Pregunta
¿Por qué seguimos pecando después de la salvación?
Respuesta
La salvación comienza en el momento en que recibimos, por fe, la oferta de perdón de Dios a través de la muerte y resurrección de su Hijo, Jesús (Efesios 2:8-9; Juan 1:12). Jesús lo llamó "nacer de nuevo" (Juan 3:3). Al arrepentirnos y renunciar a nuestra antigua vida, recibimos la nueva vida que Jesús compró para nosotros con Su sangre (2 Corintios 5:17, 21). Somos lavados y Dios decide no recordar más nuestros pecados (Salmo 103:12). Sin embargo, pronto nos damos cuenta de que nuestra propensión al pecado sigue siendo parte de nosotros. ¿Cómo puede ser eso, si somos nuevas criaturas en Cristo? Seguimos pecando porque, aunque hemos sido perdonados, seguimos siendo seres humanos caídos.
La salvación rompe el poder que el pecado tuvo sobre nosotros. Éramos esclavos del pecado y lo servíamos voluntariamente (Romanos 6:20-23, 7:14-15). Mientras fuimos esclavos del pecado, fue imposible agradar a Dios (Romanos 8:8). Independientemente de la frecuencia con la que cambiáramos de vida, nos enderezáramos, fuéramos a la iglesia o realizáramos obras justas, nuestras almas seguían esclavizadas a la injusticia y estábamos condenados ante Dios.
Al entregar nuestras vidas al señorío de Jesús, nos convertimos en hijos e hijas de Dios (Efesios 1:5; Romanos 8:15). Pero así como los niños a veces desobedecen a sus padres a medida que crecen, los hijos de Dios a veces le desobedecen a Él. Nos rebelamos, nos enfadamos o dudamos durante un tiempo; la diferencia es que ya no podemos vivir estilos de vida de pecado porque nuestra naturaleza ha cambiado (2 Corintios 5:17; 1 Juan 3:4-10). Un pez puede desear vivir en la playa, pero una vez que se ha volteado sobre la arena, no quiere otra cosa que volver al agua porque su naturaleza no está diseñada para la tierra firme. Un pez fue creado para el agua. Lo mismo ocurre con nosotros. La naturaleza de aquellos que viven en el Espíritu Santo es vivir en la rectitud. Podemos caer en el pecado a veces, pero no podemos sobrevivir en él. La nueva naturaleza prospera en la rectitud y la obediencia a Dios. El grado en que permitimos que el Espíritu Santo acceda a cada área de nuestras vidas es el grado en que vivimos como Dios quiere que vivamos.
Los buenos padres no dejan que sus hijos pequeños jueguen en la carretera. Pueden empezar con una severa advertencia, pero si el niño persiste en dirigirse hacia la carretera, los buenos padres van tras él, y la disciplina será memorable y efectiva. Lo mismo ocurre cuando nosotros, como hijos de Dios, endurecemos nuestra cerviz y avanzamos hacia el mal. Nuestro Padre viene tras nosotros. Dios no nos permite salirnos con la nuestra con el pecado porque es un buen Padre. Hebreos 12:5-11 dice que la disciplina de Dios en nuestras vidas es una forma de saber que pertenecemos a Jesús.
Para alabanza de la gloria de Dios, después de que somos salvos, Dios trata nuestro pecado de manera diferente a como lo hacía antes de que fuéramos salvos. Primera de Juan 1:9 nos dice que podemos confesar nuestro pecado y ser perdonados. La confesión significa que humildemente estamos de acuerdo con Dios en lo malo que es el pecado. Admitimos que nos equivocamos y pedimos Su perdón. La conciencia de nuestro pecado y su confesión deben ser una práctica regular. La primera de las 95 tesis de Martín Lutero dice: "Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo “Arrepentíos”, quiso decir que la vida entera de los creyentes debe ser arrepentimiento". Dios puede perdonarnos y mantener Su justicia porque Jesús ya pagó por nuestro pecado. No hay necesidad de castigarnos porque Él ya castigó a Su Hijo (Colosenses 2:14).
A medida que crecemos "en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Pedro 3:18, NBLA), vencemos los pecados que nos asedian (Hebreos 12:1). Pedro enumera los pasos que podemos dar para desarrollar nuestra nueva naturaleza y termina con la promesa de que, si hacemos estas cosas, "nunca caeremos" (2 Pedro 1:3-10, NBLA). Nuestra santidad es la meta, pero Juan reconoce que todavía pecamos: "Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no pequen. Y si alguien peca, tenemos Abogado para con el Padre, a Jesucristo el Justo" (1 Juan 2:1, NBLA).
El deseo de Dios para nosotros es que no pequemos, y que un día nuestra santificación sea completa (1 Juan 3:2). Pero, hasta ese momento, seguimos habitando cuerpos caídos en un mundo caído, y luchamos con la carne y a veces perdemos la batalla. Sin embargo, no estaremos perdidos; el mismo Jesús intercede por nosotros como nuestro Sumo Sacerdote (Romanos 8:34).
English
¿Por qué seguimos pecando después de la salvación?