Pregunta
¿Cómo debe ver un cristiano la tradición?
Respuesta
La palabra tradición puede tener dos significados, uno laico y otro religioso. Según la interpretación laica, la tradición es un ritual, costumbre o creencia arraigada que se transmite de generación en generación. Por ejemplo, las familias tienen ciertas tradiciones en su forma de celebrar las fiestas, los cumpleaños o las vacaciones. Las tradiciones familiares pueden ser una forma sana y positiva de mantener la cohesión familiar. Las tradiciones sociales pueden ayudar a crear un sentimiento de pertenencia a una comunidad. Un colegio puede tener la tradición de que cada año los alumnos de primer año sean acompañados por los de último año al primer partido de fútbol. Seguir estas tradiciones crea unidad y ayuda a mantener las normas sociales. En el ámbito religioso, sin embargo, la tradición puede desdibujar la línea entre la verdad de Dios y la invención del hombre, confundiendo así a muchos. Los cristianos deben ver la tradición religiosa con cautela.
La tradición religiosa estaba en plena vigencia durante el ministerio terrenal de Jesús. Con frecuencia Jesús reprendía a los líderes religiosos, diciéndoles: "invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido" (Marcos 7:13). Los escribas y los fariseos habían añadido tantas ideas propias a la Ley de Dios que la gente común estaba confundida y se sentía impotente para obedecerla toda. En Marcos 7:6-8, Jesús citó a Isaías para reprender a los líderes religiosos, diciendo: "Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres". Note que los "mandamientos de hombres" estaban siendo enseñados como si fueran "doctrinas" divinamente inspiradas. Y ese era el problema.
Una de las muchas tradiciones que guardaban los fariseos de la época de Jesús implicaba un ritual de lavarse las manos antes de las comidas. La observancia de esta tradición no tenía nada que ver con la limpieza; la preocupación de los fariseos era la pureza ceremonial. Una vez, cuando un fariseo invitó a Jesús a comer con él, Jesús se saltó la tradición: "El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no se hubiese lavado antes de comer" (Lucas 11:38). Jesús no había quebrantado ninguna ley -nada en los mandamientos mosaicos exigía ese lavado de manos-, pero, no obstante, el fariseo esperaba que se cumpliera la costumbre. El desprecio absoluto de Jesús por esa tradición hecha por el hombre establece una clara distinción entre lo que es obligatorio (los mandamientos de Dios) y lo que no lo es (la tradición humana).
Las tradiciones religiosas que sustituyen o desplazan la ley de Dios han existido desde los primeros tiempos. Todavía están en plena vigencia en todas las religiones, así como en la mayoría de las denominaciones cristianas. Las ramas litúrgicas del cristianismo tienen las tradiciones más obvias, pero los lugares de adoración más tranquilos también pueden tenerlas. La mayoría de nosotros tenemos nuestro estilo favorito de música, método de predicación, estructura organizativa y rutinas de servicio que aceptamos sin cuestionar. Cuando nos enfrentamos a un cambio, podemos incluso sentir una indignación moral, como si cambiar el formato del servicio o incorporar un instrumento musical fuera una violación directa de los mandamientos de Dios. Lo que realmente estamos haciendo, tal vez sin darnos cuenta, es proteger nuestras propias tradiciones, como hicieron los fariseos. Incluso podemos ofendernos con Jesús, como hicieron los fariseos, cuando desbarata nuestra visión tradicional de cómo creemos que debe ser el cristianismo (ver Juan 9:16).
Las Escrituras tienen diferentes niveles de significado. Cuanto más profundizamos en la Palabra de Dios, más aprendemos acerca de Dios, y a menudo esto trastorna nuestras propias ideas. Justo cuando pensamos que tenemos las cosas claras y estamos seguros de que tenemos razón teológica, moral y socialmente en todo, descubrimos otra capa que echa por tierra esas convicciones. Cuando nos aferramos a la tradición -ya sea confesional, teológica o estructural- como si fuera la Palabra de Dios, cerramos la puerta a la revelación que Dios nos hace de la verdad. Él quiere seguir sorprendiéndonos con Quién es mientras continuamos buscándole (Jeremías 29:13). Sin embargo, la tradición religiosa suele interponerse en nuestro camino. "No es así como siempre lo hemos hecho", es el grito de guerra de los tradicionalistas. Romper la tradición puede resultar incómodo para muchos, como lo fue para los fariseos (Mateo 5:33-34; Lucas 6:26-27). Pero cuando podemos ver claramente la línea divisoria entre nuestras propias tradiciones y la verdad de Dios, nos mantenemos humildes y flexibles mientras Dios continúa transformándonos a la imagen de su Hijo (Romanos 8:29).
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¿Cómo debe ver un cristiano la tradición?