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Pregunta

¿Qué es el socialismo cristiano?

Respuesta


El socialismo es un sistema en el que los medios de producción, distribución e intercambio de bienes están regulados por toda la comunidad. Muchas veces se contrapone al capitalismo, un sistema en el que los medios de producción, distribución e intercambio están controlados por cada individuo. La "redistribución de la riqueza" es un concepto socialista clave, y significa que la riqueza se toma de los "ricos" y se redistribuye entre los pobres para que se reparta de forma más equitativa.

A mediados del siglo XIX, el socialismo cristiano se interesó por mejorar la situación de los pobres mediante diversos programas sociales. Muchas de las reformas relativas a las condiciones laborales surgieron de estos esfuerzos. En años más recientes, el socialismo cristiano ha llegado a referirse a cualquier sistema que combine los objetivos del socialismo con la ética del cristianismo. Muchos cristianos, especialmente entre los millennials, ven el socialismo como una opción política viable.

El socialismo se ha asociado durante mucho tiempo a la política de izquierdas. En los últimos años, cada vez son más los evangélicos que abogan por alguna forma de socialismo en la sociedad en general. El capitalismo se rechaza como anticristiano porque supuestamente se basa en la codicia. Se considera que el capitalismo es la causa de la desigualdad, ya que los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres, lo que parece ir en contra de los valores bíblicos. Por el contrario, el socialismo se ve como un sistema en el que los menos afortunados pueden ser atendidos de forma compasiva por la comunidad.

Varios pasajes bíblicos apoyan la idea del socialismo cristiano. Muchos pasajes del Antiguo Testamento hablan de ayudar a los pobres y débiles, y algunos encuentran un ejemplo de socialismo cristiano en la Iglesia primitiva:

"Aprendan a hacer el bien, busquen la justicia, reprendan al opresor, defiendan[a] al huérfano, aboguen por la viuda" (Isaías 1:17, NBLA).

"Cuando siegues tu cosecha en tu campo y olvides alguna gavilla en el campo, no regresarás a recogerla; será para el extranjero, para el huérfano y para la viuda, para que el Señor tu Dios te bendiga en toda obra de tus manos. Cuando sacudas tus olivos, no recorrerás las ramas que hayas dejado tras de ti, serán para el extranjero, para el huérfano y para la viuda. Cuando vendimies tu viña, no la repasarás; será para el extranjero, para el huérfano y para la viuda. Recordarás que tú fuiste esclavo en la tierra de Egipto; por tanto, yo te mando que hagas estas cosas" (Deuteronomio 24:19-22, NBLA).

"La congregación de los que creyeron era de un corazón y un alma. Ninguno decía ser suyo lo que poseía, sino que todas las cosas eran de propiedad común. Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y había abundante gracia sobre todos ellos. No había, pues, ningún necesitado entre ellos, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían, traían el precio de lo vendido, y lo depositaban a los pies de los apóstoles, y se distribuía a cada uno según su necesidad" (Hechos 4:32-35, NBLA).

Jesús dijo que, después de amar a Dios, el mandamiento supremo es amar al prójimo como a uno mismo (ver Mateo 22:25-40; Marcos 12:28-31; Lucas 10:25-28).

Los socialcristianos, entre los que hay un número creciente de evangélicos, tratan de influir en la política pública para que la sociedad sea menos capitalista y más socialista, y lo ven como un medio de vivir los pasajes bíblicos antes mencionados.

Aunque parece un esfuerzo noble, el socialismo cristiano tiene algunos problemas. El más evidente es que ninguno de los pasajes mencionados aboga por una sociedad socialista ni ordena una redistribución de la riqueza. En el Antiguo Testamento, cuando Israel era una teocracia, seguía siendo una sociedad capitalista con derechos de propiedad privada y comercio por el que algunas personas obtenían grandes riquezas, mientras que otras no. La Ley no llamaba a Israel a redistribuir la riqueza ni censuraba a las personas que la ganaban; más bien, existían programas para evitar la pobreza generacional (por ejemplo, la limitación de la esclavitud por deudas y el Año del Jubileo). Se prohibía a los ricos aprovecharse injustamente de los pobres (Deuteronomio 24:15; Proverbios 22:22), y se instituyeron ciertas prácticas (como el espigado parcial mencionado en Deuteronomio 24) para que los trabajadores pobres pudieran seguir teniendo suficiente para comer.

El Nuevo Testamento no insta a la Iglesia a abrazar el socialismo dentro de la Iglesia, y mucho menos en la sociedad en general. El único ejemplo que muchas veces se menciona, en Hechos 4, rechaza específicamente cualquier tipo de socialismo obligatorio. Las donaciones dadas en Hechos 4 fueron completamente voluntarias. En el capítulo siguiente, Ananías y su mujer, Safira, vendieron unas tierras y contribuyeron con dinero para ayudar a los pobres, pero se quedaron con una parte para ellos. Pedro los condena no porque se quedaran con parte del dinero, sino porque mintieron, tergiversando su donación y el alcance de su generosidad. Pedro les dijo: "Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón para mentir al Espíritu Santo, y quedarte con parte del precio del terreno? Mientras estaba sin venderse, ¿no te pertenecía? Y después de vendida, ¿no estaba bajo tu poder? ¿Por qué concebiste este asunto en tu corazón? No has mentido a los hombres sino a Dios" (Hechos 5:3-4, NBLA).

La Iglesia primitiva demostró un modelo de generosidad en las donaciones, tal y como el Señor había bendecido a los individuos y como Él les llevó a dar para ayudar a los pobres. No existe una redistribución obligatoria de la riqueza, y el ejemplo de la iglesia de Jerusalén no debía tomarse como modelo para los gobiernos nacionales. Pablo recogía regularmente ofrendas de las iglesias para ayudar a los creyentes de otros lugares, y les pedía que dieran generosamente, pero la ofrenda no era obligatoria. Al escribir a los corintios para recordarles que iba a hacer una colecta para los creyentes pobres, Pablo dice: "Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría" (2 Corintios 9:7, NBLA). La pauta en el Nuevo Testamento es la generosidad voluntaria y alegre (ver también 1 Timoteo 6:17-19).

Es posible que los cristianos de Estados Unidos no hayan sido lo suficientemente generosos y se hayan centrado egoístamente en acumular riqueza y vivir en el lujo. Es posible que esta autoindulgencia haya empujado a una generación más joven hacia el socialismo cristiano como filosofía política. Sin embargo, el socialismo, cuando se aplica a gran escala, nunca ha funcionado para crear riqueza o enriquecer la vida de las personas. Se consigue mucho más con un capitalismo robusto acompañado de generosidad. Lamentablemente, la generosidad no puede legislarse, y la redistribución de la riqueza suele provocar una disminución de las actividades que producen riqueza, dejando a las personas generosas con mucho menos para ser generosas.

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