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Pregunta

¿Cómo debería ser una vida centrada en Cristo?

Respuesta


Una vida centrada en Cristo (o cristocéntrica) es aquella que se centra en el compromiso con Jesucristo como Señor. En el centro de cada decisión humana hay una motivación. Algunas personas están motivadas por la búsqueda del placer o del dinero. Algunos centran toda su vida en una meta, un trabajo, o incluso en sus familias. Estas cosas no son malas en sí mismas; sin embargo, aquello en lo que centramos nuestras vidas puede convertirse en nuestro dios.

El corazón humano fue diseñado para la adoración, y si no adora a Dios, adorará a otra cosa. Si no estamos centrados en Cristo, estaremos centrados en otra cosa. La adoración se mide por la cantidad de tiempo, dinero y energía emocional gastada. Nuestros dioses pueden ser identificados por el nivel de compromiso apasionado que evocan en nosotros, y, después de un tiempo, empezamos a parecernos a ellos. Hablamos de ellos, pensamos en ellos, soñamos con ellos y planeamos pasar más tiempo con ellos. Las personas que mejor nos conocen suelen saber dónde están nuestras pasiones más profundas, porque la adoración es difícil de ocultar.

Los seguidores de Cristo que centran su vida en Él empiezan a parecerse más a Él. Hablan de Él, piensan en Él, sueñan con Él y planean pasar más tiempo con Él. Eligen obedecer Sus mandamientos por amor y honor a su Señor, no por temor a ser sorprendidos en pecado. El mayor deseo de los creyentes centrados en Cristo es agradarle y crecer para parecerse más a Él. Sus vidas se hacen eco de las palabras de Pablo en Filipenses 3:10: "A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte". El objetivo principal de una vida cristocéntrica es glorificar a Dios.

Pero una vida cristocéntrica no se debe confundir con una vida centrada en la religión. Los fariseos de la época de Jesús estaban centrados en la religión. Comían, bebían y dormían la Ley. Podían pronunciar reglas, códigos y juicios tan rápido como un niño puede recitar el abecedario, pero Jesús los reprendió duramente. Estaban centrados en la Ley, pero no en el amor, y eso marcaba la diferencia (Mateo 23:25; Lucas 11:42). Una vida centrada en la religión lucha por la supremacía, la atención y la gloria basada en el rendimiento. Lleva la cuenta y se juzga a sí misma y a los demás según sus propios criterios. Las vidas cristocéntricas descansan en la obra terminada de Jesús en su favor y anhelan la santidad como un medio para permanecer cerca de Él (Hebreos 12:14).

El secreto para vivir una vida Cristocéntrica es comprender el "temor del Señor" (Salmo 19:9, NBLA; Proverbios 16:6). El temor del Señor es la conciencia continua de que nuestro amoroso Padre celestial está observando y evaluando todo lo que pensamos, decimos o hacemos. Quienes viven una vida Cristocéntrica han desarrollado una conciencia tangible de la presencia de Jesús (Mateo 28:20). Toman decisiones basadas en la pregunta "¿Agradaría esto al Señor?". Evitan las trampas de Satanás y los enredos mundanos porque evalúan sus decisiones: "Si Jesús pasara el día conmigo, ¿lo haría? ¿Miraría eso? ¿Diría eso?" (1 Timoteo 3:7; Efesios 6:11). Cada decisión de estilo de vida se pesa en la balanza del cielo y se evalúa por su importancia eterna. Los amores desordenados se quedan en el camino porque roban tiempo, recursos y energía a la verdadera pasión de la vida: agradar a Jesús. Sin embargo, vivir con el temor del Señor requiere un compromiso consciente y continuo, e incluso el más devoto fracasará a veces.

Ninguna persona ha vivido una vida perfecta, excepto Jesús (Hebreos 4:15). Incluso aquellos que desean profundamente una vida centrada en Cristo tropezarán, caerán, pecarán y tomarán decisiones carnales en momentos de debilidad (1 Juan 1:8-10). Pero una persona centrada en Cristo no puede soportar vivir en desarmonía con Dios y rápidamente confesará el pecado y será restaurado a la comunión con Él. Este proceso de vivir en continua armonía con Dios se llama santificación. Es un proceso de toda la vida por el cual Dios nos hace más como Jesús (Romanos 8:29; Hebreos 12:14). Cuando primero centramos nuestros corazones en Él, nuestras vidas rápidamente le siguen.

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