Pregunta
¿Cómo puede una cristiana evitar ser una diva?
Respuesta
La palabra diva es la forma femenina del término latino divus, que significaba "dios". En español, la palabra diva pasó a hacer referencia a cualquier intérprete femenina popular, especialmente una cantante, pero también ha llegado a significar "una persona vanidosa, temperamental y exigente que tiene dificultades para trabajar bien con los demás". Por su parte, los cristianos, que no deben ser vanidosos, temperamentales ni exigentes, al menos no deberían considerarse divas en este sentido.
En nuestra cultura ensimismada, prácticamente se fomentan las actitudes de diva. Nos bombardean con anuncios que nos dicen que "seamos todo lo que podamos ser". Nos dicen que "merecemos lo mejor" y que "nada es demasiado bueno" para nosotros. Siguiendo estos consejos, hombres y mujeres pueden volverse egocéntricos, con derechos y difíciles de tratar. Lamentablemente, los cristianos son tan propensos a adoptar esta actitud como los no creyentes. Sin embargo, ser una diva es totalmente contrario a las enseñanzas de Cristo.
La actitud de diva puede aparecer cuando no nos salimos con la nuestra, creemos que merecemos más de lo que estamos recibiendo, o no estamos de acuerdo con la dirección que está tomando el liderazgo. Las diferencias de opinión son necesarias en las relaciones sanas, y la forma en que manejamos esas diferencias puede ser beneficiosa o contraproducente. Comportarse como una diva nunca honra a Dios.
Con frecuencia, las divas son la causa de conflictos, chismes e incluso divisiones en la iglesia. Las divas crean caos en el cuerpo de Cristo, en el trabajo y en las comunidades sociales, o en el hogar. Consideremos estos ejemplos: Beatríz está muy molesta porque no le pidieron ser la líder del ministerio de mujeres y empieza a asistir a otra iglesia donde aprecian sus talentos. Francisco se queja de tener que ceder su sitio de estacionamiento en primera fila para dejar sitio a los minusválidos. Una pareja decide abandonar su reunión familiar porque les molesta la presencia de niños. Una cosa que todas las divas tienen en común es una elevada opinión de sí mismas.
Las divas no son un producto del siglo XXI. La Iglesia primitiva tuvo que soportar a divos como Diótrefes, a quien Juan describió como alguien a quien "le gusta tener el primer lugar" (3 Juan 1:9). Pablo advirtió en Romanos 12:3 contra las divas: "que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura". Para ser sensatos, debemos estar dispuestos a vernos a nosotros mismos como Dios nos ve. No debemos compararnos con los que nos rodean, sino con la perfección de Jesús (2 Corintios 10:12). Es difícil sentirse altivo cuando consideramos "a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo" (Hebreos 12:3). Es Su carácter el que los cristianos debemos imitar. Cuando empezamos a actuar como divos, debemos recordar la humilde servidumbre de Cristo. Jesús "no vino para ser servido, sino para servir" (Mateo 20:28).
¿Cómo se compara una actitud de diva con una actitud de siervo?
• Las divas se centran en sí mismas; los siervos, en los demás (Filipenses 2:4). • Las divas se dan importancia a sí mismas; los siervos buscan magnificar la importancia de Cristo (Juan 3:30). • Las divas exigen sus derechos; los siervos ceden sus derechos para que los guarde el Señor (Gálatas 2:20). • Las divas tratan sus opiniones como convicciones piadosas; los siervos reconocen la diferencia entre la opinión personal y la convicción espiritual (1 Corintios 2:2). • Las divas justifican su propio pecado mientras critican a otros; los siervos se afligen por todo pecado y viven en un estado de arrepentimiento continuo (Salmo 45:7).
Segunda de Corintios 10:18 dice: "porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba". Despojarnos de una actitud de diva requiere que derribemos nuestro "derecho" a ser respetados y admirados y lo sustituyamos por el deseo de agradar al Señor. Debemos pedir al Señor que nos muestre nuestro propio pecado tal como Él lo ve. También podemos tomar la decisión de crucificar nuestro orgullo, ofreciéndonos como voluntarios para cosas que no nos aportarán nada. Alguien que está superando una actitud de diva puede ofrecerse para pasar la aspiradora después de una celebración del ministerio de jóvenes, cargar las compras en el auto de una persona mayor, o recoger basura en una ruta de senderismo. Es aún más provechoso cuando el voluntariado se hace sin que nadie lo sepa.
Evitar ser una diva está relacionado con lo que la Biblia llama morir a la carne (ver Romanos 6:8-14; Lucas 9:23). Sin embargo, como matar nuestros deseos carnales es doloroso, muchos cristianos se limitan a enseñar a su carne algunos modales. Asumen que están viviendo vidas piadosas porque no están involucrados en ciertos pecados obvios-hasta que la actitud de diva comienza a mostrarse. Sus preferencias no se tienen en cuenta al elegir una actividad de grupo, un restaurante deja de servir su plato favorito, o su empleador no está de acuerdo con sus ideas, y el petulante y molesto malhumor asoma su fea cabeza. La diva ha vuelto.
Para evitar la mentalidad de diva hay que empezar por reconocer nuestro potencial para serlo. El orgullo es la base de una actitud de diva, así que el segundo paso es confesar nuestro orgullo al Señor y pedirle ayuda para superarlo. Un tercer y difícil paso es considerarnos crucificados con Cristo y buscar maneras humildes de servir a los demás. Las divas a menudo enmascaran su orgullo eligiendo actos públicos de servicio para ser elogiadas o inundando las redes sociales con señales de virtud y selfies "presumiendo humildemente". Es mejor ofrecerse voluntario para una tarea nada popular que no llame la atención.
Pedro da un gran consejo para que no seamos divos: "revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes" (1 Pedro 5:5; cf. Proverbios 3:34).
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