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Pregunta

¿Qué significa aborrecer el mal y amar el bien (Amós 5:15)?

Respuesta


El profeta Amós fue llamado a llevar este mensaje al reino del norte de Israel: el Señor Dios Todopoderoso vendría a juzgar a las naciones que se habían rebelado contra Él. Israel sería castigado y básicamente destruido por haber abandonado su pacto con Él, pero Dios preservaría un remanente de aquellos que se arrepintieran de entre el pueblo. En el corazón del discurso de Amós, encontramos estas palabras de invitación que ofrecen un destello de esperanza: "Busquen lo bueno y no lo malo, para que vivan; Y así sea con ustedes el Señor, Dios de los ejércitos. ¡Tal como han dicho! Aborrezcan el mal, amen el bien, y establezcan la justicia en la puerta. Tal vez el Señor, Dios de los ejércitos, sea misericordioso con el remanente de José" (Amós 5:14-15, NBLA).

La Escritura dice: "El temor del Señor es aborrecer el mal. El orgullo, la arrogancia, el mal camino y la boca perversa, yo aborrezco" (Proverbios 8:13, NBLA). Pero la inmensa mayoría del pueblo de Dios en tiempos de Amós había dejado de aborrecer el mal y de amar el bien. Israel había pervertido la justicia y la rectitud (Amós:7), oponiéndose a la verdad, oprimiendo a los inocentes y pisoteando a los pobres (Amós 5:10-13). Creían que Dios estaba de su parte, pero se engañaban (Amós 5:2). La "religión pura y verdadera", como explica Santiago, "consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas en sus aflicciones, y no dejar que el mundo te corrompa" (Santiago 1:27, NTV). Israel había abandonado el verdadero culto a Dios. Su única esperanza de escapar al juicio era responder al llamado de Dios al arrepentimiento, apartarse del mal y cambiar sus caminos: buscar el bien y no el mal, amar el bien y aborrecer el mal.

La súplica de Amós de "Aborrezcan el mal, amen el bien" refleja el grito del salmista: "¡Ustedes, los que aman al Señor, odien el mal! Él protege la vida de sus justos y los rescata del poder de los perversos" (Salmo 97:10, NTV). Dios nos llama a aborrecer el mal, porque de él no procede nada beneficioso, solo el daño. Pero quizá la razón más directa por la que debemos aborrecer el mal es que Dios aborrece el mal (Deuteronomio 12:31; 16:22; Salmo 5:4-6; 11:5; Proverbios 6:16-19).

Los incrédulos del mundo "odian lo bueno" (2 Timoteo 3:3, NTV), mientras que los hijos de Dios son amantes del bien. Dios mismo es bueno por naturaleza y la fuente de toda bondad (Salmo 86:5; 119:68; 1 Crónicas 16:34; Marcos 10:18). Todo lo que Dios hace es "bueno" (Génesis 1:31). Amar el bien es una forma de vida que busca a Dios y Su bondad, que elige lo que Dios estima como bueno y que se deleita en ver prevalecer el bien (Salmo 23:6). Cuando amamos el bien, nuestras vidas reflejan la bondad que hay en el corazón de Dios.

El Hijo de Dios, Jesucristo, ha "amado la justicia, y aborrecido la maldad" (Hebreos 1:8-9), estableciendo el modelo de cómo deben responder Sus discípulos ante el bien y el mal. Así como Dios aborrece el mal y ama lo que es bueno, Sus seguidores están llamados a "[aborrecer] lo malo" y "[seguir] lo bueno" (Romanos 12:9). En 1 Tesalonicenses 5:22, el apóstol Pablo anima a los creyentes a rechazar "toda especie de mal". Aborrecemos el mal porque es enemigo de todo lo que es bueno. Es importante diferenciar entre odiar o rechazar el comportamiento malvado y odiar a las personas. Los creyentes nunca deben rechazar o aborrecer a las personas pecadoras, solo su comportamiento inmoral o malvado. Jesús nos enseña a amar a nuestros enemigos y a hacer el bien a los que nos maltratan (Lucas 6:27-36). Pablo exhorta: "No dejen que el mal los venza, más bien venzan el mal haciendo el bien" (Romanos 12:21, NTV).

A través del profeta Miqueas, Dios le dice a Su pueblo que ame "lo que es bueno... que hagas lo que es correcto, que ames la compasión y que camines humildemente con tu Dios" (Miqueas 6:8, NTV). "Todos los que temen al Señor odiarán Proverbios 8:13", declara el maestro (Proverbios 8:13, NTV). Atendiendo a la llamada de Amós, debemos nadar contra la marea dominante de inmoralidad, defendiendo la justicia en lugar de frustrarla, aborreciendo la opresión y el comportamiento impío, y demostrando amor, misericordia, honradez y rectitud.

Los cristianos que aman el bien y odian el mal pueden jurar, como hizo el rey David: "Me negaré a mirar cualquier cosa vil o vulgar. Detesto a los que actúan de manera deshonesta; no tendré nada que ver con ellos" (Salmo 101:3, NTV). Amaremos el bien porque Dios es bueno y ama lo que es bueno. Odiaremos el mal porque va en contra de todo lo que Dios es, y Él odia el mal.

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