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Pregunta

¿En qué se parece la vida cristiana a los Juegos Olímpicos?

Respuesta


Los Juegos Olímpicos representan la cumbre del atletismo, el entrenamiento y la competitividad, y se remontan a la antigüedad. El apóstol Pablo utilizó ilustraciones del mundo del atletismo en varias de sus cartas. En tres epístolas, utilizó la imagen de una carrera de velocidad para instar a la búsqueda vigorosa y legítima del crecimiento y el servicio espirituales. Cuatro veces Pablo habló de su propio crecimiento y servicio en términos de su propia carrera.

A los creyentes de Corinto, dotados, pero inmaduros, Pablo escribió: "¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis" (1 Corintios 9:24). Aquí, Pablo compara el esfuerzo disciplinado necesario para el crecimiento espiritual con el esfuerzo de un atleta olímpico para ganar el premio que solo espera al ganador de una carrera. El crecimiento de la semejanza a Cristo no sucede por sí solo. Dios ciertamente "en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Filipenses 2:13), pero el creyente debe cooperar con Dios ejerciendo un esfuerzo responsable y serio para seguir lo que el Espíritu Santo enseña. "Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente" (2 Timoteo 2:5). Para el creyente disciplinado, el premio es el "supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Filipenses 3:14). ¿A qué llama Dios al creyente? A parecerse a Jesucristo tanto en corazón como en estilo de vida (Romanos 8:28-30).

El verdadero creyente demuestra la realidad de la obra de Dios en su corazón al soportar toda clase de pruebas en el desarrollo de la semejanza a Cristo. El creyente está en entrenamiento, así como un atleta olímpico debe entrenarse para una carrera. Sin dolor no hay ganancia. Por eso el escritor de Hebreos nos exhortó: "despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar" (Hebreos 12:1-3). A Jesús se le presenta como el mejor corredor, el que marca el ritmo, nuestro modelo y héroe en la carrera de la vida. Del mismo modo que un corredor en las Olimpiadas debe prescindir de todo lo que obstaculice su carrera, nosotros debemos desprendernos del pecado. Como un corredor en los juegos debe mantener sus ojos en la línea de meta, así nosotros debemos mantener nuestros ojos en Cristo y Su gozosa recompensa.

Algunos creyentes de Galacia habían perdido la fe en la gracia de Dios y estaban volviendo a una religión legalista y basada en el rendimiento. Pablo les escribió palabras fuertes: "Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? Esta persuasión no procede de aquel que os llama" (Gálatas 5:7-8). La verdadera vida cristiana solo se puede vivir por la fe: fe en la Palabra pura de Dios y fe en la obra consumada de Jesucristo en la cruz. Seguir el engañoso consejo de Satanás de tratar de ganar la gracia de Dios y el don gratuito de la salvación es tropezar en nuestra carrera. Confiar en nuestras propias obras solo insulta a Dios y no nos hace ningún bien.

Pablo escribió con similar urgencia a los creyentes de Filipos: "Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa...para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado" (Filipenses 2:14-16). Pablo alentó la fe pura de los filipenses y comparó su propia labor en favor de ellos con correr una carrera. Había invertido mucho trabajo y sufrimiento en enseñarles la historia de Dios, y quería que su esfuerzo mereciera la pena, como un atleta olímpico desea profundamente que sus sacrificios den como resultado la victoria.

Otro pasaje en el que Pablo utiliza la metáfora de una carrera es Gálatas 2:1-2. Allí, Pablo cuenta cómo había visitado a los líderes cristianos en Jerusalén para comprobar con ellos el evangelio que predicaba a los gentiles. ¿Por qué tuvo tanto cuidado? "para asegurarme de que no corría ni había corrido en vano" (NBLA). Para Pablo era vital conocer, creer y enseñar la verdad de Dios. Esta era la manera en que él "corría su carrera".

Pablo se acercó al final de su vida con una gran confianza. Anticipándose a su inminente martirio en Roma, escribió a su joven protegido, Timoteo: "el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida" (2 Timoteo 4:6-8).

No sabemos si Pablo había sido atleta en sus años de juventud. En estas referencias a las carreras olímpicas, sin duda mostró un gran interés y conocimiento de las carreras de competición. Utilizó esa idea de las carreras olímpicas para ilustrar los fundamentos de la vida cristiana.

Un corredor debe entrenarse para su carrera, conocer las reglas y comprometerse a ganar. Un creyente debe soportar las dificultades, ejercer una fe absoluta y duradera en la Palabra de Dios y mantener los ojos en la meta. En el poder de la cruz, el creyente crece más y más como el Salvador. A pesar de los obstáculos, los desafíos, las tentaciones e incluso la amenaza de muerte, el cristiano sigue corriendo la carrera que Cristo le ha marcado.

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