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Pregunta

¿Qué significa que "donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón"?

Respuesta


En el Sermón del Monte, Jesús enseñó a los que escuchaban la diferencia entre los tesoros en la tierra y los tesoros en el cielo, y destacó la importancia del celestial: "No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" (Mateo 6:19-21). Aquello en lo que nos centramos dicta nuestras acciones. Cuando nos centramos en el éxito y la riqueza terrenales, gastaremos nuestras fuerzas en asuntos terrenales. Sin embargo, cuando nos centramos en las prioridades de Dios, nuestras acciones reflejarán prioridades distintas, y nuestra recompensa en el cielo durará para siempre.

El tesoro es todo aquello que valoramos por encima de todo y que nos motiva a la acción. Para algunos es el dinero. Para otros es el poder. Para otros es la fama o la atención. Hay muchas cosas en este mundo que compiten por el control de nuestro corazón. Según Jesús, determinar dónde está nuestro tesoro determina también dónde está nuestro corazón. Muchas personas dicen esperar el cielo, pero en realidad su corazón no está en él: su corazón está atrapado en las preocupaciones de este mundo, porque ahí es donde está su tesoro.

Jesús nos advirtió que la moneda terrenal tiene fecha de caducidad. Aunque nos satisfaga temporalmente, es inestable y efímera. Los rostros siempre cambiantes de las portadas de las revistas nos recuerdan que los famosos están aquí y se van en un abrir y cerrar de ojos. El crack bursátil de 1929 nos enseñó que los ricos pueden perderlo todo rápidamente. El poder, el prestigio y la aprobación pública son limitados y pueden desaparecer en un instante. Incluso el Hijo de Dios experimentó la inconstancia de la aprobación humana. Un día la gente intentaba hacerle rey (Juan 6:15), y al siguiente le abandonaban en tropel (versículo 66).

"La apariencia de este mundo se pasa" (1 Corintios 7:31). En el momento en que exhalemos nuestro último aliento, los tesoros de la tierra dejarán de importar. Jesús nos instó a pensar más allá de ese último aliento, en la eternidad. Cuando nuestra atención se centra en la eternidad -cuando nuestro tesoro está guardado en el cielo-, nuestro estilo de vida refleja esa perspectiva.

Todos daremos cuenta de nosotros mismos ante Dios por cada acción (Romanos 14:12) y cada palabra ociosa (Mateo 12:36). Nadie está exento. No se aceptan excusas. Dios ve y conoce cada pensamiento que tenemos y nos hace responsables de la verdad que se nos ha dado (Romanos 1:18-22). Acumulamos "tesoros en el cielo" cuando tomamos decisiones en la tierra que benefician al reino de Dios. Jesús dijo que incluso ofrecer un vaso de agua fresca a un hermano creyente es digno de recompensa eterna (Mateo 10:42).

En Lucas 16:19-31, Jesús contó una historia sobre un hombre rico y un mendigo. El rico había invertido su vida en opulencia y placer. Le importaba poco todo y nadie más que él mismo. Cuando murió, sus riquezas no pudieron seguirle. Sus elecciones vitales solo le habían preparado para el infierno, y todo el dinero y el prestigio de que gozaba en la tierra no contaban para nada. Tras la muerte, habría dado todo lo que poseía por una sola gota de agua, pero su tesoro lo había invertido en otra cosa.

No es pecado ser rico, pero nuestras pasiones siguen a nuestras inversiones. Las personas ricas que consideran que sus riquezas pertenecen a Dios utilizarán lo que tienen de forma que tenga un significado eterno, protegiendo su propio corazón del amor al dinero (1 Timoteo 6:10). Las personas cuyo tesoro está en el cielo no pueden ser poseídas por sus bienes. No se les puede comprar porque nada en la tierra vale el precio de su alma. Valoran la moneda del cielo y utilizan su tesoro terrenal para comprar "oro celestial", que nunca perderá su valor. Invertir nuestro tesoro en cosas materiales mantiene nuestro corazón anclado a los valores terrenales; sin embargo, cuando invertimos en cosas de valor eterno, nuestro corazón permanece leal al Señor, y no caeremos en la tentación de intentar tontamente servir tanto a Dios como al dinero (Lucas 16:13).

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