Pregunta
¿Qué podemos aprender de la tribu de Rubén?
Respuesta
Cada uno de los doce hijos de Israel / Jacob recibió una bendición de su padre justo antes de su muerte. Los doce hijos eran los progenitores de las doce tribus de Israel, y la bendición contenía información profética sobre el futuro de cada tribu. Para la tribu de Rubén, Jacob profetizó: "Rubén, tú eres mi primogénito, mi fortaleza, y el principio de mi vigor; principal en dignidad, principal en poder. Impetuoso como las aguas, no serás el principal, por cuanto subiste al lecho de tu padre; entonces te envileciste, subiendo a mi estrado" (Génesis 49:3-4). Además de referirse al futuro de la tribu de Rubén, la profecía incluye varias lecciones para todos nosotros.
Rubén, el primogénito de los doce hijos, era para Jacob su "fortaleza, y el principio de mi vigor" (Génesis 49:3), lo que significa que a él le pertenecían todos los derechos y privilegios de un hijo primogénito. Al principio, sobresalió en honor y poder, como es propio del hijo primogénito, pero Jacob declara que Rubén ya no será "el principal" (versículo 4) por su pecado de incesto con Bilhá, la esposa concubina de su padre (Génesis 35:22). Aunque ese pecado lo cometió cuarenta años antes, dejó una mancha imborrable en el carácter de Rubén y en el de su descendencia. Al cometer esta impureza con la esposa de su padre, habría un rechazo para su tribu y la familia, para quienes debería haber sido un ejemplo y una bendición. Perdió los privilegios de la primogenitura, y su padre al morir lo rebajó, aunque no lo rechazó ni lo repudió. Seguiría teniendo todos los privilegios de un hijo, pero no los del primogénito.
La triste profecía de Jacob para Rubén ciertamente se cumplió. Ningún juez, profeta, gobernante o príncipe salió de esa tribu, ni ninguna persona de renombre, excepto Datán y Abirán, que se distinguieron por su rebelión contra Moisés. La tribu de Rubén escogió un lugar para establecerse al otro lado del Jordán, una muestra más de la pérdida de su influencia sobre sus hermanos que le correspondía por su derecho de primogenitura. Aunque Rubén era el primogénito, el reino fue otorgado a Judá y el sacerdocio a Leví, dejando a la tribu de Rubén como pequeña y sin importancia.
Además, Rubén era "impetuoso como las aguas" (algunas versiones lo traducen como "incontrolable como el agua"), y en esta frase podemos encontrar varias lecciones para todos los cristianos. Por un lado, la virtud de Rubén era inestable; no tenía control de sí mismo ni de sus propios deseos. La acusación de inestabilidad puede referirse a que a veces era muy correcto y ordenado, mientras que otras veces era salvaje e indisciplinado. Como cristianos, debemos controlar nuestra carne y sus deseos en todo momento. Lo más importante es permanecer firmes en nuestra fe y no ser "sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina" (Efesios 4:14).
De Rubén también aprendemos que los que andan en el pecado no pueden esperar salvar su reputación o mantener una influencia positiva sobre los demás. Aunque sabemos que nuestros pecados fueron clavados en la cruz y que somos perdonados para siempre por los pecados pasados, todavía podemos sufrir las consecuencias temporales de esos pecados, que suelen incluir el remordimiento y la pérdida de reputación e influencia. El pecado de Rubén dejó una huella permanente en él y en su familia. Como cristianos, debemos entender que algunos de nuestros pecados pueden dejar una marca permanente.
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¿Qué podemos aprender de la tribu de Rubén?