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Pregunta

¿Es Dios un megalómano?

Respuesta


La megalomanía es un trastorno mental que causa que una persona tenga opiniones exageradas sobre su poder o habilidades. Alguien que piensa que es mucho más importante, poderoso o capaz de lo que realmente es, a pesar de todas las pruebas, sería considerado un megalómano. El mismo término se aplicaría a una persona que se causa daño a sí misma y a los demás debido a una obsesión por su poder o imagen. La megalomanía tiene dos componentes clave, ninguno de los cuales se aplica a Dios: la inexactitud y el perjuicio.

La megalomanía implica engaño: lo que el megalómano piensa de sí mismo en realidad no es cierto. Un megalómano es el jugador de ajedrez mediocre que acusa a todos los que le ganan de hacer trampas, porque él es "demasiado inteligente" para perder limpiamente. Adolf Hitler cometió varios errores durante la Segunda Guerra Mundial como resultado de su megalomanía. Se negó a escuchar los consejos de sus generales, pues confiaba demasiado en sus propias capacidades. Dios no es un iluso. La autoevaluación de Dios es verdadera en que Él es el único Dios y posee poder absoluto, soberanía y conocimiento. Mientras las afirmaciones de Dios sobre él mismo sean verdaderas, no está expresando megalomanía.

Una persona que cree que es la más alta en una habitación y se niega a admitir lo contrario no es un megalómano, siempre y cuando realmente sea más alta que cualquier otra persona presente. El actual poseedor del récord mundial en los 100 metros no es megalomaniaco, por decir que es el "hombre más rápido de la tierra". De la misma manera, cuando Dios reclama rasgos como la omnipotencia y la omnisciencia, no está expresando megalomanía, estos son Sus verdaderos atributos. Sería justo decir que "la megalomanía en el Dios bíblico" es una contradicción de términos, ya que es imposible exagerar el poder y la influencia de Dios.

La megalomanía también implica daño. Los verdaderos megalómanos se lastiman a sí mismos y a los demás. Su desconexión de la realidad resulta en acciones que son irracionales, peligrosas o absurdas. Consideremos de nuevo el ejemplo de Hitler sobreestimando su propio genio militar. O el de un villano de película como Darth Vader que mata a sus subordinados por pequeños errores. Dios no es caprichoso ni cruel. Las acciones de Dios hacia la humanidad están explícitamente pensadas para nuestro beneficio. Una deidad que se somete a sí misma a la humillación y la muerte como medio para perdonar nuestro pecado voluntario, difícilmente nos está perjudicando. Que Dios espere que apreciemos y respondamos a este sacrificio tampoco es megalomaníaco; es de sentido común.

Entonces, el Dios de la Biblia no es un narcisista, ni un ególatra, ni un megalómano. Dios se presenta exactamente como es y muestra un enorme amor y preocupación por nosotros (Romanos 5:8). Ni la honestidad ni el amor son característicos de la megalomanía.

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