Pregunta
¿Cuáles son las consecuencias cuando las naciones se alejan de Dios?
Respuesta
El Salmo 33:12 dice: "Bienaventurada la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él escogió como heredad para sí". El salmista está hablando de la nación de Israel. Dios eligió a Israel como la nación a través de la cual traería a Su Mesías prometido (Deuteronomio 18:15; Malaquías 4:5-6; Isaías 7:14-16). Dios prometió proveer, bendecir y proteger a los israelitas si le seguían. Sin embargo, el Antiguo Testamento nos ofrece detalles desgarradores de lo que ocurrió cuando se apartaron de Él (Ezequiel 5; 20:8; Isaías 1). La historia de Israel nos muestra algunas de las consecuencias que puede sufrir una nación cuando su pueblo se aleja de Dios.
Ninguna otra nación en la tierra jamás tendrá la posición que tiene Israel en el gran plan de Dios. Sería un error "reclamar" muchas de las promesas específicas que Dios hizo a Israel, porque fueron para un tiempo y un propósito específicos. Por ejemplo, a las naciones de hoy en día no se les prometen cosechas abundantes y ganado en buen estado si obedecen la Ley de Moisés (ver Deuteronomio 28:4); esa promesa era para Israel bajo el Antiguo Pacto en la Tierra Prometida: la bendición estaba específicamente ligada a la tierra de Israel (versículo 11). No obstante, muchos de los principios generales que se encuentran en las Escrituras son aplicables a todo el mundo. Podemos aprender de la historia de Israel lo que generalmente se puede esperar cuando las naciones honran al Señor y lo que generalmente se puede esperar cuando se rebelan contra Sus mandatos.
Cuando los israelitas honraban al Señor, destruían los templos de los ídolos y guardaban los mandamientos de Dios, el Señor intervenía activamente en su defensa cuando otras naciones luchaban contra ellos. Éxodo 14 es el primer ejemplo del Señor como Defensor de la nueva nación de Israel. Cuando Moisés condujo al pueblo fuera de Egipto, el Faraón y sus ejércitos los persiguieron. El pueblo estaba aterrorizado y comenzó a dudar si Moisés sabía lo que estaba haciendo. Luego, "Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que el Señor hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. El Señor peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos". (Éxodo 14:13-14). Después, el Mar Rojo se abrió milagrosamente (versículos 21-22).
Contrastando con esta intervención milagrosa, la Biblia nos da ejemplos de cómo Dios se negó a intervenir cuando la destrucción cayó sobre Israel. En el capítulo 24 de Segunda de Reyes se detalla el fin de la bendición de Dios sobre Israel. El pueblo que Dios había elegido había desafiado al Señor, había construido templos de ídolos y sus vidas estaban llenas de fornicación, muerte y adulterio. Habían profanado el templo e ignorado la Ley durante generaciones. Dios envió profetas para pedirles que se arrepintieran, pero no quisieron escuchar y muchas veces mataron a esos mensajeros (Lucas 11:27-28). El Señor les había advertido repetidamente y, cuando se negaron a escuchar, les envió el juicio mediante invasores que los llevaron cautivos y destruyeron sus ciudades (2 Reyes 24:12-14). La que fuera una gran nación había sido abatida y perdió las bendiciones que Dios deseaba darle. El principio general que aprendemos de esto es que el pecado trae consecuencias negativas. Gálatas 6:7 es la advertencia de Dios a los individuos y a las naciones de que Él no será burlado. Cosechamos lo que sembramos.
Muchas naciones del pasado ya no existen, habiendo atraído el juicio de Dios sobre sí mismas por su pecado. Edom (Jeremías 49:17-22), Asiria (Sofonías 2:13-15), Sodoma (Génesis 18:20) y Babilonia (Jeremías 51) fueron exterminadas, de acuerdo con los profetas bíblicos, por su maldad ante el Señor. No quedan representantes de los hititas (Éxodo 23:23), de los moabitas (Sofonías 2:8-10) ni de los filisteos (Sofonías 2:5) a causa de su obstinada rebelión contra el Señor.
Dios bendijo a Israel prosperándolo cuando el pueblo lo honró. Dios los había llevado a una tierra que "fluía leche y miel" (Números 14:8). Cuando le obedecieron, les prometió proporcionarles todo lo que necesitaran y proteger sus vidas (Éxodo 23:25-26). Se preocupó de que vivieran en paz y felices (1 Reyes 4:25; Salmo 29:11; Proverbios 19:23). Les ordenó honrar Sus días de reposo para que tuvieran descanso (Levítico 19:30). Ahora bien, cuando Israel siguió a reyes malvados en la idolatría y la prostitución, Dios envió hambrunas y pestilencia a la tierra que amaba (Ezequiel 5:17). De esto aprendemos que el Señor se deleita en prosperar a Sus siervos leales (Salmo 25:12-13; Proverbios 13:21). La riqueza material no es prueba de que Dios esté bendiciendo a una nación, ya que los reyes y países malvados también prosperan. En cambio, cuando honramos al Señor y obedecemos Sus mandatos, cosechamos los beneficios de vivir de forma honorable, moralmente correcta y honesta. Una nación que honra las leyes de Dios también cosecha ese beneficio. La historia muestra que los que no lo hacen por lo general se destruyen a sí mismos.
Dios nos da Sus leyes para nuestro propio bien. Él nos creó para tener comunión con Él y caminar en rectitud. Cuando lo hacemos, vivimos dentro de los límites saludables que Él estableció y estamos protegidos de gran parte de la angustia y las catástrofes que Satanás diseña. Por otra parte, cuando una nación se aleja del verdadero Dios y se convierte en su propio dios, el Señor quita Su mano protectora y permite que esa nación experimente el mundo que ha querido. Romanos 1:18-32 nos muestra la progresión de personas y naciones que han desafiado a Dios y han redefinido la moralidad. La homosexualidad, la lujuria desenfrenada y la idolatría son parte del juicio de Dios sobre una nación que se ha alejado de Él.
La buena noticia es que Dios conoce a los que son suyos y promete recompensarlos, incluso cuando todos los demás se han alejado. Malaquías 3:13-18 contiene uno de los pasajes más reconfortantes del Antiguo Testamento. Nos dice que Dios está vigilando, que lo conoce todo y que juzgará con justicia. Incluso cuando una nación se aleja de Dios, las personas de esa nación pueden seguirle y saber que sus nombres están escritos en el libro donde Dios los recuerda.
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