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Pregunta

¿Por qué se resistió tanto el faraón a las súplicas de Moisés de que "dejara ir a mi pueblo"?

Respuesta


La primera mención bíblica de la resistencia del faraón fue una predicción del propio Dios, cuando habló con Moisés en el desierto: "Mas yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte" (Éxodo 3:19). Poco después de esa predicción, el Señor dijo a Moisés: "yo endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo" (Éxodo 4:21). Desde la zarza ardiente, Dios habló de dos razones para la resistencia del faraón a Moisés: la propia terquedad del rey y un endurecimiento sobrenatural del corazón del rey después de que el faraón se mostrase desafiante ante Dios.

En aquellos días antiguos, el Faraón era considerado un dios, y cada una de sus palabras era ley. No había nadie que pudiera enfrentarse al faraón, así que el Señor lo utilizó para demostrar Su propio poder superior. El plan del Señor de utilizar plagas y milagros para liberar a la nación de Israel no fue concebido como reacción a la rebelión del faraón. Dios nunca es reactivo; siempre es proactivo. Había orquestado el tira y afloja con el faraón y el éxodo desde el principio (ver Isaías 46:10). Cuatrocientos años antes del éxodo, José profetizó en su lecho de muerte que Dios sacaría a Su pueblo de Egipto hacia la Tierra Prometida, e hizo prometer a sus parientes que llevarían sus huesos con ellos cuando se marcharan (Génesis 50:24-25).

Desde el punto de vista simbólico del sistema impío del mundo, Egipto representa a los enemigos del Señor (cf. Ezequiel 29:1-6). Dios utilizó la dureza de corazón del faraón para exhibir Su propia gloria y mostrar al mundo Su supremacía sobre todos los reyes de la tierra (Salmo 2:10-11; Ezequiel 20:9; 36:22).

Éxodo 5 comienza con los representantes de Dios, Moisés y Aarón, diciendo al faraón: "Deja ir a mi pueblo". La primera respuesta del faraón indica dónde estaba su corazón y por qué haría falta la tragedia para humillarlo. En el versículo 2 (NBLA), dice: "¿Quién es el Señor para que yo escuche Su voz y deje ir a Israel? No conozco al Señor, y además, no dejaré ir a Israel".

Ese mismo día, el faraón ordenó a los capataces que no dieran paja a los esclavos hebreos, obligando así a los hijos de Israel a recoger paja por sí mismos y manteniendo la misma cuota de ladrillos que debían fabricar: "no les disminuiréis nada; porque están ociosos, por eso levantan la voz diciendo: Vamos y ofrezcamos sacrificios a nuestro Dios. Agrávese la servidumbre sobre ellos, para que se ocupen en ella, y no atiendan a palabras mentirosas" (Éxodo 5:6-8).

En los capítulos 4-14 del Éxodo hay veinte referencias a la resistencia del faraón al mensaje de Moisés. La causa atribuida a la dureza de corazón del rey está dividida en partes iguales: diez veces, la Biblia dice que el faraón endureció su propio corazón, y diez veces, la Biblia dice que Dios endureció su corazón. El equilibrio sugiere que el faraón era responsable de sus propias acciones y, al mismo tiempo, Dios estaba utilizando la rebelión del faraón para traer mayor gloria a Sí mismo. Pablo utiliza este relato para subrayar la soberanía de Dios en los asuntos de los hombres: "Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece" (Romanos 9:17-18, citando Éxodo 9:16).

La dureza del corazón del faraón fue evidente desde el primer momento, y Dios utilizó ese desafío para demostrar el poder del Señor sobre él y sobre todos los dioses de Egipto. Debido a la continuación de las señales milagrosas, muchos egipcios fueron testigos de la realidad del Dios de Israel. Y debido a los milagros que vieron, muchos llegaron a creer y se unieron a Israel para salir de Egipto (Éxodo 12:38). El endurecimiento sobrenatural del corazón del faraón no mitiga en modo alguno la propia culpabilidad del faraón, sino que demuestra la gracia y la misericordia del Señor, que no desea que nadie perezca (2 Pedro 3:9).

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