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Pregunta

¿Cómo cumple Jesús la profecía que dice: "De Egipto llamé a mi hijo" (Mateo 2:15)?

Respuesta


Mateo relata que un ángel de Dios advirtió a José que tomara a María y a Jesús y se fuera a Egipto para escapar del rey Herodes, que buscaría a Jesús para asesinarlo (Mateo 2:13-15). José, María y Jesús partieron inmediatamente (Mateo 2:14) y permanecieron en Egipto hasta la muerte de Herodes, tras lo cual regresaron a Israel. Mateo completa esta narración informando al lector de que así se cumplió la afirmación "de Egipto llamé a mi hijo" (Mateo 2:15).

La declaración apareció por primera vez en Oseas 11:1, donde Oseas recoge estas palabras de Dios: "Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo". En el contexto de Oseas está claro que Dios está hablando del pueblo de Israel. La condición ilustrativa de Israel como hijo de Dios se afirma por primera vez cuando Dios llamó a Moisés y le preparó para sacar a Israel de Egipto. Dios explicó a Moisés que "Israel es mi hijo, mi primogénito" (Éxodo 4:22). Debido a la relación única que Dios tenía con Israel, el pueblo reconocería que Dios era su Padre, incluso generaciones más allá de Abraham y Jacob (Isaías 63:16; 64:8). Dios afirma la relación mucho más allá de la época de los patriarcas (Jeremías 31:9). Dios tenía una relación de pacto con el pueblo de Israel que comenzó con el Pacto Abrahámico (Génesis 12, 15-17) y se extendería hasta la eternidad. Cuando Israel estaba en cautiverio y esclavitud en Egipto, Dios llamaría a Su hijo -la nación de Israel- para que saliera de Egipto. Oseas 11:1 lo resume con precisión, pues, con "de Egipto llamé a mi hijo".

Hay una importante precisión de la profecía bíblica que nos ayuda a comprender cómo un hecho histórico ocurrido con Israel ("de Egipto llamé a mi hijo") puede cumplirse con Jesús. A menudo, pensamos en la profecía bíblica como la predicción de un acontecimiento y luego la realización de ese acontecimiento, y ese es ciertamente el caso en muchos casos de profecía bíblica. Sin embargo, existe otro aspecto de la profecía. Los escritores del Nuevo Testamento (como Mateo y Juan, por ejemplo) muestran que una profecía del Antiguo Testamento a veces puede ser simplemente un acontecimiento que prefigura algo similar y más significativo que sucedería en el futuro. En lugar de limitarse a hacer una predicción sobre un acontecimiento futuro, a veces la profecía bíblica registra un acontecimiento que apunta a otro similar pero mucho más lejano.

En este caso, cuando Mateo cita "de Egipto llamé a mi hijo" (Mateo 2:15), está sugiriendo que el éxodo de Israel es el acontecimiento anterior que prefiguró o señaló un acontecimiento posterior que sería aún más significativo: el "éxodo" de Jesús de Egipto. Puesto que Jesús era el hijo unigénito (o singularmente engendrado) de Dios (Juan 3:16), volvía a ser cierto que "de Egipto llamé a mi hijo". Pero esta vez, el llamado a salir de Egipto fue la culminación o la plenitud del acontecimiento anterior: el propósito del evento anterior era ilustrar algo importante en el futuro, y ese evento posterior de importancia había tenido lugar ahora con Jesús. Si los acontecimientos históricos fueron configurados para apuntar hacia Jesús, es evidente que este Jesús es la figura central de la historia bíblica.

Hay otro aspecto importante de esta profecía que debería ser alentador para nosotros. Al igual que Israel tiene una relación única con Dios como Padre, nosotros también podemos llamarle "Abba, Padre" (abba es una palabra hebrea que significa "padre"), como explica Pablo en Romanos 8:15. Cuando creemos en Jesús, somos adoptados como hijos, y también tenemos una relación íntima con Dios. El Creador del universo ha ordenado la historia de tal manera que se hace evidente que desea una relación con las personas que ha creado, amándonos y preocupándose por nosotros lo suficiente como para que superemos nuestra fragilidad y fracaso. "De Egipto llamé a mi hijo" no es un suceso histórico irrelevante. Es una señal histórica clave (Israel fuera de Egipto) que apunta a la llegada del Mesías que liberaría al pueblo del pecado.

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