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Pregunta

¿Qué podemos aprender de la historia de Eliseo y Naamán?

Respuesta


Naamán era el comandante del ejército de Siria (Aram) y gozaba de buena reputación como militar, pero tenía lepra. Su criada israelita le sugirió que acudiera a Eliseo para sanarse. Naamán partió hacia Israel, llevando consigo un gran regalo y una carta de Ben-adad, el rey de Siria, en la que pedía al rey de Israel que sanase a Naamán (2 Reyes 5:1-6). La reacción del rey de Israel fue de pánico: ¿cómo podía alguien sanar la lepra? El rey de Israel pensó que Ben-adad estaba intentando iniciar una pelea (2 Reyes 5:7).

Cuando el profeta Eliseo se enteró de la angustia del rey, envió a decirle: "¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel" (2 Reyes 5:8). Naamán llegó entonces a casa de Eliseo con sus carros, regalos y sirvientes.

Eliseo ni siquiera salió a saludar a Naamán. En vez de eso, le envió un mensaje para que se lavara en el río Jordán siete veces para ser sanado. "Pero Naamán se enojó, y se fue diciendo: "Yo pensé: "Seguramente él vendrá a mí, y se detendrá e invocará el nombre del Señor su Dios, moverá su mano sobre la parte enferma y curará la lepra". ¿No son el Abaná y el Farfar, ríos de Damasco, mejores que todas las aguas de Israel? ¿No pudiera yo lavarme en ellos y ser limpio?". Y dio la vuelta, y se fue enfurecido" (2 Reyes 5:11-12, NBLA).

Los criados de Naamán le instaron a que reconsiderara su decisión, y Naamán lo hizo sabiamente. Después de sumergirse siete veces en el río Jordán, quedó completamente sano, como había dicho Eliseo. De hecho, "su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio" (2 Reyes 5:14). Naamán volvió a Eliseo y le dijo: "He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún presente de tu siervo" (versículo 15). Eliseo rechazó el regalo y despidió al comandante sirio en paz.

Sin embargo, el siervo de Eliseo, Giezi, siguió a Naamán y le pidió con engaño un regalo en nombre de Eliseo. Naamán le dio "dos talentos de plata en dos bolsas, y dos vestidos nuevos" (2 Reyes 5:23). Giezi escondió el botín y regresó a su casa, donde Eliseo se enfrentó a él. Giezi mintió de nuevo para encubrir el asunto. El Señor había dado a Eliseo entendimiento, y el profeta dijo a Giezi: "Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre" (versículo 27). Giezi contrajo inmediatamente la lepra.

Se puede aprender mucho de este relato. En primer lugar, hay un claro contraste entre la fe de la joven criada, que conocía a Eliseo y creía en su poder, y la angustia del rey de Israel, que ni siquiera pensaba en Eliseo y se preocupaba por su propia falta de poder.

En segundo lugar, tenemos un contraste entre la pompa de Naamán y la humildad de Eliseo. Naamán vino para ser sanado, llevando consigo grandes regalos en finos carros; Eliseo no tenía tales galas, solo el poder de Dios. El orgullo de Naamán fue casi su perdición: demasiado orgulloso y testarudo para seguir las sencillas instrucciones del profeta, estuvo a punto de pasar por alto la bendición que Dios le tenía reservada. Nosotros también debemos obedecer la Palabra de Dios, incluso cuando el camino de Dios no tenga sentido para nosotros.

Además, los que sirven a Dios no lo hacen para obtener beneficios económicos, sino por amor y simple obediencia al Señor. Eliseo rechazó el regalo que le ofreció el príncipe. Dios es quien da, no quien recibe, y Sus dones no se pueden comprar. La sanidad de Naamán de la lepra es una imagen maravillosa de nuestra salvación del pecado, otorgada libremente por la gracia de Dios en respuesta a la fe (Efesios 2:8-9).

La codicia y el engaño de Giezi son una advertencia para nosotros. La Biblia nos advierte contra la codicia de las "ganancias deshonestas" (Tito 1:7). Estamos llamados a ser honestos en todos nuestros asuntos, sabiendo que Dios lo ve todo y juzgará como corresponde. Podemos estar seguros de que nuestros pecados nos descubrirán (Números 32:23).

Jesús utilizó la historia de Naamán y Eliseo como ilustración del problema de la incredulidad de Israel. En Lucas 4:27, Jesús le dice a la multitud en la sinagoga de Nazaret: "Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio". Los leprosos de Israel pasaron por alto la sanidad que podría haber sido suya a través de Eliseo, así que en su lugar Dios sanó a un sirio. De la misma manera, los israelitas de la época de Jesús estaban pasando por alto el Poder que tenían justo delante de sus ojos. Sin embargo, Dios no hace acepción de personas (Hechos 10:34-35), y los gentiles acabaron recibiendo el Evangelio que Israel rechazó.

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