Pregunta
¿Cómo podemos siempre estar "creciendo en la obra del Señor" (1 Corintios 15:58)?
Respuesta
Si una palabra pudiera resumir la forma en la que el apóstol Pablo se comprometió con el llamado de Cristo a su vida, sería excelencia. Pablo deseaba sobresalir en todo lo que hacía por el Señor (2 Timoteo 2:15), así que afrontó la misión que Dios le había asignado de predicar el Evangelio con todo fervor, entregándose por completo a la obra. Animó encarecidamente a los creyentes a hacer lo mismo: "Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano" (1 Corintios 15:58).
Cuando Pablo decía siempre estar "creciendo en la obra del Señor", pudo haber tenido en mente estas palabras del profeta Jeremías: "Maldito el que hace la obra del Señor con engaño" (Jeremías 48:10 − NBLA). Pablo sabía que la vida como ministro del evangelio era un trabajo duro (2 Corintios 11:23–28). Muchas veces también era un trabajo tedioso y poco gratificante, por lo que animó a los cristianos: "No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos" (Gálatas 6:9).
El término "creciendo" significa "ser abundante o numeroso, ir más allá, o producir o existir en grandes cantidades". La obra del Señor se refiere a la obra de predicar, enseñar, y ser un ministro del evangelio de Jesucristo.
La forma de expresarse de Pablo en 1 Corintios 15:58 se parece mucho a su pregunta en 1 Corintios 9:1 cuando defiende su trabajo como apóstol: "¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?" (1 Corintios 9:1). Pablo dijo que su discípulo Timoteo: "hace la obra del Señor así como yo" (1 Corintios 16:10). Y de Epafrodito, su "colaborador y compañero de milicia", Pablo dijo: "porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida" (Filipenses 2:25–30).
Los creyentes siempre podemos crecer en la obra del Señor, independientemente de lo que hagamos para promover el reino de Dios. Ya sea que estemos en el escenario predicando el mensaje o detrás de las escenas limpiando los baños o cocinando para las multitudes, debemos dedicarnos a ello de todo corazón: "Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:23–24).
A los ancianos de la iglesia, predicadores, maestros y líderes del ministerio, Pablo les enseñó: "presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad” (Tito 2:7).
Siempre podremos estar creciendo en la obra del Señor si mantenemos la misma actitud persistente que Pablo. Completó el trabajo con una dedicación inquebrantable, reconociendo que servir a Cristo implica un verdadero esfuerzo. Merece la pena esforzarse al máximo por las recompensas del cielo, que es lo que Pablo quería decir cuando afirmaba que nuestro trabajo no es en vano. Cuando las cosas se pongan difíciles o poco emocionantes, los ministros del evangelio deben recordar "no os canséis de hacer bien" (2 Tesalonicenses 3:13). No estamos llamados a la pereza, sino a la diligencia (2 Tesalonicenses 3:6–15; Hebreos 6:11–12). Jesús enseñó este principio en la parábola del sembrador. El sembrador de la semilla trabajó, sabiendo que parte de la semilla caería en buena tierra y producirían "a ciento por uno" (Marcos 4:20; ver también Mateo 13:1–23).
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¿Cómo podemos siempre estar "creciendo en la obra del Señor" (1 Corintios 15:58)?