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Pregunta

¿Qué dice la Biblia acerca de que Dios convierte las maldiciones en bendiciones (Deuteronomio 23:5)?

Respuesta


En Deuteronomio 22:5-23:18, el Señor recuerda a Israel su llamado a seguir siendo un pueblo santo, apartado para caminar en pureza ante los pueblos del mundo. Una norma relativa a la santidad en la adoración prohibía la participación de cualquier persona de ascendencia amonita o moabita: "Ningún amonita ni moabita entrará en la asamblea del Señor...porque no fueron al encuentro de ustedes con pan y agua en el camino cuando salieron de Egipto, y porque alquilaron contra ti a Balaam, hijo de Beor, de Petor en Mesopotamia, para maldecirte. Pero el Señor tu Dios no quiso escuchar a Balaam, sino que el Señor tu Dios te cambió la maldición en bendición, porque el Señor tu Dios te ama. Nunca procurarás la paz ni la prosperidad de ellos en todos tus días" (Deuteronomio 23:3-6, NBLA; ver también Nehemías 13:1-3).

A pesar de estar emparentados con los israelitas a través del sobrino de Abraham, Lot (Génesis 19:36-38), los pueblos de Amón y Moab fueron excluidos de la santa asamblea por dos razones: porque se opusieron a Israel y no mostraron hospitalidad al pueblo de Dios durante su viaje por el desierto hacia Canaán (Deuteronomio 2:26-37); y porque Balac, el rey de Moab, contrató a Balaam, un falso profeta con ánimo de lucro, para proclamar maldiciones sobre Israel (Números 22:1-41). Mostrando una gran fidelidad a Israel, Dios dijo a Balaam: "ni maldigas al pueblo, porque bendito es" (versículo 12).

Temeroso y aterrorizado por la gigantesca invasión israelita, el rey Balac trató desesperadamente de obligar a Balaam a maldecir al pueblo de Dios (Números 23:4-24:25). Sin embargo, no importaba qué estrategia intentara, el Señor seguía convirtiendo sus maldiciones en bendiciones para Israel (ver Números 23:11; 24:10). Balac estaba sumamente frustrado por la incapacidad de Balaam para maldecir a Israel: "Entonces se encendió la ira de Balac contra Balaam, y batiendo sus manos le dijo: Para maldecir a mis enemigos te he llamado, y he aquí los has bendecido ya tres veces" (Números 24:10). Balaam siguió bendiciendo a Israel cuatro veces más, un total de siete bendiciones.

Una "maldición" en el contexto de Deuteronomio 23:5 es una invocación del mal o del daño divino sobre alguien. Sin embargo, la promesa del pacto de Dios a Israel a través de Abraham era derramar bendiciones sobre ellos: "Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra" (Génesis 12:2-3; ver también Génesis 18:18; 26:4; Deuteronomio 1:10-11). La experiencia de Balaam demuestra que nadie puede maldecir con éxito a aquellos a quienes Dios ha elegido bendecir. A cualquiera que los maldiga, el Señor lo maldecirá. La Biblia dice que Dios convierte las maldiciones en bendiciones debido a Su amor por Su pueblo (Deuteronomio 7:13; 23:5).

La promesa de Dios de convertir las maldiciones en bendiciones se cumple en última instancia en Jesucristo, quien "nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros, porque escrito está: "Maldito todo el que cuelga de un madero, a fin de que en Cristo Jesús la bendición de Abraham viniera a los gentiles, para que recibiéramos la promesa del Espíritu mediante la fe" (Gálatas 3:13-4, NBLA; ver también Gálatas 3:16).

Tras la caída de Adán y Eva, las maldiciones divinas entraron en vigor sobre la creación de Dios (Génesis 3:14-19; 8:21). Estas maldiciones son consecuencia de la desobediencia humana (Deuteronomio 28:15-19). Sin embargo, mediante el sacrificio redentor de Jesucristo en la cruz, se invierte la maldición de la caída de la humanidad (Hechos 3:25-26; Gálatas 3:29). En el futuro reino de los cielos: "Ya no habrá más maldición sobre ninguna cosa, porque allí estará el trono de Dios y del Cordero, y sus siervos lo adorarán" (Apocalipsis 22:3, NTV).

Si la desobediencia trae maldiciones, la obediencia al Señor trae Sus bendiciones (Deuteronomio 11:26-28; 28:1-14; 30:15-20). El llamado de los creyentes es: "haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian" (Lucas 6:27-28; ver también Mateo 5:39-42). Podemos convertir las maldiciones en bendiciones cuando "bendecimos y no maldecimos" a nuestros enemigos y a quienes nos persiguen (Romanos 12:14). El apóstol Pablo testificó: "nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos" (1 Corintios 4:12-13).

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