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Pregunta

¿Quién era Jairo en la Biblia?

Respuesta


En la Biblia, Jairo era el padre de una niña de 12 años a la que Jesús resucitó de entre los muertos. Jairo era uno de los jefes de la sinagoga de Capernaum (Marcos 5:22), por lo que era un líder religioso muy conocido. Jairo se acercó a Jesús, suplicándole que viniera a imponerle las manos sobre su única hija, que estaba a punto de morir. Se humilló ante Jesús, cayendo a sus pies (Lucas 8:41). Jairo expresó su fe en el poder de Jesús para sanar a su hija, y Jesús empezó a seguirle hasta su casa (Marcos 5:23-24). La historia de Jairo se registra en la Biblia en Marcos 5:22-41 y Lucas 8:41-56.

Mientras Jesús caminaba con Jairo, tuvieron que abrirse paso entre una gran multitud. En la Biblia se describe que "la multitud le oprimía" (Lucas 8:42). Es probable que la multitud retrasara considerablemente el avance de Jesús, lo que debió de resultar frustrante para Jairo: el tiempo era esencial, pues su hija estaba a punto de morir. En medio de la multitud, una mujer que llevaba doce años sangrando se acercó a Jesús por detrás y tocó el borde de su manto, diciéndose a sí misma: "Si tocare tan solamente su manto, seré salva" (Marcos 5:28). Su flujo de sangre se secó inmediatamente. Jesús sintió que el poder había salido de Él, y se volvió para preguntar quién había tocado su ropa. La mujer se acercó temblando de miedo y, postrándose ante Él, le contó la verdad (versículo 33). Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote" (versículo 34).

Mientras Jesús hablaba con la mujer, llegaron unos vecinos de la casa de Jairo y le dijeron que su hija había muerto y que ya no tenía por qué molestar a Jesús (Marcos 5:35). Jesús oyó la noticia y dio a Jairo dos órdenes y una promesa: "No temas; cree solamente, y será salva" (Lucas 8:50). Juntos se dirigieron a casa de Jairo. Cuando llegaron allí, las mujeres se lamentaban y lloraban, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme" (Marcos 5:39). Los dolientes se burlaban y se reían de Jesús (versículo 40). Sin inmutarse, Jesús entró en la casa, llevando consigo a Jairo y a su mujer, junto con Pedro, Santiago y Juan (Lucas 8:51).

Jesús entró en la habitación donde yacía la hija de Jairo. Tomó a la niña muerta de la mano y le dijo: "Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate" (Marcos 5:41). Inmediatamente, el espíritu de la niña volvió (Lucas 8:55), se levantó y empezó a caminar (Marcos 5:41). Todos se "se espantaron grandemente" (versículo 42); literalmente, se quedaron "de piedra" o, como diríamos nosotros, "estupefactos". Jesús ordenó entonces a Jairo que diera de comer a su hija, pero que no contara a nadie el milagro (Lucas 8:55-56).

Es interesante observar que la hija de Jairo tenía doce años, el mismo número de años que la mujer de la multitud había padecido su enfermedad. Además, Jesús llama "hija" a la mujer que sanó (Lucas 8:48) -la única vez que llama así a un individuo- en medio de las muchas referencias a la hija de Jairo en la misma narración. La historia de Jairo en la Biblia es realmente un milagro dentro de otro milagro, con dos "hijas" y dos períodos de una docena de años.

Cuando Jesús se detuvo en su camino a la casa de Jairo para hablar con la mujer de la multitud, dejó pasar el tiempo. Jesús no estaba preocupado por la muerte de la hija de Jairo. Él sabía desde el principio que la sanaría, incluso si eso significaba resucitarla de entre los muertos. En un hermoso acto de misericordia, Jesús se detiene para atender a la mujer de la multitud que se había acercado a Él con fe. Sin duda, Jairo sentía la urgencia de su situación, y probablemente le molestaba lo que consideraba un retraso. Su hija estaba a las puertas de la muerte, y Jesús se estaba tomando su tiempo. Jairo aprendió que el tiempo y el propósito de Dios no son como los nuestros. A veces nos exige paciencia, a veces espera más de lo que creemos racional, y a veces permite una pérdida temporal para mostrarnos la abundancia eterna de Su bendición (ver Eclesiastés 3:11; 2 Corintios 4:17).

Jairo era un líder de la sinagoga, y la mujer que estaba sangrando entre la multitud era probablemente una marginada a causa de su enfermedad (ver Levítico 15:25-27). Sin embargo, Jesús atendió amablemente sus respectivas necesidades y respondió a su fe con el mismo amor, poder y voluntad de sanar. Él "no hace acepción de personas de príncipes. Ni respeta más al rico que al pobre, porque todos son obra de sus manos" (Job 34:19).

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