lugar después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, participaron representantes de diversas creencias. En ese contexto, el "verdadero problema" identificado fue el extremismo religioso, la violencia y el sufrimiento humano. Durante la ceremonia, alguien leyó un pasaje de la Biblia para brindar consuelo: "Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios" (Romanos 8:38-39, NBLA). A primera vista, este pasaje parecía encajar perfectamente en el contexto interreligioso. Sin embargo, la lectura omitió las últimas palabras del versículo 39: "que es en Cristo Jesús Señor nuestro". Este detalle cambia el significado del pasaje, ya que su mensaje central es que la seguridad en el amor de Dios está vinculada a una relación con Cristo. Esta omisión es un ejemplo de cómo, en el diálogo interreligioso, se tiende a eliminar las enseñanzas exclusivas del cristianismo para no ofender a otros participantes. Sin embargo, la verdad de Cristo divide (Mateo 10:34).
En conclusión, los cristianos deben dialogar con personas de otras creencias para comprender mejor lo que otros piensan y tender puentes con el fin de compartir el evangelio de manera efectiva. También es positivo abordar problemas humanitarios, pero siempre con el objetivo de crear oportunidades para proclamar el mensaje de Cristo. La misión del cristiano, en obediencia a Cristo, es hacer discípulos (Mateo 28:19). Si las reglas del diálogo interreligioso prohíben presentar a Cristo como la única verdad, el cristiano debería reconsiderar su participación. En la mayoría de los casos, esta es la situación en los foros de diálogo interreligioso formales.
Pregunta de la Semana