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Pregunta

¿Qué significa detener con injusticia la verdad (Romanos 1:18)?

Respuesta


En la epístola a los Romanos, vemos la necesidad universal de justicia (Romanos 1:1-3:20), la provisión de justicia por parte de Dios (Romanos 3:21-4:25), las implicaciones prácticas de la justicia para la vida de una persona (Romanos 5-8), una ilustración de cómo Dios está obrando con Israel para su justicia (Romanos 9-11), y la expectativa de Dios para aquellos que son justos (Romanos 12-16). Al comenzar a desarrollar su argumento de que toda la humanidad necesita la justicia de Dios, Pablo dice: "Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad" (Romanos 1:18).

Pablo afirma la centralidad y el valor del Evangelio, la buena nueva sobre cómo Dios puede hacer justas a las personas y salvarlas mediante la fe en Él (Romanos 1:16-17). En los versículos siguientes, Pablo muestra que todas las personas necesitan este Evangelio y la justicia de Dios, porque todos son injustos. Explica que la ira de Dios se revela contra toda impiedad e injusticia. Una de las expresiones de esa culpa universal es que hay quienes detienen con injusticia la verdad (Romanos 1:18).

Hay tres aspectos de Dios evidentes para todos a través de lo que Dios ha hecho: Sus atributos invisibles, Su poder eterno y Su naturaleza divina (Romanos 1:19-20). Puesto que Él ha permitido que se le conozca de esas maneras, nadie tiene excusa para su injusticia. Todos son responsables ante Él como su Creador.

Aunque todo el mundo tiene conciencia de Dios, los que detienen con injusticia la verdad se niegan a reconocer a Dios o darle gracias. Conocen la verdad sobre Dios, pero la detienen activamente. Son los que se describen en Juan 3:20: "Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas". Se dedican a especulaciones vanas, y sus corazones están oscurecidos (Romanos 1:21). Se convierten en necios que adoran a la creación y no al Creador (Romanos 1:22), deshonran sus cuerpos (Romanos 1:23-27), sus mentes están depravadas (Romanos 1:28), y se involucran en todo tipo de comportamiento malvado (Romanos 1:29-32).

Esta progresión para aquellos que detienen con injusticia la verdad muestra que Dios está justificado en juzgar a los injustos. Él tiene el derecho de juzgar. Todos están destituidos de Su santa norma (Romanos 3:23), y la paga que todos han ganado es la muerte (Romanos 6:23). Ya sea que todos detienen con injusticia la verdad o no en la misma medida, todos son culpables. Como Santiago explica en otro lugar, si una persona es culpable de quebrantar uno de los mandamientos de Dios, es culpable de todos y merecedora de juicio (Santiago 2:10).

Afortunadamente, Pablo no se limita a afirmar la culpabilidad de los que detienen con injusticia la verdad. Cuando Pablo explica el alcance del pecado y la injusticia como universal, añade alguna información esperanzadora y crítica.

Todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios, y todos pueden ser justificados (o declarados justos) por Dios, creyendo en Jesús (Romanos 3:23-24). Todos se han ganado la paga del pecado, que es la muerte, pero todos pueden también recibir el don gratuito de Dios, que es la vida eterna (Romanos 6:23). La muerte de la que habla Pablo es algo más que la muerte física: es también la separación de Dios. Cuando Adán pecó por primera vez, se separó de Dios y tuvo miedo (Génesis 3:10). Dios le había dicho a Adán que si pecaba moriría (Génesis 2:17). Después de que Adán pecó y ya estaba lidiando con esa consecuencia, Dios explicó además que Adán tendría otra consecuencia que incluiría la muerte física gradual pero segura (Génesis 3:19).

Debido a que todos nacemos de Adán, todos somos pecadores en nuestra naturaleza (Romanos 5:12, 15) y a menudo somos los que detenemos con injusticia la verdad. Pero Jesús murió para pagar el precio que nosotros nunca podríamos terminar de pagar. Cuando creemos en Él, recibimos la justicia de Cristo y somos redimidos del juicio y de la muerte (Romanos 3:24-28). Pablo explica en otro lugar que somos salvos por la gracia de Dios mediante la fe (Efesios 2:8). Esta salvación es un don de Dios y no algo que podamos ganar nosotros mismos. En lugar de ser los que detienen con injusticia la verdad y descienden a las tinieblas, se nos da una nueva vida. Ahora somos Su hechura en Cristo Jesús. Proclamamos la verdad y estamos diseñados para hacer el bien en lugar del mal (Efesios 2:10). Por la gracia de Dios y a través de nuestra fe en Él, Dios arregló nuestro problema de injusticia.

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