Pregunta
¿Por qué la excusa de "el diablo me obligó a hacerlo" no es válida?
Respuesta
La primera vez que se utilizó la excusa de "el diablo me obligó a hacerlo" fue en el Jardín del Edén. Eva dice: "La serpiente me engañó, y comí" (Génesis 3:13). Su excusa no la libró de culpa (versículo 16), y tampoco nos servirá de mucho a nosotros.
Sí, el diablo y sus demonios nos tientan a pecar (Génesis 3; Lucas 4; 1 Pedro 5:8). Pero "el diablo me obligó a hacerlo" se utiliza con mucha frecuencia para excusar nuestras malas decisiones. Excepto en un caso de posesión demoníaca, el diablo no puede obligarnos a hacer nada. El diablo es absolutamente culpable de gran parte del mal en el mundo, pero usar al diablo como chivo expiatorio de nuestras propias decisiones pecaminosas es contraproducente para lograr la victoria sobre el pecado.
La posesión demoníaca es una condición en la que un demonio o demonios tienen control total sobre una persona. La posesión demoníaca implica que los demonios habitan en una persona y controlan sus acciones (ver Marcos 9:22). Los cristianos no pueden estar poseídos por demonios. El Espíritu Santo que mora en ellos no lo permitirá (Romanos 8:9; Efesios 5:18). Por lo tanto, el diablo y sus demonios no pueden controlar a un creyente. No pueden obligarnos a hacer nada en contra de nuestra voluntad. Así que, en lugar de culpar al diablo, debemos mirarnos a nosotros mismos.
Santiago 1:14 declara: "Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión" (NBLA). ¿Por qué pecamos? Pecamos porque somos pecadores. Estamos plagados e infectados por el pecado (Romanos 3:10-23). Aunque la opresión e influencia demoníacas son reales, el problema principal es nuestra naturaleza pecaminosa. "Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, dolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas" (Gálatas 5:19-21). Observa que en esta lista son las "obras de la carne", no las obras del diablo.
Como cristianos, tenemos al Espíritu Santo que mora en nosotros para ayudarnos a vencer el pecado (1 Juan 4:4). Tenemos todo lo que necesitamos para la vida y la piedad (2 Pedro 1:3). Si pecamos, no tenemos excusa. No podemos culpar al diablo. No podemos culpar a nuestras circunstancias. Solo podemos culparnos a nosotros mismos. Y, hasta que reconozcamos que el problema reside dentro de nosotros (Romanos 7:20), nunca llegaremos a la solución.
Puede sonar duro decirle a alguien que el problema es él mismo y sus propias decisiones. Pero no es más duro que un médico que le dice a un paciente que deje de fumar y que la compañía de tabaco no tiene la culpa de su mala salud. Para encontrar una cura, hay que empezar con un diagnóstico correcto y luego pasar al tratamiento correcto. El diagnóstico correcto es el pecado. El tratamiento es someterse a Dios y obedecer Su Palabra. Dios nos puede permitir alcanzar la victoria sobre el pecado (Romanos 7:24-25; 1 Juan 5:3-5).
Si eres cristiano y cometes un pecado, el diablo no te obligó a hacerlo. Puede que te haya tentado a hacerlo. Puede que incluso te haya influido para hacerlo. Pero no te obligó a hacerlo. Aún tenías una opción. Dios nunca permite que te sientas tentado más allá de tu capacidad de resistencia, y siempre proporciona una vía de escape (1 Corintios 10:13). Un cristiano que diga "el diablo me obligó a hacerlo" está negando la verdad de 1 Juan 4:4: "Hijos míos, ustedes son de Dios y han vencido a los falsos profetas, porque mayor es Aquel que está en ustedes que el que está en el mundo" (NBLA).
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